Biografía de Monseñor Bogarín
El comienzo
Juan Sinforiano Bogarín González nació el viernes 21 de agosto de 1863. En el paraje de Ñanduruguá cercano a la capilla de Mbuyapey. Hijo de Don Juan José Bogarín y Mónica de la Cruz González de Bogarín. Recibió el bautismo dos días después, el domingo 23 de agosto en la capilla de Mbuyapey, y la confirmación de manos del entonces Obispo Manuel Antonio Palacios el 21 de febrero de 1864.
Apenas tenía tres años cuando perdió a su padre, soldado defensor de la ciudad de Humaitá, y a su madre años después, también en plena guerra, que moría víctima del cólera. A los seis años, junto con sus hermanos, quedó solo, sin otros recuerdos que los tiernos del niño.
Concluida la guerra, con sus dos hermanos Juan José y Silvana, dejó el valle donde nació y se refugió en la casa de sus tías maternas, las hermanas González, y su abuela materna ubicada en Arecayá, poblado cercano a Limpio. Allí creció no como un desubicado o como manojo de yuyo sembrado por un viento de lejanías. Allí desde muy joven se dedicó a trabajar la tierra.
A los 10 años aproximadamente, su hermano mayor le enseñó a leer y a escribir, por un año fue alumno en una escuela de Luque. Al cerrarse la escuelita volvió a los oficios de campesino.
En 1880, ingresó al Seminario recientemente creado, a la edad de 17 años. A modo de alumno becado. Recuerda el mismo Monseñor Bogarín, instado por su hermano mayor quien le alentaba a presentarse al examen de ingreso. En aquel entonces la administración de la Diócesis y la custodia del Seminario estaban bajo cuidado directo de Mons. Pedro Juan Aponte quien confió la dirección del Seminario a los Padres de la Misión de San Vicente de Paul.
El Seminario
El seminario conciliar de la post guerra abrió sus puertas el 4 de abril de 1880, fue el joven Juan Sinforiano Bogarín, uno de los primeros alumnos del nuevo seminario, habiendo sido compañero de Juan Bernabé Colman, Miguel Maldonado y Enrique Valiente.
Había recibido la tonsura clerical y las órdenes menores el 18 de febrero de 1883, el subdiaconado el 30 de agosto de 1885, el Diaconado el 19 de setiembre del mismo año y como aún no tenía la edad canónica para ser ordenado sacerdote, vio a sus compañeros, nos cuenta el Padre Fidel Maíz, subir antes que él las gradas del Santo Altar.
El Padre Juan Sinforiano
Recibió el orden sagrado de Presbítero el 24 de febrero de 1886, fue Monseñor Pedro Juan Aponte quien le impuso las manos en solemne ceremonia en la Iglesia Catedral de Asunción, a los pies de Nuestra Señora Santa María de la Asunción y bajo el patrocinio del Señor San Blas, Patrono del Paraguay a quien siempre tendrá presente en varias de sus cartas pastorales.
Apenas había recibido la consagración sacerdotal ya despertó la confianza de su obispo que, correspondiendo al deseo de todos cuantos le conocían, llamó al presbítero Juan Sinforiano a desempeñar las funciones de su ministerio en la primera iglesia de la diócesis, la Iglesia Catedral.
Los enfermos y los moribundos encontraban a todas horas, de día y de noche, tesoros de consuelo en su corazón bondadoso, y ningún pobre se acercaba a él sin que se abriese su corazón y su bolsillo.
El Obispo Don Pedro Juan Aponte, quien apreciaba cada vez más al joven cura párroco, lo llamó a su lado para compartir con él como secretario los trabajos que se le imponían sobre sus espaldas, algo cansadas por los años y la enfermedad, la difícil situación en que se encontraba la iglesia paraguaya.
Obispo del Paraguay
Fallecido Monseñor Aponte, el 14 de septiembre de 1891, se había presentado a Roma, por vía ordinaria, una terna de candidatos para la previsión de la sede vacante, y la Santa Sede había puesto los ojos en el último de los tres sacerdotes presentados, quienes fueron: Don Claudio Arrúa, Doctor Don Narciso Palacios y Don Juan Sinforiano Bogarín.
El día 21 de septiembre de 1894, el Papa León XIII, por Bula pertinente, eligió al cura de la catedral, presbítero Juan Sinforiano Bogarín, Obispo Diocesano de Asunción. Monseñor Don Juan Sinforiano Bogarín González recibía la solemne consagración canónica, el día de la festividad del Santo Patrono de la República, San Blas, el 3 de febrero de 1895. Tenía entonces 31 años de edad y era el más joven de los obispos americanos.
