Evangelio de hoy

MARTES DE LA SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA

San Matías, apóstol

Evangelio según San Juan 15, 9-17

“Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”

Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así, todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros”. Palabra del Señor.

Meditación

Permanecer en su amor, amor mutuo, dar frutos. Al recordar a uno de los apóstoles, podemos imaginarnos lo que significa no un quedarse estáticos, sino en movimiento, según la dinámica del amor. Se trata de “amar como ama Jesús, ponerse al servicio de los hermanos, de las familias y comunidades, tal como hizo Él al lavar los pies de los discípulos. Significa también salir de uno mismo, desprenderse de las propias seguridades humanas, de la mundanidad. Abrirse a los demás, especialmente a quienes tienen más necesidad. Es también, decir no a otros amores que el mundo propone: amor al dinero, al éxito, a la vanidad, (Papa Francisco, mayo del 2021).

     Los frutos serían las metas y la finalidad última, “que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”. La alegría de sabernos amados en verdad. La verdadera alegría del amor de Dios, a pesar de las infidelidades, nos hace afrontar con fe las pruebas de la vida, a crecer en humanidad.

     El Señor nos purifica y nos enseña a amarle, a servirle con la sabiduría del corazón en esta época en que están de moda las inteligencias artificiales. Un corazón humilde, purificado, como el de San Matías, señalado por el Espíritu Santo, para la gente, los jóvenes, las familias.

 

El Señor lo sentó con los príncipes de su pueblo.

Alabad, siervos del Señor,

alabad el nombre del Señor.

Bendito sea el nombre del Señor,

ahora y por siempre.