Compartimos la homilía del Arzobispo Metropolitano, Monseñor Edmundo Valenzuela quién presidió la Celebración Eucaristía el día de hoy, 07 de diciembre en el marco del novenario de la Virgen de los Milagros de Caacupé

 

“Los jóvenes llamados a descubrir su vocación de seguir a Jesús”

Queridos Jóvenes y sus familias
Abrazarse a Cristo Jesús.

La Palabra proclamada en esta liturgia, víspera de la gran fiesta de la Inmaculada Virgen de Caacupé, nos ayuda a meditar sobre la vocación de los jóvenes a seguir a Jesús. Sólo se podrá descubrir esa vocación en el encuentro gozoso con Él, el amigo y el buen Pastor, que les invita a una vida nueva, a una conversión del corazón, para iniciar el largo camino del discípulo, en una comunidad de hermanos que se vuelven misioneros del Reino de Dios.

El contexto actual de la globalización ciertamente no facilita que los jóvenes descubran ese gran tesoro de su vocación humana y cristiana, en el seguimiento de discípulo misionero de Jesús.

Muchos jóvenes, lamentablemente no podrán llegar jamás a realizar el proyecto de felicidad que Dios les depara. Quedarán a mitad camino, despojados de las mínimas condiciones de vida digna, sin adecuada educación, enfermos por los vicios, sin cariño de sus progenitores.

Esta realidad les amenaza a vivir la vocación humana y cristiana, no podrán llegar a la vida digna de hijos e hijas de Dios, estarán lejos de la verdad, de la justicia, del amor y de la paz.

En el evangelio proclamado les decía a todos, especialmente a la porción más importante de la sociedad, los jóvenes: “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso.  Pues mi yugo es suave y mi carga liviana.”

Isaías hoy hizo una afirmación que llama la atención: “los jóvenes se cansan y se fatigan y hasta pueden llegar a caerse”. Es la fragilidad propia de esa edad, en la que la persona humana, mediante el don de la vocación que Dios da a cada uno, debe ir construyéndose, en la liberación del mal, de los instintos e impulsos para asumir la libertad, la verdad, la justicia y la paz, de los hijos de Dios. 

  1. El ambiente en que viven nuestros jóvenes.

La Conferencia Episcopal Paraguaya, destina estos tres años al protagonismo de los jóvenes para que sean artífices de futuro con una esmerada educación cristiana, para ser ciudadanos libres y responsables. El trienio de la juventud propone el lema: “abrazarse a Cristo Jesús”, y la Iglesia, signo de salvación para todos, quiere acoger la multiforme variedad de jóvenes de nuestro país, en su diversidad de vida y situaciones sociales y culturales.

Encontramos jóvenes sensibles a descubrir su vocación a ser amigos y discípulos de Cristo. Son “centinelas del mañana”, para la renovación del país a la luz del Plan de Dios. Saben que el sacrificio y la entrega de la propia vida, da sentido a sus ideales. Son generosos, llamados a servir a sus hermanos, especialmente a los más necesitados con todo su tiempo y vida.

Se distancian de las falsas ilusiones de felicidad y de los paraísos engañosos de la droga, del placer, del alcohol y de todas formas de violencia. Como jóvenes están llamados a transmitir a otros jóvenes sin distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad.

Jesús los llama con cariño: “ustedes son mis amigos”. Amigos de Jesús son todos los jóvenes. Su primera vocación es una vida humana sana, armoniosa, digna, competente para afrontar dificultades con soluciones adecuadas. Además de la vocación humana, Jesús los llama a la vocación cristiana, a ser sus discípulos misioneros, en uno de los tres estados de vida de la Iglesia: el matrimonio y la familia, la vida consagrada y religiosa, y para los varones, la vida sacerdotal.

Me parece importante partir de la situación socio, económico, político y cultural en que viven nuestros jóvenes y que les impide vivir su vocación a la vida digna.

Una realidad que está golpeando a todos los sectores de la población paraguaya, pero principalmente al más pobre, es la violencia, producto de las injusticias y otros males, que durante largos años se ha sembrado en el país. Fomenta una mayor criminalidad y, por tanto, muchos jóvenes tienen que cumplir penas en recintos penitenciarios inhumanos, caracterizados por el comercio de armas, drogas, hacinamiento, torturas, ausencia de programas de rehabilitación, crimen organizado impidiendo reeducación e inserción en la vida productiva de la sociedad. Hoy por hoy, nuestras cárceles son escuelas para aprender a delinquir.

