Mensaje en la celebración de TE DEUM

14 de mayo del 2021

Excmo. Sr. Presidente de la República

Don Mario Abdo Benítez

Excmo. Sr. Presidente del Congreso Nacional

Don Oscar Salomón

Excmo. Sr. Presidente de la Corte Suprema de Justicia

Dr. Don César Diesel

Hermanos y Hermanas en Cristo. Un saludo cordial para todos los que en esta Catedral entonamos Te Deum de acción de gracias y súplicas por la Patria. Venimos a agradecer a Dios por todo lo bueno que se hizo por parte de las autoridades públicas y privadas. Y súplicas por los nuevos desafíos que esperan sabia solución. Agradezco la presencia de todos ustedes, queridos hermanos y hermanas, con quienes alzamos nuestras plegarias a Dios Padre misericordioso por nuestra historia y nuestro pueblo paraguayo.

  1. SOMOS CIUDADANOS DEL CIELO

Comparto con ustedes lo que San Pablo marca como ciudadanía celestial que tenemos los cristianos. Dice: “Pero nosotros somos ciudadanos del cielo…” “SOMOS” indica ya una identidad en nuestro aquí y ahora que muchas veces se contrapone en sus leyes y deseos con esa mundanidad que nos envuelve culturalmente e intenta arrastrarnos hacia el “NO SER”, hacia la NADA. Pues como lo describiera el gran san Agustín: “Dos amores edificaron dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, edificó la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, edificó la celestial”.

¿Qué significa ser “ciudadanos del cielo”?

Decía el Papa León XIII, de feliz recuerdo: Ser ciudadanos del cielo es estar “adheridos de corazón” a Cristo y a su Iglesia, desear “servir a Dios” y a su Hijo “con todo su entendimiento y toda su voluntad. Los ciudadanos del cielo “combaten asiduamente por la verdad y la virtud” (Encíclica Humanum Genus).

La otra característica de este SER CIUDADANOS DEL CIELO es que, mientras los que viven como si Dios no existiera o combaten contra Él, rehúsan obedecer los mandamientos de vida, los ciudadanos del cielo aman la vida y buscan todo lo que hay de grande, bello y verdadero en el mundo para ayudar a edificar el reino de Dios.

Fíjense en todo lo que encuentren de verdadero, noble, limpio… No nos dobleguemos ante la dictadura del relativismo que desacredita la verdad e incluso la iguala a la mentira. La verdad libera, la mentira esclaviza. Sepamos descubrir esa actitud tan libre y abierta, propia del creyente. Pues Dios nos habla de mil maneras a través de los demás, en los acontecimientos de la vida y en la realidad. No nos cansemos de buscar la verdad porque ella nos libera. Busquemos de manera más creativa lo que ennoblece el interior y el exterior, en nuestro trato, en nuestras relaciones personales, en la vida familiar, en los Medios de Comunicación, en nuestras tareas cotidianas, en la política. Busquemos no lo que nos satisfaga en forma egoísta sino lo que nos libera y nos reconcilia con nuestra conciencia. Se trata de la virtud, fundamento de todos los valores morales.

  1. MEMORIA DEL INICIO DE LA REPÚBLICA

También hemos escuchado que Dios nos invita a estar siempre alegres. Y quizás nos preguntemos ¿cómo hacerlo en medio de esta terrible guerra sanitaria, la pandemia? ¿Cómo recordar gozosos el 210º Aniversario de la Independencia Nacional? La memoria es muy importante, pues junto con la inteligencia y la razón nos estructura como personas y como nación. Recordar hoy a aquellos jóvenes que, recibiendo durante siglos los nutrientes de la cultura mestiza hispano-guaraní pudieron dar frutos nobles y obrar en favor de su Patria, llenos de fe en Dios y movidos por el deseo de dar un paso de madurez como nación libre y soberana, nos alegra y nos enorgullece en cualquier circunstancia. Su valentía para instaurar una nueva estructura política a pesar de los sacrificios que requerían, fue acompañada por la integridad para proponer soluciones adecuadas a las necesidades de la población. Fueron honorables en este paso hacia la implementación de la Res-pública, dando valor a eso que llamamos “cosa pública”, el bien común. Y no debemos olvidar esto al interpretar los vaivenes históricos de nuestra patria hasta el presente, en la que no han faltado tensiones y altibajos entre los que desean servir a la Patria y al bien común, y los que solo aprovechan el poder público para sus propios intereses personales o grupales, dejando de lado al pueblo.  Hoy nos enfrentamos con dos guerras: la pandemia y la corrupción. Debemos salir victoriosos. Con las vacunas y con la vida moral de justicia y paz.

