Mensaje de Monseñor Edmundo Valenzuela, Arzobispo Metropolitano y Presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya. En la Catedral Metropolitana de Asunción.

Hermanos y Hermanas:

¡Felicidades Paraguay! ¡Felicidades amada Patria paraguaya! Su aniversario número 207 de Independencia nos encuentra en la transición hacia el fin de un período de gobierno e inicio del nuevo. Es más que oportuno reflexionar sobre nuestro país, a la luz del evangelio proclamado, para contribuir con esa luz, a profundizar el sistema democrático fortaleciendo nuestras instituciones.

¡Qué bueno es escuchar con detención la parábola del administrador! El evangelio de Jesús es siempre luz y esperanza y no doctrinas sino modo de vivir personal y social, sacrificado y coherente. Como buen observador, Jesús elogia a quien cumple sus deberes, con los valores propios de una buena administración, dedicación, transparencia, rectitud y servicio. Es una llamada a un buen vivir, que debe partir siempre del mandamiento del amor. El administrador infiel es una llamada de atención a todos, advirtiéndonos la necesidad de asumir las consecuencias de las propias obras y actitudes. El mismo Jesús, con palabras tan claras y sencillas nos describe al administrador que no piensa en su futuro ni en su responsabilidad, sino que empieza a maltratar a los sirvientes y sirvientas, a comer, a beber y a emborracharse, no ha cumplido las órdenes de su patrón y no ha preparado nada, recibirá un severo castigo.

Entendemos que el servidor infiel, no tiene otro horizonte que su visión estrecha de su realidad y se aprovecha para dar curso a sus apetencias desordenadas, realizando varios actos de verdadera corrupción. Mientras tanto Jesucristo nos advierte seriamente “Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas”.

Nadie se libra de evaluación, benigna o severa, de nuestras responsabilidades sean eclesiales, civiles, sociales y nacionales. El presente es tan trascendente como el futuro y la historia futura que nos juzgará.

Por eso, toda vida ha de considerarse y ejercerla como una respuesta agradecida a la vocación que Dios reserva a cada hombre. Una buena administración de los dones recibidos, incluidos los dones materiales, es una obra de justicia hacia sí mismo y hacia los demás hombres: lo que se recibe ha de ser bien usado, conservado, multiplicado, como enseña la parábola de los talentos.

1- Unos datos preocupantes

La promoción del desarrollo humano y la solución de la inequidad estructural que mantiene en la pobreza y extrema pobreza a casi dos millones de paraguayos (el crecimiento sostenido del PIB – producto interno bruto – en los últimos quince años no se refleja en una disminución de la brecha social. La pobreza afecta al 29% de la población y al 40% de los niños menores a 10 años; el 6% de la población y el 4% de los hogares viven en extrema pobreza o en indigencia). La incertidumbre sobre la estructura de la tenencia y de la propiedad de la tierra en el Paraguay, que salvaguarden los recursos naturales y aporten una solución a la creciente brecha entre campesinos sin tierras y terratenientes.

El urgente planteo sobre la fuente de empleo para los desocupados (1.600.000 desocupados conforme a estudio aportado por la Universidad Católica, 2017).

2- Sobre la visión y el alma de nuestro pueblo

Para los católicos la amistad “consiste en un vivir solidariamente bajo el emblema de paz y justicia”, como reza también nuestro símbolo patrio. Pero la justicia en abstracto convierte a una sociedad fría e inhumana y hasta cruel, por la que hemos de recurrir siempre a la justicia con amor. Según Santo Tomás de Aquino, “cuando la justicia, de hecho sólo se fija en lo general, no defiende al ser humano en su particularidad” (DOCAT 227). Sobretodo recordemos “los cristianos, que no debemos emitir un juicio (así no más) sin fundamento; el prójimo tiene un rostro, un nombre, una historia totalmente personal y una necesidad completamente propia” (ídem).

Esto específicamente cristiano, lo decimos con humildad a todo el pueblo paraguayo que es un País de amigos, últimamente reconocido por las Naciones Unidas (cfr. 30 de julio). Sobre todo en este cambio de época y mirando hacia el futuro, “hemos de abrirnos una y otra vez a las preocupaciones del mundo” (Papa emérito Benedicto XVI, Discurso en Friburgo, noviembre de 2011).

La integración a través de las relaciones bilaterales y multinacionales, la consideración de las energías, bienes y servicios, deben estar disponibles a una sociedad plural, con brechas considerables, y modelos rígidos de desarrollo. A un País en vías de desarrollo no se le escapan los fardos y privilegios materiales y políticos, (según el slogan: un pueblo que antepone los privilegios a los principios, pierde ambas cosas, Eisenhower, 1950). Entonces la vida honesta, una ética participativa y la responsabilidad social regirán los destinos de las familias, jóvenes y personas carenciadas y empobrecidas.