Los jóvenes de la calle, son también llamados por Jesús a una vida digna. Con todo, lamentamos que estén obligados por la pobreza y falta de educación, a buscar recursos económicos en la calle para su supervivencia personal y familiar, exponiéndose a graves riesgos morales y humanos.

Los jóvenes misioneros se comprometerán por acercarse a recuperar los niños y jóvenes que se dedican al vandalismo: barras bravas, pandillas de violentos, motochorros, asaltantes de transeúntes, carteristas o descuidistas, rateros, robacoches, tortoleros, pirañitas, los de pintatas o grafitis, los peajeros. Todos ellos apoyados ocultamente por inescrupulosos adultos “reducidores” que compran objetos robados.

El machismo que heredamos por la educación tradicional familiar, contrasta con  la práctica de Jesús para  dignificar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible. Pues, la relación entre la mujer y el varón es de reciprocidad y colaboración mutua. Se trata de armonizar, complementar y trabajar sumando esfuerzos.

Lamentamos que innumerables mujeres jóvenes no sean valoradas en su dignidad, queden con frecuencia solas y abandonadas, distorsionadas por  corrientes ideológicas, marcadas por la impronta cultural de las sociedades del consumo y el espectáculo, que son capaces de someter a las mujeres a nuevas esclavitudes. Es necesario en Paraguay superar una mentalidad machista ya que existe una “igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre.

La Iglesia, aprendiendo de Jesús el mandamiento del amor y del respeto a la vida, rechaza enérgicamente la violencia, el homicidio, en especial el de las mujeres y alienta a los jóvenes que buscan el suicidio a encontrar el sentido del amor y del servicio a los demás.

Nos duele la situación de pobreza, de violencia intrafamiliar (sobre todo en familias irregulares o desintegradas), de abuso sexual, por la que atraviesa un buen número de nuestra niñez y adolescencia: huérfanos, y varones y mujeres engañados y expuestos a la pornografía y prostitución forzada, tanto virtual como real.

Es deber social del Estado crear políticas inclusiva de las personas de la calle y tarea de la pastoral de juventud la educación preventiva basada sobre el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.

Hay también jóvenes desplazados por causa de la violencia, que viven en los cinturones de las ciudades, en los precarios asentamientos, en los bañados de Asunción.  Aplaudimos los programas de las Autoridades Nacionales, en especial de los Poderes Legislativo y Ejecutivo para que lleguen a buen término el proyecto de la Costanera Norte y Sur, para beneficio de esas familias que han sufrido por años el flagelo de las inundaciones.

Los jóvenes con el VIH Sida, necesitan el acompañamiento comprensivo, misericordioso; a igual que las jóvenes mujeres que han practicado el aborto, ya que es un crimen abominable;  deben ser ayudadas por profesionales de la salud y por leyes que defiendan y protejan la vida, conscientes de la dignidad de la vida humana y del arraigo de la familia en nuestro país.

Nos preocupan los jóvenes adictos a las drogas, al chespi, jóvenes chespiritos o mariguaneros. El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce fronteras, ni geográficas ni humanas. Ataca por igual a familias ricas y pobres, a niños, jóvenes, adultos y ancianos, a hombres y mujeres.

Todos debemos estar en una lucha frontal contra el consumo y tráfico de drogas, apoyando a los gobiernos y entidades civiles que trabajan en este sentido, urgiendo al Estado en su responsabilidad de combatir el narcotráfico y prevenir el uso de todo tipo de droga. Denunciamos que la comercialización de la droga se ha hecho algo cotidiano en muchos de nuestros colegios y escuelas, debido a los enormes intereses económicos en torno a ella. Consecuencia de ello es el gran número de personas, en su mayoría niños y jóvenes, que ahora se encuentran esclavizados y viviendo en situaciones muy precarias, que recurren a la droga para calmar su hambre o para escapar de la cruel y desesperanzadora realidad que viven.

La educación en los valores humanos y cristianos, especialmente el valor de la vida y del amor, de la fe y de la esperanza, en la propia responsabilidad y la dignidad humana de los hijos de Dios, deben prevenir a nuestros jóvenes.

