Evangelio de hoy
VIERNES DE LA SEMANA 18ª DEL TIEMPO ORDINARIO
Evangelio según San Mateo 16, 24-28
“El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”
Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino. Palabra del Señor.
Meditación
En la primera parte de esta escena del Evangelio, Jesús anuncia su muerte; los discípulos no lo aceptan y no lo entienden, incluso el mismo Pedro, lo lleva aparte para tratar de convencerlo de que eso no le podía pasar. Cosa que será inútil porque Jesús tenía clara su misión y su objetivo. La pregunta contundente de Jesús para nosotros es: ¿Quieres ser mi discípulo?
Si es así, entonces tienes que seguir mis pasos. ¿Y cuál es el reto? Negarse a sí mismo y tomar la cruz. Esto en primer lugar, significa que debemos saber que no somos dueños de nosotros mismos. Dios tiene el control de nuestras vidas. Nos pasamos la vida planeando y haciendo cosas en busca de nuestros propios deseos y satisfacción. Muchas veces buscando una vida de comodidad, buscando el reconocimiento de los demás.
Y, no es que esto sea del todo mal; el tema es saber si esto se alinea a lo que Dios quiere de nosotros y que no afecte la vida de los demás. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su vida? Y ¿Qué pasa cuando las cosas no suceden como nosotros las planeamos? Nos frustramos y nos enojamos. No solo no nos negamos a nosotros mismos, sino que además renegamos de Dios. Debemos saber que Dios tiene el control de nuestras vidas y poner, en primer lugar, el deseo de hacer todo para su gloria y que hay que tomar la cruz.
Hay que estar conscientes que la vida, en ocasiones, nos pondrá enfrente situaciones de dolor, en las que debemos estar dispuestos al sacrificio y al sufrimiento como parte de un proceso de purificación. Morir a nuestros deseos o a nuestra propia comodidad cuando debemos de ayudar a alguien necesitado, saber que la muerte a nuestros propios deseos produce vida en la vida de nuestro prójimo.
¿Qué debemos de hacer? Revisa tus actividades y prioridades, y pregúntate: ¿Estoy persiguiendo cosas temporales, éxito, comodidad, reconocimiento o verdaderamente podría decir que estoy invirtiendo en las cosas del reino? Ajusta tus metas diarias para que te puedas aplicar en tu vida espiritual. Pide a Dios que te muestre las cosas en las que puedes poner en práctica el negarte a ti mismo con pequeños detalles, con pequeñas cosas.
Por ejemplo, dar un servicio en tu comunidad, en tu parroquia, en tu empresa, durante ese tiempo libre que tienes, o hablar con alguien que necesita de tu compañía, en lugar de descansar o en lugar de ponerte a hacer alguna otra actividad de manera individual. Háblale a Jesús de tus miedos y preocupaciones para el momento en el que debas tomar la cruz, que Él te dé la fuerza que necesitas para los momentos de sufrimiento. Y recuerda su promesa: “El que pierda su vida por mí, la encontrará.”
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