Queridos hermanos:

Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo.
Este tercer domingo de pascua es motivo de escuchar la Palabra y de celebrarla en la Eucaristía, la misa dominical, así como Jesús hizo con los dos discípulos de Emaús. Es también motivo para celebrar muy modestamente el día nacional de la Familia.
Esta santa misa dedicamos también a los periodistas en su día. Ellos están arriesgando sus vidas en primera fila para que la gente se entere de la pandemia. Están en los hospitales, detrás de las ollas populares, llevando la información a los hogares. Y hoy muchos están en la incertidumbre si van a seguir trabajando. La incertidumbre laboral ante el futuro es un mal que castiga a todos y también a los periodistas y sus lugares de trabajo. Recemos por ellos, para que sean portadores no de los intereses de los poderosos económicos, sino de la verdad y sean constructores de solidaridad y de amor.

También saludo a los/as secretarios/as, en especial a los que brindan su trabajo y compromiso a la Iglesia, en la Curia Pastoral y en las parroquias y capillas. ¡


Gracias por su servicio y entrega!

Comencemos por el comentario a la Palabra de Dios.

La primera lectura:
El discurso de Pedro en los hechos de los Apóstoles está organizado en tres partes: Comienza con la invitación a escuchar: “Escuchen Israelitas” Sigue con la exposición del acontecimiento fundamental: Dios ha resucitado a Jesús el Nazareno (v. 22b-24); y concluye con un apoyo o testimonio en la Escritura, que hemos escuchado y es el Sal 16,8-11 (vv. 25-28).
Pedro proclama la muerte de Jesús, pero pone de manifiesto las causas y motivos de la vida de Jesús, quien, por sus palabras y milagros, prodigios y señales realizó la liberación de nuestros pecados y de la muerte, en su muerte en cruz, cumpliendo así el plan de Dios.
La predicación liberadora de Jesús tuvo como resultado su muerte, pero todo ocurre según el designio de Dios. Por eso se cita el Salmo 16, 8-11. Dicho designio no se refiere a la muerte en sí, muerte ignominiosa de la cruz, sino al valor de esa muerte como causa de redención y salvación para todos.
La respuesta de Dios a la muerte de Jesús es la resurrección, una vida nueva que es ya una nueva creación y lo introduce de la esfera de Dios, a la diestra de Dios Padre, como rezamos en el Credo. Dios lo ha liberado de los “dolores de la muerte” (v. 24), como si fuera un parto. En esta resurrección de Jesús debemos interpretar el misterio de nuestra propia muerte, en la esperanza de nuestra propia resurrección, ya que Jesús es el primer resucitado. El morir pues, es como un parto que nos lleva a la vida nueva y verdadera. Un abrirnos para siempre a la vida eterna, plena de felicitad. Así es nuestra pascua…un paso de esta vida a la vida plena, no por nuestras fuerzas, sino por la potencia de la resurrección y de la obra creadora del Padre.
En este año de la Palabra de Dios vale la pena subrayar la fuerza liberadora de la palabra de Dios en los cristianos primitivos. Consiste en la fuerza que tiene la misma muerte y resurrección de Jesús. Es una fuerza que cambia los corazones y, si cambia los corazones, cambia también la historia; porque en la muerte de Jesús, en la cruz concretamente, la muerte ignominiosa de esclavos y revolucionarios, se revela todo el amor de Dios por nosotros; y en la Resurrección se revela el poder de Dios sobre la muerte de Jesús y sobre la de todos los hombres.
En esta perspectiva debemos celebrar el día nacional de la familia.

En el evangelio de san Lucas para los discípulos de Emaús, quienes huyen desesperados de Jerusalén por no dar crédito a la tumba vacía ni al anuncio de la resurrección por parte de las mujeres. La tumba vacía para ellos no tenía ningún significado. De hecho, la tumba vacía no puede verificar la grandeza del misterio de la Pascua.
Será la Palabra del peregrino la que les abrirá el corazón y la fe a pesar que no logran reconocer a Jesús, por el estado de desilusión que traían. El peregrino se une a ellos y les va a explicar durante el camino todo lo referente al Mesías, que tenía que padecer y morir, pero que resucitaría al tercer día. Les enseña Jesús que hay todo un “itinerario” que deben recorrer en la lectura de la Escritura para descubrir la grandeza de la acción salvadora de la resurrección.
El peregrino, sin que se lo pidan, hace el camino con ellos y les explica las Escrituras; ya no pueden vivir sin él, sin su palabra de consuelo y de vida. Ahí encontramos la clave para leer las Escrituras.