La bandera de nuestra patria, forjada en los ideales de Independencia, hace más de 200 años porta en su escudo el emblema que con mucha sencillez y profundidad nos dice: “Paz y Justicia”, recodándonos que el camino para el bien común es la unión de la Justicia con la Paz.

Por cierto, hoy celebramos también el 130 aniversario de su oficialización a través de la encíclica Rerum Novarum de León XIII, publicada el 15 de mayo de 1891, y con potente actualidad, la cual nos inspira hoy a vivir las virtudes de la justicia, la solidaridad, con los principios de respeto a la vida y a la propiedad, así como la subsidiariedad para un desarrollo social genuino.

  1. SANEAMIENTO MORAL DE LA NACIÓN

No podemos negar que se extiende hoy la sensación de que la estructura nacional ya no va, que los desequilibrios sociales y ambientales amenazan profundamente nuestro futuro, y que esas interminables situaciones de corrupción llevarán a nuestro país al borde de una grave crisis, si no se propone ninguna alternativa de diálogo sincero y sano debate nacional. Ante el descontento por falta de respuestas serias a las necesidades, busquemos una vía nacional para alcanzar los reclamos de larga data. Es urgente un diálogo para todo tipo de reforma en vista al bien común. La Iglesia camina con el pueblo paraguayo como lo ha hecho desde sus orígenes. Los cristianos tenemos la convicción de la Doctrina Social de la Iglesia de que el campo político y social no es solo un campo técnico, sino ante todo moral. Recordemos la Carta Pastoral de 1976 en que la Iglesia por una parte denuncia el estado de corrupción y, por otra, propone el “Saneamiento moral de la Nación”. Ahora es su momento. Es inevitable hablar del problema de las estructuras, sobre todo de las que crean injusticia. Las estructuras justas son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad.[1] Hacen falta soluciones duraderas y eficaces para el logro del bien común, el combate a la corrupción y el trabajo digno para el engrandecimiento de nuestro pueblo. Esa es la tarea de los gobernantes y de toda la sociedad civil.

  1. LAS CUESTIONES PENDIENTES DE LA REALIDAD NACIONAL

Una serena reflexión sobre nuestra realidad nacional tiene por objetivo colaborar con el bien común, desde las enseñanzas del Evangelio y de la Doctrina social de la Iglesia. Reconocemos las buenas obras realizadas por las Autoridades Nacionales. Quedan con todo, entre muchas cuestiones pendientes, algunas que quiero mencionar.

Desde el año 2019 los ingresos reales del promedio de las familias de Paraguay vienen descendiendo peligrosamente. Hoy tenemos casi 2 millones de compatriotas que deben sobrevivir con 10 mil guaraníes al día. Tenemos 264 mil nuevos pobres en los últimos 12 meses.  No es menos preocupante la desocupación de más de 400 mil compatriotas. Las inversiones privadas y el consumo han caído. Las obras públicas son importantes y habrá que continuar con el proyecto de la gran costanera favoreciendo las viviendas en los bañados, un proyecto que beneficiará miles de familias carenciadas y mejorará la belleza de la ciudad Capital. Sin embargo, la prioridad actual es recomponer las finanzas públicas, generar condiciones para que todos puedan salir adelante con su trabajo honesto, y por sobre todo que la salud y la educación de calidad permitan igualar a todos ante Dios y la Patria. El país pide a gritos el fin de la impunidad y el diseño de políticas públicas de crecimiento económico que alcancen a todos.

De la pandemia lo que preocupa, es que los responsables, no han respondido con eficacia y transparencia a las demandas sanitarias generadas por el COVID -19. La cuestión de las vacunas es más que imperiosa como también el establecimiento de políticas de salud eficientes para toda la población. “La custodia de la salud pública no es solo la suprema ley, sino la razón total del poder, porque la administración del Estado debe tender por naturaleza no a la utilidad de aquellos a quienes se ha confiado el poder, sino de los que se le confían a su cuidado” [2]. El país pide a gritos medicamentos en los hospitales públicos, en cantidad y calidad compatibles con el dinero adicional asignado a estos menesteres. Que el dinero público se utilice con honestidad y con celeridad. Que haya menos familias de luto a causa de situaciones evitables.

