Evangelio de hoy

SÁBADO DE LA SEMANA 20ª DEL TIEMPO ORDINARIO

Fiesta de san Bartolomé, apóstol

Evangelio según San Juan 1,45-51

“Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”

En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó: “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?” Felipe le contestó: “Ven y lo verás”.

Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Este es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”. Palabra del Señor.

Meditación

Ser un verdadero israelita significaba reconocer a Yahvé por el único y verdadero Dios y ser fiel a la Ley de Dios.  Lo elogia diciendo ser “un hombre sin doblez”, alguien auténtico, sin malicia alguna en su corazón porque era fiel a Dios y a su Palabra; alguien sencillo, simple, veraz. Natanael le da a Jesús los dos títulos más importantes que un judío podía dar a alguien: “Hijo de Dios” y “Rey de Israel” (Jn 1,49). Con esto se confirma que Jesús reunió consigo a los verdaderos israelitas para iniciar a construir el nuevo pueblo de Israel. Es como un reclamo que está haciendo hacia aquéllos que no lo consideran como el Mesías, y por tanto actúan no como Natanael, sino con doblez y falsedad.

Las palabras de la autopresentación de Jesús sobre el Hijo del hombre tienen su base en la visión de la escala de Jacob, quien llegó a ver una escalera que, apoyada en el suelo, alcanzaba el cielo y los ángeles de Dios subían y bajaban por ahí (cf. Gén 28,12); o subían y bajaban sobre él (Jacob es Israel). Creían que el Israel de la tierra (sería Jacob) tenía su representación en el cielo; así como Jesús es la presencia del hombre celeste, el Jesús terreno es el Jesús celestial, es su identidad. Es el mediador entre el cielo y la tierra. Jesús es el “lugar” de la presencia de Dios, donde Dios se hizo presente. Y en un segundo momento, se presenta al Hijo del hombre que viene en su gloria acompañado de sus ángeles (cf. Mc 8,38). Así, Jesús va cumpliendo todo lo que se había anunciado en el Antiguo Testamento y da sentido en unir en nuestra tierra la vida del cielo. Dios viene a nuestro encuentro, espera de nosotros, docilidad, confianza y abandono para seguirlo.

Perdón Señor porque muchas veces nosotros hemos recibido Tu llamado a ser parte de los discípulos de todos los tiempos, pero nos hemos resistido a decirte sí por lo exigente que eso implica. Ayúdanos a ser así como Natanael, personas sin doblez y verdaderos cristianos, para que el testimonio auténtico sea signo para que otros quieran seguirte. Gracias por llamarnos a nosotros, seres de barro, con tantas debilidades y limitaciones, con muchos pecados, y a pesar de ellos, confiarnos una misión tan hermosa y maravillosa de llevar la Buena Noticia al mundo entero. Amén.