Un saludo cordial y fraternal a las Autoridades presentes de los Poderes del Estado Paraguayo, a los Eclesiásticos y fieles laicos en general.

Los 206 años de Independencia Patria es motivo de nuestra acción de gracias, del Te Deum, a Ti Padre, canta y clama la Iglesia, te alabamos, te bendecimos y te damos gracias, por todas las familias y habitantes de este hermoso país, bendecidos por tu misericordia divina.

Este momento solemne nos motiva a poner junto al corazón de Dios nuestras alegrías, angustias, dificultades y la esperanza de una vida mejor.

En un momento histórico, sin precedentes, hemos superado una grave crisis política y social, mediante el saludo que el Papa Francisco nos hiciera el pasado 2 de abril, invitándonos a buscar “soluciones políticas, sin cansarnos y sin violencia”, justo después del 31 de marzo, día  que ha desafiado nuestra democracia y en el que hemos experimentado momentos de confrontación y violencia entre paraguayos.

La mesa de diálogo ha sido una respuesta, para que desde el poliedro de las visiones políticas, cada cual con su propia perspectiva,  buscara la luz de la unidad, la Patria antes de todo. Siempre existe una realidad superior a la propia visión. El sentirnos libres para buscar la unidad nacional, es un desafío permanente para la democracia participativa.

Nuestra nación ha optado por la democracia, “nosotros apreciamos el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernantes la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes o la de sustituirlos de manera específica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado”. (Juan Pablo II, Centesimus annus).

La oración de la Iglesia, con su ayuno, sacrificio y adoración eucarística, en el viernes de Dolores, ese misterio de Dios en nuestras vidas e historia, han ayudado a la respuesta inesperada y sorprendente que ha puesto fin a la crisis política.

Somos conscientes de los gestos magnánimos de las Autoridades Políticas en sus gestos humildes y generosos de amor a la Patria, presentando su decisión en favor del Estado de Derecho.

Esta circunstancia contribuyó a distensionar el ambiente socio-político, avizorando renovados esfuerzos por seguir construyendo y potenciando el Bien Común, la dignidad de la persona humana, con amor solidario, y especialmente a los más pobres.

La confrontación de dos realidades sociales y económicas, por una parte la concentración de la riqueza en pocas manos y por otra, el porcentaje significativo de la población que vive en la pobreza extrema, continúa siendo el desafío principal para las Autoridades de la Nación, a favor y en directa relación al bienestar social de la gente, en educación de calidad, en salud accesible para todos, en necesarias infraestructuras que permitan el desarrollo sostenible.. Es imperativo superar la tentación del engranaje del tráfico de drogas, que con su dinero sucio, dominen la política.

El proyecto de la Costanera, con sus variadas soluciones sociales y culturales, junto con los Bañadenses, es un proyecto muy beneficioso para ellos y para toda la ciudad. Asunción se merece mayor dedicación de sus Autoridades con una política urbanística que la embellezca como ciudad capital.

El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad: ninguno está exento de colaborar, según las propias capacidades, en su consecución y desarrollo (Juan XXIII, Mater et Magistra). El bien común exige ser servido plenamente, no según visiones reductivas subordinadas a las ventajas que cada uno puede obtener, sino en base a una lógica que asume en toda su amplitud la correlativa responsabilidad (Cfr. CIC 1913).

La manera cristiana de promover el bien común, la alegría de vivir es iniciar el proceso de dignificación – humanización integral – de la persona humana y fomentar la cultura del encuentro del diálogo, sin estos medios básicos no hacemos patria juntos. Si cada uno desea estirar hacia sí los beneficios, si cada grupo piensa tener la razón no habrá progreso entre nosotros, sino marcado retroceso, conflictos y continua crisis. Acogemos así, con gozo y esperanza el deseo de dialogar para superar los momentos de intereses grupales.

En  esta Fiesta PATRIA damos gracias a Dios, y no podemos olvidarnos de algunos miembros de nuestra familia: recordamos y oramos por los secuestrados, pedimos por su liberación inmediata. Que cada uno realice para este fin, la función que le corresponda y sean liberados.

Otros miembros de nuestra patria: los que viven en la extrema pobreza, los que no pueden disfrutar de los bienes de la tierra. Nos causa un dolor inmenso la situación de miles de niños que viven situaciones indignas e inhumanas de marginalidad y abandono. La situación de los adultos mayores sumidos en la pobreza, en la soledad y el abandono, aunque reconocemos también que se están dando pasos importantes por su dignificación. A nuestros pueblos originarios no los hemos acogido con el respeto histórico y social que se merecen.