No basta que los números macro y micro se acerquen, los modelos alternativos deben superar la mera confrontación, y por imperio de la constitución y los deberes los jóvenes han de recibir señales claras para trabajar por un futuro promisor. Son inútiles las buenas ofertas, si el consumo no mejora las condiciones de vida de las familias y no se mejora la calidad del gasto público. La inversión siempre apunta a un vida digna y saludable donde todos aprendemos y podemos dar testimonio a las naciones en conflicto que nuestra competencia es leal, trabajamos en clima de confianza y nos cuidamos de una ambición desmedida (La Iglesia recuerda a todos los políticos de los Estados que no sólo deben asumir las propias responsabilidades, sino con respecto a toda la humanidad, DOCAT 233).

3- Algo resaltante de nuestra Constitución

Una administración, en todos los niveles, económico, político, social y cultural tiene por objetivo el bienestar de todos, combatiendo la pobreza y la marginación mediante una educación en valores y los servicios básicos accesibles y equitativos para todos los ciudadanos. Por encima de la valoración de los recursos naturales, prima la valoración de los recursos humanos.

El Estado tiende a garantizar cohesión, unidad y organización a la sociedad. Las instituciones políticas tienden a hacer accesibles a las personas aquellos bienes necesarios e indispensables – materiales, culturales, morales y espirituales – para gozar de una vida auténticamente humana.

Con todo, cabe resaltar que el bien común es deber de todos los miembros de la sociedad, individualmente o en agrupaciones intermedias.

Hemos podido comprobar, con real satisfacción que el 60% de los ciudadanos han ejercido últimamente su deber cívico, consciente y responsablemente, en un clima de absoluto respeto, sin ningún incidente a lamentar, en elecciones libres y transparentes, sin duda a perfeccionar aún la Ley electoral. La colaboración de cada ciudadano es uno de los pilares y garantía para la realización plena, estabilidad y fortalecimiento de la democracia.

Se ha buscado la renovación de los dirigentes políticos. Se busca que la gestión de la vida pública sea fruto de la corresponsabilidad de cada miembro de la sociedad. Esto lo afirmamos a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia (168-169, 189).

4- Testimonio y compromiso de la Iglesia

Nos dijo el Papa San Juan Pablo II: “El Paraguay necesita no sólo confianza en sí mismo, sino también la esperanza cristiana para resolver los problemas del presente y afrontar con decisión los planteamientos del futuro. La esperanza es el motor siempre encendido por la fe y el amor que mueve las conciencias, los grupos y la sociedad entera… no busquen por tanto en ideologías que dividen y son extrañas a la idiosincrasia y mejores tradiciones de su pueblo”.

La Conferencia Episcopal Paraguaya está dedicando su esfuerzo pastoral en el Trienio de la juventud, teniendo en cuenta a un gran sector de la ciudadanía que es el bono demográfico joven. Éste representa una oportunidad y un desafío, que requiere la atención prioritaria para un presente y un futuro mejores.

Además, celebraremos el próximo 23 de junio la beatificación de la primera mujer paraguaya, un modelo de joven por su interés en el bien de los demás, anunciándoles el amor de Jesucristo. Será para el Paraguay un llamado a la santidad y vida ejemplar, siempre a la mano, cuando cumplimos nuestro deber con amor y conciencia responsable.

Pasadas las elecciones, es bueno subrayar algunos desafíos que el amor a la Patria nos demanda, a las autoridades y a los ciudadanos, y que quiero presentar en este magno encuentro de acción de gracias a Dios por la Patria.

Un primer gran desafío patriótico que tenemos como comunidad nacional es demostrar una firme voluntad para consensuar estrategias y mecanismos viables que ayuden a vencer el estado de corrupción e impunidad que permea nuestras instituciones y priva a nuestro pueblo de los recursos imprescindibles para lograr condiciones de vida digna y plena para amplios sectores de nuestra sociedad que vive en la indigencia y en la pobreza y pobreza extrema.

Para vencer la corrupción y la impunidad, debemos impulsar, con voluntad firme, la reforma del sistema judicial y penitenciario, la depuración y el saneamiento estructural de las instituciones públicas y contar con jueces y fiscales probos en todas las instancias judiciales. Una justicia proba e independiente será la mejor garantía para consolidar la democracia.

Así también, entre otros desafíos, urge trabajar mancomunadamente por la soberanía territorial, energética y alimentaria, superando varios factores que agreden nuestra identidad como nación, con mayor y mejor presencia de las instituciones del Estado, acompañando a las poblaciones que están en las fronteras geográficas y existenciales, con recursos materiales, culturales y espirituales.

Conclusión

Será una hermosa fiesta paraguaya la beatificación de la Hna. María Felicia de Jesús Sacramentado, llamada familiarmente, Chiquitunga. Su amor apostólico, para gloria de Dios y salvación de las almas, nos ayude, como país, a buscar el bien común y la dignificación de cada persona y de toda familia paraguaya.

Nos dice Papa Francisco al respecto de la esperanza: “Aprendamos a conservar la esperanza, a dejarnos sorprender por Dios y a vivir en la alegría, porque la esperanza es la virtud que debe permear los corazones de aquellos que creen, sobre todo cuando las situaciones de desesperación a nuestro alrededor parece querernos desalentar”.

Invocamos, en este Te Deum, sobre nuestro pueblo la bendición de Dios Todopoderoso, la protección de la Santísima Virgen María y la intercesión de San Roque González de Santa Cruz y compañeros mártires.