(Mt. 2,1-12) “los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron.”
Hemos venido para celebrar con los tres Reyes Magos, entre ellos al santo Rey Baltasar, nuestro Santo Patrono, para adorar al Niño Jesús para contemplar la hermosura de la excelsa gloria de Dios.
Dios Creador del universo. Con el salmista podemos cantar (Salmos 8:4) Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que creaste, ¿qué es el ser humano para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; ( Salmo147:4) Dios el Señor cuenta el número de estrellas, y llama a cada una por su nombre; también cuenta nuestros nombres. Jesús, manifestado en la Estrella, Luz plena, Nombre que está sobre todo Nombre, sus luces son incontables. Tanto nos ama el Señor que nos corona con la gloria y el esplendor del nacimiento de Dios hace 21 siglos, Dios hecho hombre. Viene a iluminar a todos los pueblos y a alumbrar las noches de la humanidad.
Esta mañana en la Misa de la Solemnidad de la Epifanía del Señor, el Papa Francisco nos dejó este bello mensaje: La estrella es luminosa. Muchos soberanos, en el tiempo de Jesús, se hacían llamar “estrellas”, porque se sentían importantes, poderosos y famosos. Pero no fue la luz de ninguno de ellos la que reveló a los Magos el milagro de la Navidad. El esplendor, artificial y frío que ellos tenían, fruto de cálculos y juegos de poder, no fue capaz de responder a la necesidad de novedad y esperanza de estas personas en búsqueda. En su lugar lo hizo otro tipo de luz, simbolizada en la estrella, que ilumina y da calor quemándose y dejándose consumir. La estrella nos habla de la única luz que puede indicarnos a todos los caminos de la salvación y de la felicidad: la del amor. Esa es la única luz que nos hará felices.
Ante todo, el amor de Dios, que haciéndose hombre se nos ha dado sacrificando su vida. pensemos en esto: ¿somos nosotros luminosos en la esperanza? ¿Somos capaces de dar esperanza a los demás con de la luz de nuestra fe?
Hay un aspecto del evangelio que es importante subrayar por sus consecuencias para nuestra vida personal y para nuestra vida de fe: los magos tuvieron su Epifanía, su manifestación de Dios, porque supieron reconocer el rostro de Dios en los rasgos de un hombre-niño. Es evidente que, si no somos capaces de encontrarnos con Dios en los hombres, no lo descubriremos nunca.
Si no vemos a Dios en el prójimo, nunca tendremos nuestra Epifanía y, por consiguiente, estaremos en las tinieblas y en el grupo de los “Herodes” que privilegian su posición de poder, sus intereses mezquinos, capaces de todo tipo de decisiones, por acción u omisión, que atropellan la dignidad de los más pequeños e indefensos, llegando incluso a la matanza, como cuando Herodes ordena la eliminación de todos los niños pequeños de Belén.
Belen también nos lleva a reconocer el rostro llagado de Cristo en los rostros de tantos niños sacrificados por la densa oscuridad, de las corruptas tinieblas. Niños víctimas de abusos y violencias de todo tipo, de orfandad y abandono, sacrificados en las guerras, hambreados y enfermos, víctimas de trata de personas, tráfico de niños y adolescentes, niños, a quien se les Impide gestarse y nacer, como las muchas víctimas de abortos procurados
Nadie puede decir que ama a Dios, a quien no ve, si no ama al prójimo, a quien ve, dice San Juan. Por ello es que el mandamiento central de nuestra fe se resume en amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Ser guardianes especialmente de los más débiles y vulnerables. La única imagen de Dios auténtica es la persona humana, hecha a su imagen y semejanza.
El 12 de enero estaremos conmemorando los 100 años de nacimiento de María Felicia de Jesús Sacramentado. Si años de nacimiento de una estrella fulgurante en el horizonte del Paraguay, como nacida en Villarrica del Espíritu Santo. Desde muy joven el corazón de Chiquitunga ardía de amor a Jesucristo, y se consumía de celo apostólico: el deseo de colaborar con Jesús en su obra salvadora. Ella que siempre creía tener «una salud de hierro», comenzó a sentir un decaimiento físico, sobreponiéndose a la enfermedad. Pero la hepatitis infecciosa, que ya había llevado a la tumba a una de sus hermanas, la obligó a internarse en un Sanatorio de la ciudad, en enero de 1959. Muere el 28 de abril de 1959. Encontró su Epifanía definitiva: Se yergue de pronto en su cama y exclama: «¡JESÚS, TE AMO! ¡QUE DULCE ENCUENTRO! ¡VIRGEN MARÍA!». Y Jesús se la llevó con Él. Su muerte tuvo gran resonancia pues era muy conocidad por su labor en la Acción Católica. Recuerdan las Hermanas que llegaban en caravanas de todas las partes del país, y todos decían: «ha muerto una santa».
Estoy pasando unos días de verdadera preocupación: un tanto el desaliento y otro tanto la tristeza de esto que llamo soledad, han querido envolverme sin más ni más en sus redes. Por ello mismo multiplico mis defensas: el trabajo desplegado es el más intenso. Y cómo cuesta ofrecer, Señor; esto ya estaba ofrecido.
En sus escritos podemos admirar el ofrecimiento total y radical de su vida, de su corazón y aún de su cuerpo, a su amado Jesucristo. Primero en el apostolado activo y después en la vida contemplativa del Carmelo.
En sus escritos podemos admirar el ofrecimiento total y radical de su vida, de su corazón y aún de su cuerpo, a su amado Jesucristo. Primero en el apostolado activo y después en la vida contemplativa del Carmelo.
¡Qué bien se está contigo
Qué bien se está, Jesús, cuando se está contigo, las rodillas al suelo y los brazos en cruz; media noche y rodeada de misterio, sólo el alumbrar de algunas estrellas la luz. Qué bien se está, Jesús, cuando se está contigo, reclinada la frente sobre tu pecho, ¡así!; y mientras, van pasando las horas más sublimes, como el perfume suave de aquel blanco jazmín. Qué bien se está, Jesús, cuando se está contigo; ya casi no se escucha latir el corazón, y van callando, una a una las plegarias, en los labios que estrujan besándote en la cruz.
6 de enero 2025
+ Adalberto Card. Martínez Flores
Arzobispo Metropolitano de Asunción
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