Presidió, como consagrante, la majestuosa ceremonia litúrgica, el ilustre Obispo salesiano, titular de Trípoli, Monseñor Don Luis Lasagna, muerto después trágicamente en el Brasil.
Un hombre para todos
La Carta Pastoral que dirigió Monseñor Juan Sinforiano Bogarín en ocasión de su consagración episcopal es la manifestación no solo de su profunda humildad, sino también, de la ternura inmensa que concibió desde un principio hacia la grey que el señor le confiara.
El 25 de diciembre de 1898 el Papa León XIII convocó en Roma a todos los obispos de América Latina. A pesar de que el Paraguay así como el de Nicaragua y Costa Rica eran únicos obispos en sus respectivos países fueron llamados nominalmente.
Un gran misionero
Referente a estos trabajos apostólicos, el padre Fidel Maíz, dejó anotado lo que sigue entre otros datos interesantes: Monseñor Bogarín, en la primera visita general a los 100 pueblos del país, ha recorrido, de ida y vuelta, por las vías terrestres y fluvial, la distancia de 1302 leguas, duplicadas en la segunda visita general.
Después, en sus viajes extraordinarios, por villas, pueblos y lugares los más lejanos de la Asunción. Recorrió otra distancia de 1243 leguas de penosísimos tránsitos, idas y vueltas, por tierras y diversos ríos, arroyos y sendos pantanos. Ha recorrido, pues un total de 3847 leguas, bien más que menos. Esto escribía el padre Fidel maíz en 1913 refiriéndose a las primeras visitas pastorales.
Tres veces recorrió la República entera, cumpliendo aquel divino postulado de ser la sal de la tierra. Son fabulosas las cifras de kilómetros andados, de bautismos hechos, de confirmaciones impuestas, de matrimonios consagrados, de comuniones repartidas. No hubo un pueblo, una aldea, un rancho donde el obispo Bogarín no tuviese un amigo o un ahijado, compadre de muchísimos paraguayos, tenía el don de recordar y memorizar nombres y hechos, cualidad de caudillo que nuestra campaña vale más que todos los títulos.
Un gran obrero
Su principal cuidado fue fomentar las vocaciones eclesiásticas, y a pesar de sus múltiples ocupaciones y de mil dificultades de todo orden, cada año el seminario conciliar llenaba sus aulas y su capilla con nuevos grupos de jóvenes a quienes animaba al estudio y a la piedad. Por ello, el seminario le tuvo siempre en gran preocupación hasta que mediante la creación de la obra Pro Seminario y los trabajos incesantes del padre J. Meyer y A. Frutos fue comprado en 1927 el terreno y comenzó dos años después la edificación monumental que actualmente es la sede de la institución conocida hoy día como Ex Seminario Metropolitano.
Promovió las primeras asociaciones y movimientos de apostolado laico que surgieron en el Paraguay. Primeramente, la liga de damas católicas, la juventud católica, el centro estudiantil y la Federación de la juventud católica. Posteriormente en 1932, fue fundada la acción católica del Paraguay, que desde 1941 tendrá un gran impulso gracias a su director general, el padre Ramón Bogarín Argaña, más tarde obispo de San Juan Bautista.
Defensor de la moral y las buenas costumbres
Defensor y promotor de la reconstrucción familiar, exaltó el valor de la familia cristiana, apuntando como males sociales de nuestro pueblo, que debían ser superados, la poligamia, los hijos naturales, y el concubinato. En sus giras pastorales, legalizó millares de uniones de hecho.
Se opuso victoriosamente a un proyecto de ley sobre el divorcio, al que calificaba como desgracia de la sociedad, de la mujer y de los hijos. Cuando el gobierno paraguayo trató de sancionar la ley de matrimonio civil, Monseñor Bogarín tomó la defensa del hogar y encontró acentos de admirable elocuencia en su carta al Congreso Nacional y en su Carta Pastoral al clero y el pueblo cristiano para suplicar a los gobernantes no cometiera tal atentado contra las fuerzas vivas de la nación.
