Evangelio de hoy

VIERNES DE LA SEMANA 26ª DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según San Lucas 10, 13-16

 “El que me rechaza, rechaza a Aquel que me envió”

Jesús dijo: ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza. Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. El que los escucha a ustedes me escucha a mí: el que los rechaza a ustedes me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a Aquel que me envió. Palabra del Señor.

Meditación

El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús haciendo una dura advertencia sobre las consecuencias que puede llegar a tener el rechazo o la indiferencia al mensaje de salvación. Jesús veía que la gente, a pesar de tenerlo junto a ellos y habiendo visto los milagros que hacía, seguía con una actitud de indiferencia y de incredulidad.

Aunque escuchaban sus palabras y se admiraban de lo que hacía, seguían sin entender que era necesario cambiar de dirección para tomar el camino que los llevara a la conversión. Solo unos cuantos, además de sus discípulos, realmente aceptaban de corazón la Buena Nueva, aunque seguramente no lo entendían bien.

Es algo muy parecido a lo que pasa en nuestros días y que nos puede seguir sucediendo también a nosotros. Para algunos, puede ser un llamado a no acomodarnos en el hecho de que ya lo conocemos, porque vamos a Misa, porque estamos en un grupo parroquial o decimos que ya conocemos la Biblia de principio a fin.

Debemos pensar primero que hoy no es Jesús quien predica por la calle y hace milagros, somos precisamente nosotros, los responsables de anunciar la Buena Nueva y demostrar con nuestra vida que Él vive. Muchos no han recibido el mensaje porque nadie se los ha predicado. No nos damos cuenta que el mensaje lo tenemos que dar nosotros.

Nuestro deber como cristianos evangelizados es ser testigos de lo que hemos visto y lo que Dios ha hecho en nosotros. Comunicarlo a quienes no lo conocen. Quizá no todos lo van a ver o no todos lo van a aceptar, pero eso no debe ser un obstáculo para dejarlo de hacer. Nuestro deber también es advertir, señalar y corregir, pero con amor, a aquellos que se han desviado del camino o que no tienen ni siquiera conciencia de pecado y actúan sin saber que, en ocasiones, lo que hacen ofende a Dios. 

El gran problema de los católicos es que la mayoría no conoce su fe. Nos decimos católicos porque nuestros padres nos llevaron a bautizar y, en el mejor de los casos, vivimos una fe heredada, pero no la conocemos. Vivimos muchas situaciones en pecado sin darnos cuenta, así es que tenemos una responsabilidad muy grande. 

Jesús termina diciendo a sus discípulos: ‘El que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los rechaza ustedes, a mí me rechaza’. No te desanimes o te enojes si te rechazan; debemos saber que aunque eso suceda, nuestro trabajo no será en vano y es parte del plan de Dios. Somos un instrumento, el resultado depende de Dios. A nosotros nos toca ser portadores de la buena noticia del Evangelio, de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas. 

Prepárate, da un buen testimonio para que los demás conozcan a Jesús, asegúrate de estar respondiendo con tu vida a la Palabra de Dios y a los milagros que Él ha hecho en ti. Vive una constante vida de conversión, haciendo todos los días un adecuado examen de conciencia, pidiendo a Dios que te ayude a ver lo que debes corregir y mejorar en tu vida, buscando diariamente vivir en santidad.