Evangelio de hoy

Miércoles de la 12ª Semana del Tiempo Durante el Año

Evangelio según San Mateo 7, 15-20

“Por sus frutos los reconocerán”

Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán”. Palabra del Señor. 

Meditación

Los profetas auténticos (no falsos) son aquellos que no tienen malas intenciones con nadie. Siempre están buscando lo mejor para todo miembro del rebaño que Dios le encomendó, incluso si reciben a cambio persecuciones o contrariedades en la vida. Estarán obrando con transparencia y sinceridad en todo momento, así como el mismo Jesús había obrado durante su paso por nuestro mundo. Jesús invitaba y llamaba a todos. La Iglesia, la comunidad de Jesús, se compone de buenos y malos. Desde esta realidad, que se hizo patente rápidamente por las experiencias amargas desde sus inicios, fue necesario recurrir a principios de discernimiento o discreción de espíritus. Principios importantes, aunque parezcan muy elementales.

La Iglesia es el nuevo pueblo de Dios. De ahí que en ella aparecieron los profetas y gozaron de gran estima. Pero también al lado de los profetas verdaderos, quienes viven dentro del misterio de Dios y comunican su Palabra, aparecieron y aparecen siempre los profetas falsos. Por ello, era necesario establecer un principio de discernimiento: los frutos que se dan desde las actitudes y acciones de los “profetas”.

Tenemos presente que la imagen del árbol aparece en varios pasajes bíblicos; el pueblo de Dios es comparado con árboles y plantas (cf. Is 61,3; Jer 2,21; Mt 15,13; Jn 15,1.8). Si tenemos un árbol bueno, sus frutos también serán buenos, pero si es malo, sus frutos serán malos. Lo que nos indica el principio de la unidad del ser humano y sus obras. Al analizar a lo largo del sermón de la montaña se insiste en distintas ocasiones, en que el corazón nuevo, aquel hombre nuevo regenerado totalmente por la fe, produce siempre frutos nuevos. En el texto de hoy, de los frutos se deduce la naturaleza del árbol, es decir, de las obras realizadas se deduce qué clase de persona tenemos delante de nosotros; qué va generando a su paso: conversiones a Dios o sequedad o tibieza.

Perdón Señor porque muchas veces caemos en las meras apariencias centrando todo en nosotros mismos, sin posibilitar que la mirada y la vida se centren en Ti. Ayúdanos a vivir nuestra vida cristiana con autenticidad, siendo verdaderos profetas del Reino, anunciando las maravillas de tu Amor y denunciando las situaciones injustas que atentan contra la dignidad de las personas. Gracias por advertirnos ante los falsos profetas y mostrarnos que el criterio de discernimiento es el tema de los buenos frutos. Amén.