Es de justicia apreciar que tenemos grandes riquezas que el Todopoderoso nos ha regalado en nuestra tierra. Tenemos la riqueza del agua, que se debe custodiar, valorar y buscar políticas oportunas para el mejor uso de este bien. La riqueza de nuestros bosques, que con el agua son bienes inseparables. La fertilidad de nuestras tierras, la necesidad del buen uso de los cultivos y cosechas que darán gran beneficio para el país.  Dos riquezas más que debemos cuidar con cautela y sabiduría. De Yacyretá, que el Espíritu Santo ilumine a los Parlamentarios sobre el acuerdo suscrito entre ambos Estados. Así como de Itaipú, fuente de desarrollo integral para todos los paraguayos. Cuidemos estas riquezas de independencia energética, con valentía patriótica, acompañadas  con la participación de las mejores mentes sabias en la materia.

Con verdadero patriotismo, sin nacionalismo ideológico, apelamos a abrir nuevos horizontes de Bien Común, resolviendo con inteligencia y voluntad las barreras que aún debemos superar. Preparemos con tiempo y con la participación ciudadana, en especial de las Universidades, una eventual Reforma Constitucional, que garantice la identidad paraguaya, con sus valores culturales y mantenga el equilibrio de los tres Poderes, sin dictadura de ninguno de ellos, en concordancia con el reconocimiento auténtico del valor de la vida humana -en todas sus etapas- la familia, el matrimonio y el desarrollo pleno de la persona en todas sus verdaderas y auténticas dimensiones

La gente de nuestra Nación, – la persona humana – es nuestra riqueza, cada paraguayo. La Iglesia en Paraguay ha optado de manera particular por los jóvenes dedicándole tres años de reflexión, ellos son nuestro presente y nuestro futuro y nuestro potencial. Necesitan verdaderas oportunidades – en todos sus niveles – para acceder al estudio, al campo laboral, a la formación permanente. Los jóvenes son los nuevos líderes que deben formarse. Tratémolos con delicadeza, mucho amor y cercanía, mostrándoles con el testimonio el camino de la fe cristiana, de la justicia y de la paz.

La familia paraguaya, basada en el matrimonio de varón y mujer se alza como riqueza de nuestra Patria.  Debemos unir la familia y el trabajo que en algunos casos se condicionan recíprocamente de diversas maneras. Favorezcamos los núcleos familiares, que el trabajo no perjudique la familia. Recordando la frase de Monseñor Juan Sinforiano Bogarín, un gran paraguayo, pastor y patriota que defendió la institución familiar y el derecho a la vida, él manifestaba en su escrito: “La familia es cuna o tumba de la Nación”.

Recordamos también en esta oportunidad, junto con los 480 años de la Fundación de nuestra ciudad capital, los 470 años de la primera diócesis del Río de la Plata con sede en Asunción, el 80º. y 30º. Aniversario del primero y segundo Congreso Eucarístico y el centenario de las Apariciones de la Virgen del Rosario en Fátima. En este contexto de memoria histórica, les anuncio y les invito a participar del Congreso Eucarístico organizado por la Arquidiócesis de Asunción, el próximo 15 de junio, por la noche, en la Costanera,

         Nuestra Iglesia en el Paraguay, en especial la Arquidiócesis,  está viviendo este trienio de la Juventud con optimismo en la formación y evangelización del futuro nacional, a abrazarse a Cristo para vivir como sus discípulos misioneros.

Y damos infinitas gracias a Dios nuestro Padre por nuestro país, por el Paraguay y todos sus habitantes, sin marginar a ninguno. Nuestro país es bello, aunque marcada por encuentros y desencuentros, pero es nuestro, lo sentimos y lo amamos.

Vivamos en Paz, la Paz verdadera que se fundamenta en Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, construyendo nuestra República, como canta el Himno Patrio, “con el brío que nos dio libertad”, en la justicia y en la paz”.

Al recordar y felicitar a todas las Madres, generosas y gloriosas paraguayas, en su día de fiesta, nos encomendamos a la protección maternal de la Santísima Virgen de la Asunción, patrona del Paraguay

 ¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!

Como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén

+ Edmundo Valenzuela, sdb
Arzobispo Metropolitano