Hay muchos jóvenes amenazados y oprimidos por la falta de cultura y por tanto no podrán desarrollar todas las potencialidades que Dios les puso en sus vidas:

Muchos jóvenes están muy afectados por el analfabetismo funcional y por una educación de baja calidad, con distorsión antropológica y reduccionista, que limitan sus horizontes de vida y dificultan la toma de decisiones duraderas. Vemos la ausencia de jóvenes en lo político debido a la desconfianza que generan las situaciones de corrupción, el desprestigio de los políticos y la búsqueda de intereses personales frente al bien común.

La Iglesia agradece a todos los que se ocupan de la defensa de la vida y del ambiente. Hay que darle particular importancia a la más grave destrucción en curso de la ecología humana. Está cercana a los campesinos que con amor generoso trabajan duramente la tierra. Valora especialmente a los indígenas por su respeto a la naturaleza y el amor a la madre tierra como fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano.

Nos duele también los jóvenes amenazados y oprimidos por la falta de fe y de evangelización.

El pluralismo de orden cultural y religioso, propagado fuertemente por una cultura globalizada, acaba por erigir el individualismo como característica dominante de la actual sociedad, responsable del relativismo ético y la crisis de la familia. Muchos jóvenes se encuentran desorientados frente a este cambio cultural.

Queridos jóvenes: La Iglesia les reafirma que ustedes tienen derecho a que se les estimule la recta conciencia a los valores morales y a conocer y amar más a Dios. Rogamos encarecidamente  a los que están frente a la educación nacional y a las familias paraguayas, a procurar que la juventud nunca se vea privada de este sagrado derecho.

Las relaciones personales y la vida comunitaria no deben ser suplidas por los medios de comunicación social. Será bueno que en la familia los padres alerten a sus hijos para un uso consciente de los contenidos disponibles en Internet.

El Profeta Isaías nos acerca hoy a comprender y valorar la realidad en que viven los jóvenes del mundo y de nuestro país. “Los jóvenes se cansan y pueden caer”.

En especial aquellos que han caído en el pecado, en la violencia, en el cigarrillo, en las drogas, en el alcohol, en los vicios del sexo, en el aborto, en las ideologías de género, De todos ellos nos debemos ocupar en nuestra pastoral, para estar cerca de ellos y ayudarlos a descubrir que son amados por Dios, que son sus hijas e hijas, que Cristo Jesús les abraza para lanzarlos a una nueva vida llena de amor y de esperanza. Este es el llamado de Jesús, su voz de amigo y pastor: “vengan a mí, Yo los aliviaré”.  Entonces, los jóvenes aprenderán de Jesús, manso y humilde de corazón y podrán llevar su yugo, el yugo del amor en el servicio y la entrega por le bienestar de las familias y por el bien común nacional.

  1. Los jóvenes llamados a descubrir su vocación en el seguimiento de Jesús.

Ustedes jóvenes están llamados por Dios a una vida plena. La vida es una vocación para hacer la experiencia de amar y servir. Cuando Dios llama, llama para realizar el bien, la verdad, la justicia, el amor. El Proyecto de Dios sobre cada hombre se realiza llevándolo a desarrollar todas sus potencialidades, su capacidad de aprender a ser, de conocer, de hacer y de vivir con los demás. El llamado de Dios es una sorpresa para caminar por el camino de la vida, de la felicidad, de la perfección de cada varón y de cada mujer.

Qué afortunados quienes viven esa experiencia! No malgasten la vida en el egoísmo, el placer, en la búsqueda incansable del dinero y atraídos por el poder! No se dejen perder la vida por sus luces de night club! Ustedes valen mucho más!

Tu vida, joven es una vocación, es un proyecto de vida que Dios te prepara. Estás llamado a vivir tu libertad asumiendo el proyecto de Dios, a semejanza de Cristo que es el proyecto del hombre, quien vino a servir. Supera el individualismo y ábrete a la experiencia de comunión dentro de la Iglesia. Tu vocación es un acontecimiento de gracia para responder responsablemente a Dios y para crecer en la madurez mediante la interiorización de valores y el discernimiento de los signos con que Dios te habla. Comienza a recorrer una conciencia evangélica de tu libertad descubriendo la vida como don, servicio y misión.