Amante de la historia y la cultura
El culto por las cosas del terruño ha hecho de Monseñor Bogarín un coleccionista de antigüedades de valor histórico. Con paciente constancia hurgador sagaz, formó un pequeño museo que es su orgullo y su más placentero motivo de ocupación en las horas de ocio. Le gustaba exhibirlo y reseñar, con gran riqueza de pormenores, cada una de sus piezas. Esas cosas que Monseñor guardaba en cofres, anaqueles y vitrinas son, casi todas, voces insignes del pasado, que hablan de la recia historia de la antigua provincia gigante de las Indias a cuyo escenario se asomaba sin asombro Monseñor, cuya sangre guarda ecos de esa historia, oye esas voces con emoción reverencial.
Si en la capilla de su palacio adoraba a Dios en su omnipotencia y su misericordia, en el museo aledaño veneraba a su patria y buscando su pasado soñaba con un porvenir digno de los pastos antiguos. Dios y patria. El Museo Monseñor Juan Sinforiano Bogarín es hasta hoy, una verdadera reliquia, un tesoro incalculable de nuestro patrimonio nacional.
La Independencia de la Iglesia Paraguaya
En sesión del 22 de agosto de 1928 fue presentado a la Cámara de Diputados un proyecto de ley por el cual se creaba la provincia eclesiástica del Paraguay y se autorizaba al Poder Ejecutivo a gestionar de la santa sede la elevación del obispado de la Asunción a la categoría y dignidad del Arzobispado. La Cámara de Diputados lo aprobó el 5 de septiembre del mismo año siendo también aprobado por el Senado. Convertido posteriormente en ley.
Fue así que, en el año 1928, por ley del Congreso Nacional, la sede de Asunción fue convertida en Arzobispado y proponiendo la creación de las Diócesis de Concepción y Villarrica. El 1 de mayo de 1929 fue expedida la Bula de nombramiento de parte del Vaticano por el Papa Pío XI, quien al mismo tiempo erigía las dos diócesis nuevas, de Villarrica y Concepción y Chaco, como sufragáneas.
Y el 15 de agosto de 1930 recibía el obispo Bogarín el Palio Arzobispal. De esta manera la diócesis del Paraguay recuperó su vieja jerarquía con la creación de La Provincia Eclesiástica del Paraguay.
La ceremonia de la imposición del palio se realizó en la vieja Catedral de la Asunción, fue presidida por el Señor Nuncio Apostólico de su Santidad, Monseñor Felipe Cortesi, y asistieron oficialmente los miembros de los tres poderes del Estado, el cuerpo diplomático y una representación selecta del Episcopado y clero de la República Argentina.
En los tiempos más angustiantes
Su preocupación por la paz y la concordia de la gran familia paraguaya le llevó a condenar la violencia, el sectarismo y la intolerancia, en momentos de agitación y luchas, en 1904, 1908, 1911, 1912, 1922, 1923, 1936, 1940, 1947 y 1948. En víspera de la Guerra del Chaco, exaltó la unidad nacional y pidió a todos los partidos políticos para que aún después de terminado este conflicto, sigan colaborando en bien de la patria. En la post guerra condenó al comunismo e impartió claras enseñanzas de doctrina social cristiana sobre la persona humana, la familia, la sociedad civil y los derechos de la iglesia.
Durante la Guerra del Chaco fue el paño de lágrimas de tantas madres paraguayas. Y desde Bolivia recibía voluminosa correspondencia que pedía noticias y protección para los desgraciados prisioneros. Ninguna de ellas quedó sin recibir contestación autógrafa del bondadoso ya anciano arzobispo paraguayo. Así también el pueblo de la Paz le recibió con gran cariño cuando varios años después visitó aquella ciudad.
En la memoria de toda la nación
En 1937 presidió las celebraciones del Primer Congreso Eucarístico Nacional, imponente demostración de fuerza popular y organización de una iglesia que había sido reconstruida desde sus cimientos. Imagen viva del buen pastor. Se lo llamó Ángel de la paz, Apóstol misionero, Lucero del Paraguay, Reconstructor moral de la nación. Anduvo 48,425 km, en sus giras pastorales, bendijo 10,928 matrimonios, impartió 553,067 confirmaciones, pronunció 4055 conferencias doctrinales y escribió 66 cartas pastorales.
Sus últimas cartas y exhortaciones, en el ambiente caldeado por la post guerra civil de 1947, fueron en favor de la paz, del desarme espiritual, de la honestidad, de trabajo honrado y del amor fraternal. La figura serena y armoniosa de Monseñor Juan Sinforiano Bogarín aun entrega una peculiar briza a la memoria histórica de toda la nación Paraguaya. Descansó en la paz del Señor acudiendo a su llamado el viernes 25 de febrero de 1949, a las catorce y quince horas.