Lamentablemente, nuestras autoridades, en medio de sonoros casos de corrupción, han tomado decisiones que generaron un altísimo impacto económico, social y sanitario en todo el país. El costo pagado por el pueblo es imposible de medir, pero debe ser reparado, por estricta justicia. Por ello, reclamamos, ante situaciones excepcionales, respuestas excepcionales.

Todos sabemos de la importancia de los entes binacionales, particularmente de Itaipú, cuyo tratado debe ser revisado en el año 2023. Es fundamental, convertirlo en una causa nacional, en una política de Estado, con fidelidad a la Patria y los intereses de la nación paraguaya. Pedimos honestidad y firmeza, a quienes tendrán a su cargo la defensa de los altos intereses de la patria.

Pedimos una sociedad que se reconcilie con el bien común y la justicia. No podemos tener justicia cuando existen grupos de presión externos e internos que intentan influir en la aplicación de las normas. No podemos tener justicia si los que están encargados de hacerla o aplicarla tienen miedo o sienten temor ante esos grupos de presión, porque corremos el riesgo de condenar al inocente y liberar al culpable. Las redes sociales y medios de comunicación deben cumplir una función de construir la convivencia y no destruir personas e instituciones difundiendo temor y falsas informaciones. La manipulación de la opinión pública destruye la seguridad necesaria para proyectar una correcta convivencia ciudadana. Es necesario tomar en serio la educación, la salud, el trabajo y la economía. Ahora es el momento de aprovechar nuestras riquezas para construir un Paraguay mejor. Pedimos planificación y proyección ante el futuro incierto que nos depara.

El diálogo es la mejor herramienta para evitar la confrontación, como nos ha recomendado el Santo Padre, en una reciente carta enviada al señor Presidente: “A través del diálogo sincero con todos los sectores, se comprometan a procurar el bien común, buscando soluciones adecuadas a los problemas que afligen, de manera particular a los más débiles y descartados”. Sin embargo, no vemos desde los poderes del Estado voluntad sincera de construir las bases de un entendimiento, que nos permita, soñar con un mejor futuro para todos. Los intereses creados, la falta de liderazgos, la corrupción en todos los niveles, han ocupado la agenda de la clase dirigente, postergando lo que en verdad es importante para el pueblo. Es hora que las autoridades nacionales organicen y que nos sentemos en la mesa común, por el bien de todos los paraguayos.

La deuda pública debe ser realizada con prudencia y únicamente en cuanto fuera necesaria, atendiendo a no aumentar cada vez más los sacrificios actuales existentes en todos los ámbitos productivos y sociales del país.

La Reforma del Estado, vital para disminuir los gastos innecesarios y tener servicios públicos más eficientes, no ha avanzado más allá de pomposas declaraciones públicas y reuniones de algunos actores, buscando impacto mediático, pero cuidando muy bien, no afectar los irritantes privilegios de quienes debían liderarla. El Estado debe tener el tamaño suficiente para el cumplimiento de sus fines con autoridad, austeridad, dignidad, corrección y eficiencia para bien de toda la población, su protección y cobertura de necesidades esenciales. Necesitamos un estado austero, previsible y al servicio efectivo de los demás.  Su Santidad, el Papa Francisco, en la mencionada carta al señor Presidente, pidió la intercesión de nuestra amada Virgen de Caacupé: “pensando en las dificultades que muchos habitantes de esa querida nación tienen que enfrentar” y, para resolverlos, espera que “todos los responsables de las Res Pública, tengan la asistencia del Espíritu de la verdad”.

  1. LA FAMILIA, DON INAPRECIABLE PARA EL PARAGUAY

El padre y la madre en relación de amor con sus hijos y apertura respetuosa hacia sus ascendentes, forma la familia que está en el origen de esta celebración patria. No podrá avanzar la sociedad que pisotea sus raíces; quienes ningunean su origen, quienes dejen de lado a la familia, no irán a buen puerto.

Denunciamos todo tipo de atropello a la vida, como son el aborto, la eutanasia, el abuso a menores y a la mujer, el tráfico de drogas, el robo, el contrabando y todo tipo de violencia a los derechos humanos. La instauración de la ideología de género en políticas orientadas a la niñez y adolescencia, afecta gravemente la patria potestad, la libertad de enseñanza, la salvaguarda de la moral, el respeto a los niños en su inocencia. Solapadas presiones internacionales de grupos de poder, en complicidad con ciertos ciudadanos de nuestro país, han dejado de lado el amor a la patria, tratan de introducir por la ventana de la gobernanza lo que por las puertas institucionales y legales de las República no puede entrar porque el pueblo lo rechaza. Seamos patriotas, no traicionemos a las familias paraguayas que deben enfrentar enormes desafíos, apoyemos a cada familia. Resistamos al mal y contrarrestemos a fuerza de bien.

