Hoy, la Iglesia celebra la memoria de San Antonio, abad, padre de los monjes.

Nació en Egipto, alrededor del año 250. A la edad de 20 años, habiendo leído en el Evangelio: “Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y luego, ven y sígueme”, se retiró al desierto donde llevó, durante casi un siglo, una vida de austeridad, como vía de acceso a la intimidad del Dios vivo. Muchos otros, siguiendo su ejemplo, se retiraron con él, que se convirtió entonces en el abad de una comunidad.

Trabajó por el bien de la Iglesia, manteniendo la fe de muchos cristianos durante la persecución de Diocleciano y ayudando a san Atanasio contra los arrianos. Murió en el año 356.