Queridos amigos:

 

Es una alegría inmensa encontrarme hoy con ustedes en Asunción en esta misa por el enorme cariño que siempre tuve al Paraguay. Un cariño aprendido en mi casa, de mi padre, de la tradición familiar, del sentido de que quedamos en deuda con Paraguay desde los días tristes de la historia sangrienta de nuestros pueblos en el siglo XIX.

Es además el Paraguay la tierra guaraní, la del dulce idioma que dio nombre a mi tierra… y a la mayoría de los accidentes geográficos de la mitad norte de mi país.

Es la tierra de las misiones y del gran gobernador Hernandarias, que introdujo la ganadería en la Banda Oriental dando origen a nuestra mayor riqueza.

Es la tierra que eligió Artigas, como lugar de exilio, en la derrota y donde trenzó con su población lazos de unión y de fe. Ese Artigas que se constituyó padre de los pobres y que rezaba el rosario cada día rodeado de humildes pobladores de la comarca…

Siempre que he visitado este tierra me viene la emoción de pisar un suelo sagrado, una tierra de valientes, un pueblo de mujeres fuertes que supieron transmitir a sus hijos valor y fe.

Paraguay es también tierra de santos. Aquí veneramos al P. Roque de Santacruz y sus compañeros mártires. Esperamos la próxima beatificación de Chiquitunga, todos nos habla de fe y de amor, de servicio y de entrega.

He tenido la alegría de conocer muchos paraguayos y en especial a mis hermanos salesianos de Paraguay con quien nos une una historia y un presente en común.

Una alegría haber recibido la invitación de mi hermano obispo Mons. Edmundo Valenzuela. Gracias querido Hermano, gracias Iglesia y pueblo de Paraguay.

Queridos amigos… invitado a presidir esta santa Misa en este lugar donde estuvo el papa Francisco siento el gozo de agradecer a Dios el don que para la Iglesia significa la figura del Papa que nos ilumina con su palabra y sus gestos…

 

Fiesta de Corpus Christi

Estamos celebrando la fiesta de Corpus Christi… y hemos escuchado la Palabra de Dios.

En el evangelio Jesús dice con claridad: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.

Que Él se proclame pan vivo bajado del cielo puede sonar simbólicamente bien, pero que él diga, el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo… sin duda sonó mal a los oídos de quienes lo escuchaban como sonaría mal a nuestros oídos si no estuviéramos acostumbrados a escuchar…

¿Cómo es eso de comer la carne de un hombre? Los judíos de Cafarnaúm discutían entre sí: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”

 Podemos decir que tenían razón aquellos de la sinagoga… ¿En qué cabeza cabe esta idea? Lo que pasa es que aquí esta idea nació en el corazón… en el corazón humano que más ha amado porque ha amado divinamente… es decir infinitamente… En el corazón de Jesús nació esta idea de la Eucaristía…

¿Por qué? porque nos ama…

 

¿Cómo puede El tener semejante idea?

“La mayor iniciativa de amor nació del más gran corazón. Y eso no es cosa que escandalice. Es cosa que asombra y maravilla. Y este asombro y deslumbramiento se refiere menos a la Eucaristía, que al amor que la hizo posible. La Eucaristía es el río; el amor es el manantial. Dado el manantial, el río corre de por sí. Pero el manantial es decir aquí, en el Corazón de Cristo, el inagotable brotar del amor, ese es la verdadera maravilla, ante la cual nunca nos extasiaremos bastante! Porque los que estaban en la sinagoga no entendieron el amor, por eso no pudieron comprender la razón de lo demás.”

¿Cuál es la razón de la Eucaristía? El amor. Porque ama  y porque, si se ama, uno se da por necesidad; se queda por deseo y se ayuda por instinto.

  • El amor tiene necesidad de darse, de entregarse. Es decir de salirse de sí mismo, para ser en otro. Todo amor está poseído de esta necesidad esencial. Cuando se ama, se dan aun aquellas mismas cosas que más se necesitan: se da el tiempo, el cuidado, el dinero, el pensamiento, la salud, la vida: uno se da a sí mismo. Y cuanto más grande es el amor, cuanto más sincero, tanto más tiende al don total y definitivo. Que el más perfecto amor, que haya jamás hecho latir un corazón humano –el amor de Cristo- haya tenido la necesidad, del don absoluto, no es nada asombroso: es lo normal. Lo asombroso es que El ame tanto; pero esto mismo deja de asombrar, una vez admitido que El ama, que El quiera entregarse…. Una madre que ama a su hijo, ¿no deja de comer para alimentarlo?; recuerdo un día en una clínica, caso quimio Claudia… “¿que no daría por estar yo en su lugar??

Eso es lo que hace Jesús, pan vivo, se da a sí mismo, se entrega hasta darse de comer… Yo soy el pan de vida….

