Evangelio de hoy
JUEVES DE LA SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA
Evangelio según San Juan 17, 1b. 20-26
“Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti”
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo: “Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno –Yo en ellos y tú en mí– para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que los has amado a ellos como me amaste a mí. Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos”. Palabra del Señor.
Meditación
¡Señor, enséñanos a rezar! A todos, no sólo a monjas, a sacerdotes y a quienes concurrimos a las iglesias. A la gente que quiere informarse y comunicarse, a través de las Comunicaciones sociales con el mensaje del Papa, en espera de Pentecostés, en oración. Cuando se nos enseña a rezar, aprendemos del Espíritu Santo y de Jesús, que está vivo, de los santos y de mucha gente que reza. Crecemos con la oración habitual y rutinaria.
Los Santos Padres de la Iglesia (ss. I-VIII) rezaban y enseñaban a rezar y a vivir como indica la Biblia. Llegaron a un orden y un sistema de lectura comprensiva cuya base llega hasta nuestros días, pasando por la Dei Verbum del Concilio Vaticano II. En 4 aspectos se puede recoger así: “La letra enseña los hechos, la alegoría lo que has de creer, la moral lo que has de hacer, la anagogía a dónde has de tender”.
En el salmo 15 encontramos: el hecho de la “protección” de Dios, como refugio, destino y meta de vida eterna; la alegoría “del lote y la copa” refieren a la fe, la esperanza y la caridad. Esto es, una doble pertenencia: Jesús y su Padre, nosotros y Él, “realizado por el testimonio”. Este testimonio comienza por la confianza mutua para realizar su voluntad, lo mismo que Él hace por su pueblo, por todos y cada uno. Así, la tendencia se hace “Resurrección”.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti (R).
Yo digo al Señor: Tú eres mi Dios.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano (R)
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción (R)
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