Querido joven, la llamada que Dios te hace es a una misión. No temas ante esa misión, es Jesús que te invita a compartir su misma misión. Tal vez como Pedro tengas temor, te sientes pecador, pero como Andrés y Juan deseas conocer a Jesús. Él te hace una propuesta personal, ser pescador de hombres. Esa llamada es una condición nueva en tu vida que te hace ser distinto de los demás. Una lejanía y separación de los familiares pero que te acerca a Jesús para compartir su lógica de “perder la vida”. Entonces, comienzas a seguir, en obediencia dándote a  ti mismo como don tal, en la escuela de la palabra de Jesús, en adhesión madura de la fe en él, el Señor. Comienzas entonces a ser discípulo de Jesús, negándote a ti mismo y morir, como la semilla en el surco, para crecer y dar fruto. Tu ejemplo es siempre Jesús, muerto y resucitado, signo radical de la vocación cristiana. Al identificarte con Jesús, el Señor, asumes su misma misión para la salvación del mundo, de nuestro país.

Te recuerdo, querido joven, que hay también unos signos interiores de tu vida, que pertenecen al misterio de la persona y a la pedagogía de Dios, no razonable. Por ejemplo, cuando sientes una intuición profunda de un valor particular de la experiencia cristiana; es para ti una simpatía hacia una vocación precisa. Es la intuición de la bondad de un servicio a tiempo pleno para el Señor, de la virginidad consagrada por el reino; entonces para ti se podrá volver una fascinación misteriosa por la vida contemplativa, o tal vez por el deseo de una relación afectiva particular orientada al matrimonio. Si estás llamado al matrimonio, examina bien, joven, tu libertad de elección de la pareja con quien vivirás para siempre, cultivando el amor fiel y duradero, en la oración, en la escucha de la Palabra, en la participación de la vida de tu comunidad.

Y si el Señor te llama y sientes esa intuición de tu voluntad de trabajar para el reino de Dios y su Iglesia en la vida sacerdotal, reza y participa diariamente en la santa Misa, para discernir ese llamado de amor preferencial hacia ti de parte de Jesús.

Querido joven, sigue a Jesús, cultiva tu vocación, aprecia tu vida y las cualidades y carismas que el Señor depositó en ti.

Una vida plena, queridos jóvenes, se realiza en la Iglesia en uno de los tres estados de vida: el matrimonio y la familia, la vida consagrada, y la vida sacerdotal. La vida plena se encuentra en el llamado de Dios a cada uno, según su capacidad y carisma. Nadie puede meterse por aventura a un camino al que no es llamado por el Señor. De ahí, toda vocación se cultiva en la búsqueda sincera a partir de la oración, de la Palabra de Dios, de los signos encontrados en la experiencia de una comunidad familiar o eclesial.

Joven, tu oración diaria debe ser: ¿Qué quieres de mi, Señor?

La vocación al matrimonio y la familia es el llamado común a muchos jóvenes. El noviazgo renovado hoy, ayuda a emprender el camino a una vida feliz formando la familia, pequeña Iglesia doméstica, sobre la base del sacramento del matrimonio.

Pero, no todos están llamados al matrimonio. Hay otras dos vocaciones específicas más que surgen del propio bautismo, en el seguimiento de Jesús: Jesús llama la vida consagrada a configurarse como él en la pobreza, castidad y obediencia; y Jesús llama a quienes quiere para consagrarles como Pastores de su Iglesia.

Los tres estados de vida, matrimonial, consagrada y sacerdotal llevan a vivir el amor de Dios y engendra una profunda alegría por la propia vocación  y por las demás vocaciones en la Iglesia.

III. Conclusión

Oración a la Madre, Virgen Inmaculada de Caacupé.

Te pedimos que acompañes la vocación de tus hijos:

Oh María, hoy te venimos a consagrar a tus hijos jóvenes quienes son llamados a la vocación humana, cristiana y específica dentro de la Iglesia.

Aléjales del mal, libéralos del pecado y de las esclavitudes. Con la gracia de tu Hijo Jesús y con la asistencia del Espíritu Santo, auxíliales a ser santos, disponibles al discernimiento en la identificación con tu Hijo Jesús.

Bendice las vocaciones matrimoniales, las consagradas y las sacerdotales para la construcción de la Iglesia al servicio de un país más fraterno y abierto a Dios. Por tu Hijo Jesucristo, el amigo de los jóvenes. Amén