Entonces, como buenos orientales, invitan a la hospitalidad a este peregrino desconocido que les ha interpretado las palabras de los profetas. Eso mismo fue lo que tuvieron que hacer los primeros cristianos para explicarse y vivir espiritualmente la muerte y la resurrección de Jesús.

Esa casa se torna el símbolo de una comunidad eucarística. Él, peregrino como un hombre de paso, se constituye en el anfitrión de aquella celebración. Fue entonces que aquellos peregrinos «reconocieron» al Señor, en un gesto como el que pudo hacer en la noche de la última cena; podemos entender que parte el pan y lo reparte y beben de la copa. Así se cumple, pues, el sentido de las palabras de Jesús, en la última cena cuando dijo: “hagan esto en memoria mía” (Lc 22,19c; 1Cor 11,24c), después de haber tomado pan y haberlo repartido entre los suyos.
Es la Eucaristía perenne memorial de lo que hizo Jesús aquella noche. Entregó su vida, en el pan y en la copa que ahora reparte entre los discípulos. Pero ese memorial no está limitado a ese momento puntual, sino a toda su existencia, que culminará en la cruz.

Hermanos, hermanas
En todo este tiempo la comunidad cristiana vivió en casa la riqueza de la familia.
Tenemos muchos signos positivos en la experiencia pastoral referente a la familia.
– La Familia, como institución natural y necesaria, es reconocida y promovida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (art 16).
– En nuestra Constitución (art 41), se ratifica su valor y su importancia en toda la República pues es la base de la sociedad y de la cultura paraguayas.
– Dos Sínodos trataron sobre la familia… Un documento de S J Pablo II “Familiaris consortio” y otro de San Pablo VI “Humanae vitae” orientan desde el Magisterio de la Iglesia la doctrina sobre la familia.
– El documento del CELAM en Aparecida dedica todo un capítulo a la familia.
– Hemos tenido 3 años dedicados a la familia, promovida por la Conferencia Episcopal, con una carta pastoral siempre actual destacando el valor de la familia.
– A nivel nacional, se tiene la Ley 5425 (del 11.05.2015) que establece el día de la Familia en el cuarto domingo de abril de cada año, que ahora estamos celebrando.

El año pasado, fue todo un acontecimiento festivo y solemne celebrarla en la Costanera. Este año, la celebramos muy virtualmente, pero con la santa Misa rezada por la familia, adquiere su significado espiritual a igual que la Sagrada Familia.
Por eso, hoy agrademos a las familias por ser el espacio humano y cristiano de vivir la vida con todos sus valores. Rezamos por todas las familias, las que están bien constituidas, las que se han destruido por el egoísmo, por las familias monoparentales. Todas ellas son el lugar de compartir la vida humana en sus variadas formas de relaciones.
La Iglesia que promueve la familia, se siente también ante las amenazas contra la familia
Los grandes intereses económicos imponen su ideología. Piensan combatir a la familia basada sobre el matrimonio de mujer y varón. Les incomoda las instituciones que fomentan la familia, entre ellas la Iglesia cristiana que apoya indiscutiblemente el matrimonio y la familia. Con los medios financieros de que disponen estos poderosos del mundo, nos están imponiendo ideologías de género, el aborto, la eutanasia como nuevos cánones de vida moral, según ellos. A todo esto, lo llamamos la cultura de la muerte.
Sabemos por otra parte, las grandes dificultades de siempre que tienen las familias, sobre todo en el aspecto económico, social, cultural y religioso. No todo es brillo. Tiene la familia sus sombras y su quiebre.
La familia educadora en los valores exige hoy un nuevo sentido de relaciones humanas y un pacto educativo que asuma dar “alma” a las nuevas tecnologías y que contribuyan a la Reforma del sistema educativo nacional, teniendo a las familias como sujeto interlocutor.
Debemos estar atentos para que la actual pandemia no sea oportunidad para arrogarse las autoridades un poder excesivo sobre el país y sobre la familia.