  • El amor es también deseo de quedarse. La ausencia es la gran tortura del amor; la separación su más cruel tormento. Por poco que se ame, eso se experimenta. Cuando se ama mucho eso se siente, hasta enfermarse… Qué dolor experimentamos cuando se va lejos alguien querido,  ni qué decir el dolor-desgarro del corazón que supone la muerte del que amamos… Es el dolor de la despedida, es el dolor ante la muerte… Cuando en un entierro se nos va en el ataúd el cuerpo del que amamos… muchos de nosotros tenemos esta experiencia de dolor. De ahí los recuerdos que queremos nos deje el que se va… un retrato, una flor, un regalo… No importa su valor, pero que sea algo significativo… El Señor Jesús sabe que se va, que irá hacia el Padre, ¿cómo irse sin quedarse de algún modo? Él ama a su Padre, pero ama también a sus hermanos. Él ha querido quedarse, permanecer con nosotros también materialmente  ¿Qué es entonces la eucaristía, si no una manera suprema de quedarse, no sólo dejándonos cosas, sino dejándose a sí mismo, que es infinitamente mejor y que únicamente responde al deseo de su amor infinito? Jesús  se queda, podemos decir como los discípulos de Emáus: quédate con nosotros… Y su respuesta es la fracción del pan. Sí me quedo, porque los amo.
  • El amor tiene el instinto de ayudar. El amor es solidario. Jesús no sólo se queda porque quiere permanecer con nosotros sino que además sabe que lo necesitamos. Cristo sabe lo que El es para el mundo; en qué ilimitada medida, el mundo tiene necesidad de Él; todo lo que su presencia asegura de paz al mundo, y de alegría, de fuerza, de vida; todo aquello de que su ausencia privaría a la pobre humanidad. La humanidad entera por la que él se queda está ignorante de esta necesidad suya. Cuando la última cena sólo los doce entre millones de habitantes del planeta escucharon sus palabras: “esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre” pero Jesús no pensaba sólo en los doce sino en todos los hombres de todos los tiempos… Él sabe que lo necesitamos aunque muchos ignoran que lo necesitan. No le importa… se queda. Como aquel que realiza una acción heroica que es ignorada… (el chico español que iba en bicicleta y se bajó a ayudar a la que estaban apuñalando)

 

Escuché el relato de una familia judía que en la segunda guerra mundial estaban refugiados… Llegaron los nazis, revisaron la casa… un nazi bajó al sótano donde estaban, se abrazan madre e hijo, estaban perdidos, con la linterna llegó a alumbrarlos, pero se dio vuelta y dijo… aquí no hay nadie. ¿cuánto heroísmo escondido hay en el mundo? Cuando Jesús se entrega en la cruz, siempre me impresiona los soldados que jugaban, que echaron a suerte su túnica… ignorantes de que allí ese crucificado era nada menos que el hijo de Dios Creador…

Sí, en este día nosotros podemos decir con alegría…

¿Cómo  este hombre puede darnos a comer su carne?

Porque es todopoderoso y todo lo puede, lo hace por una simple razón: nos ama…

nosotros que nos alimentamos de su cuerpo y de su sangre… nosotros que no nos retiramos, si no que nos quedamos junto a Él… sabemos que al alimentarnos de Cristo, nos permite asimilarnos a Él… irnos haciendo cada vez más Cristo, ser como Él pan de vida para otros.  Es que asimilemos en nosotros como pasa con cualquier comida, sino que nosotros ternemos la posibilidad de asimilarnos a Él y acá está el sentido más profundo de esta fiesta…

también nosotros si amamos experimentamos

la necesidad de entregarnos, de darnos…

el deseo de quedarnos, de permanecer en la Iglesia  la que amamos, de no abandonarla, de amar esta patria, de estar junto a  ella, de no huir de las responsabilidades que tenemos como cristianos…

el instinto de ayudar, de ser solidarios con el que necesita.

Estas cosas el que ama, las sabe, las experimenta en sí y hace todo lo posible por realizarlas, muchas veces, con el amargo pesar de no poderlo. Queridos hermanos paraguayos, queridos todos pero especialmente los jóvenes, la eucaristía nos dice: entrégate, quédate, ayuda….

No huyas del deber que tienes en la sociedad, Paraguay necesidad e tu entrega generosa. No te vayas, quédate en este país que amas, sí prepárate hacé masters y doctorados, pero vuelve a tu tierra, sírvela, ámala… Y si igualmente te tienes que ir, ayuda siempre a los tuyos…

 

Ustedes han elegido como lema de este Congreso: “Abrazarse a Cristo Jesús”. Y miren las coincidencias de Dios. Este  miércoles 13 de junio el Papa nos ha dado una sorpresa: En la Iglesia hay muchas jornadas en el año como la Jornada Muncial de la Paz, de la de las Comunicaciones Sociales, la de las Vocaciones, etc.. El Papa acaba de instituir esta semana la Jornada Mundial de los Pobres… Por primera vez se celebrará en la Iglesia y en el mundo. Este año el 19 de noviembre.

El Papa Francisco animó a los cristianos, creyentes de otras religiones y en general a todo el mundo, con motivo de la I Jornada Mundial de los Pobres, a invitar a los pobres “a nuestra mesa como invitados de honor”, ya que así “podrán ser maestros que nos ayuden a vivir la fe de manera más coherente”.

Los pobres, “con su confianza y disposición a dejarse ayudar, nos muestran de modo sobrio, y con frecuencia alegre, lo importante que es vivir con lo esencial y abandonarse a la providencia del Padre”.

Abrazarse a Cristo Jesús es también abrazar al hermano que sufre, al hermano marcado por la pobreza y el dolor. Es “tocar la carne de Cristo en las heridas de los pobres”… Este congreso Eucarístico donde experimentaremos el abrazo de Jesús presente en su carne en la Eucaristía nos lleva también a abrazarlo en su carene n los hermanos que sufren.

Que María Santísima, Nuestra Señora de la Asunción, nos ponga junto a su Hijo. Nos deje jugar con Él como niños, compartir la vida como hermanos, contarle nuestras cosas y escuchar las suyas como amigos, nos deje María y nos impulse a tenerlo a Él como Señor…

Señor queremos experimentar tu dulce y fuerte abrazo de amigo.