Aliento a los padres a transmitir a sus hijos sin complejos y con medios creativos la fe a través de la oración en común, de la bendición con el “tupanói” tradicional, la Palabra de Dios, los sacramentos, especialmente la Eucaristía fuente y culmen de la vida cristiana.

Jóvenes, ¿quieren cambiar el Paraguay para bien? No tengan miedo de dejarse abrazar por Cristo resucitado. Tengan amistades y noviazgos sanos. No rehúyan al matrimonio y la vida en familia. Valoren y respeten a sus padres y abuelos. Apoyen a sus hermanos. Nadie tenga mentalidad de huérfano, porque tenemos un Padre en el cielo que nos ama como somos. Tenemos una Madre amorosa, la Virgen María que nos lleva a Cristo. Dios no nos quita nada, Dios nos da la fuerza de su Espíritu Santo para vivir con plenitud lo que nuestro corazón anhela. Pidan, pidan el Espíritu Santo. Díganle sí a Cristo. No tengan miedo. Cristo es camino, verdad y vida para el Paraguay que fue fundado para darle gloria.

Se hace pues necesario recuperar la conciencia de la primacía de los valores morales, que son los valores de la persona humana en cuanto tal. Volver a comprender el sentido último de la vida y de sus valores fundamentales es el gran e importante cometido que se impone hoy día para la renovación de la sociedad.

  1. LA RESPUESTA DE LA IGLESIA EN TIEMPO DE PANDEMIA

Para terminar, deseo compartir con ustedes la solidaridad de la Iglesia con el pueblo paraguayo en este duro momento de nuestra historia, entre luces y sombras.

Desde la fe sabemos que nosotros ponemos nuestro esfuerzo, y el Señor pone lo demás. Es decir: Dios pone todo, porque Él es quien mueve los corazones de los hombres a la solidaridad. Nadie hace ninguna obra buena si no es movido por el Espíritu Santo, lo sepan o no. Es el tiempo de dejarnos tocar por la compasión ayudando a los que más sufren.

La Iglesia como Madre y Maestra, con todas sus pastorales, celebra el año de la Eucaristía acompañando al Pueblo de Dios en los momentos más difíciles de su historia como lo es en tiempo de pandemia.

Estuvo presente, de manera humilde pero contundente acompañando a los hijos de Dios de múltiples maneras. Por medio de sus sacerdotes, religiosas, consagrados y agentes pastorales han expuesto su propia salud para ayudar a los hermanos más necesitados de la sociedad. Han volcado todos sus esfuerzos para combatir esta crisis humanitaria a través de la oración, de múltiples procesiones con el Santísimo Sacramento llegando hasta los confines de cada parroquia. Varias iniciativas solidarias fueron destinadas a las personas que sufren los efectos de pérdida de trabajo y escasez de víveres: comedores sociales u ollas populares, acompañamiento espiritual a enfermos y familias afectadas mediante la solidaridad de los feligreses parroquiales. “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Lc 4,4). La Palabra de Vida a los creyentes, la catequesis y las homilías han alimentado y fortalecido la fe a través de la Eucaristía, por medio de las redes sociales y los medios de comunicación.

Anunciar la Buena Noticia de Jesucristo a todos los hermanos es la misión de la Iglesia, estando siempre junto a aquellos que nos necesitan. Cristo vivo actúa y acompaña a los hombres a través de su Iglesia y de nuestra frágil presencia.

Y siempre, con santo orgullo, la cruz de Cristo, como marca indeleble de los ciudadanos del cielo que, teniendo los pies en la tierra, siente y anuncia que “El Señor está cerca”.

Que la Mujer gloriosa del Cielo, la Virgen de la Asunción interceda por el Paraguay, en este día de aniversario de su Independencia, por el fin de la pandemia y por quienes desde su responsabilidad personal o gubernamental deben buscar soluciones adecuadas para un país más justo, más solidario y fraterno, en la alabanza a Dios y el bienestar de las familias paraguayas.

 

+ Edmundo Valenzuela, sdb

Arzobispo Metropolitano de la Santísima Asunción

 

[1] (Discurso inaugural de Benedicto XVI, IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Aparecida, 2007).

[2] Leon XIII, Rerum Novarum, n.26