El Covid-19 hará que las familias ya pobres, sean más pobres, más enfermas y más desprotegidas. Ya muchas familias se encontraban empobrecidas antes de la pandemia ahora, si no se gestiona adecuadamente el futuro y el sufrimiento de las familias, el país entrará en una situación crítica y social muy difícil. Creemos que es la hora en que las autoridades diseñen un país más justo, más fraterno, sin discriminaciones de ninguna clase, y por tanto, más abierto al Reino de Dios.

Muchos se preguntan por qué en la “cuarentena inteligente” no se considera a la Iglesia. Pareciera que ella no existe para los planificadores de la apertura próxima. Al desconocer el aporte de la Iglesia, su planificación propuesta es poco inteligente. La ayuda espiritual que está dando la Iglesia, es mucho más efectiva y de calidad humana que el dar de comer a miles de familias ofreciéndoles innumerables comedores desde la Pastoral Social o de las parroquias. Es tiempo de volver a las celebraciones comunitarias, es tiempo de la Eucaristía para alimento de los que creen en el Cuerpo y la Sangre de Cristo Nuestro Señor. Es tiempo de que los fieles regresen a la adoración eucarística, una fuerza extraordinaria que solo quienes la han vivido de verdad, comprenden ese don inestimable.

¿Qué hemos aprendido en la familia durante esta pandemia?
He podido leer y reflexionar con mucha gente sobre nuestra realidad general, el de la humanidad. La crítica se dirige a la ONU, en este caso, a la OMS, por sus varias fallas en gestionar desde el principio la propagación del coronavirus. En ningún momento se manifestó sobre este grave delito. ¿Quiénes son los responsables de esta pandemia? ¿Estamos en un gran engaño masivo relacionado a los productos farmacéuticos recomendados? ¿Seguiremos gobernados por poderes ocultos y virtuales? Hay demasiado hermetismo en todo este campo. ¿Quedó comprobada la ineficacia y la soberanía de ciencia? Mucho interrogante se ha suscitado inclusive para nuestro país. ¿Hasta cuándo seguiremos vigilados y desconfiados unos de otros?
Sabemos que el Reino de Dios es ese que construye en la confianza, la solidaridad, el amor, la libertad y la paz. Volvamos pues a estos valores humanos y evangélicos.

Pero, bajemos a nuestra realidad. Hemos aprendido muchas cosas. Se volvió a descubrir la riqueza de la familia. Se ha tenido tiempo para la relación con Dios en la oración, en el sacrificio personal, en la obediencia a las autoridades civiles. Hemos crecido en madurez social, juntos nos hemos quedado en casa protegiéndonos unos a otros, preciando la salud, la naturaleza, la vida.

Celebrando hoy el día nacional de la familia, debemos afirmar que esta se ha convertido en este tiempo de cuarentena, en una escuela y en una iglesia. Escuela, porque la enseñanza aprendizaje es el amor. El amor ha sido la fuerza sicológica, moral y espiritual para ser compartido entre los miembros de la familia, entre los esposos, los padres con sus hijos y los hermanos. Sólo quien ama se siente feliz. Para quien ama, el tiempo pasa rapidísimo. Para los tristes, por falta de amor, el tiempo es lento e interminable. Felicitamos a las familias por haber cultivado el amor en sus varias expresiones personales.

También se convirtió en pequeña Iglesia doméstica, dando espacio a Dios, a la oración, a la escucha de la Palabra de Dios, a las celebraciones virtuales de la reconciliación y de la Eucaristía. Por el bautismo, los padres son los ministros de las bendiciones y de los ritos que hemos celebrado los sacerdotes en nuestros templos a puerta cerrada.

La familia, pues es la institución del presente y más aún del futuro, pues señala una realidad objetiva. Cuando existe el amor hay paciencia, perdón, misericordia, creatividad, armonía y paz. La familia viene a ser la profecía de los tiempos en que la humanidad llegará a vivir en la paz, en el desarrollo integral, en que cada persona, desde su aprendizaje de amor en el hogar, es portador de ese amor que enciende la alegría y crea cercanía y fiesta.

¡Qué gran don es la familia! ¡Cómo refleja el amor de la Santísima Trinidad!

Pidamos a la Sagrada Familia, en donde se resalta la fuerza del amor entre María, José y Jesús, que todas las familias vivan ese amor desinteresado, amor a la persona como es, en su diferencia y en su identidad.

¡Vivan las familias bendecidas por Dios y por nuestra Madre María Santísima!

+ Edmundo Valenzuela, sdb
Arzobispo de la Santísima Asunción