“Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!”

Estas fueron las breves y sentidas palabras del Papa Francisco al asomarse este Domingo de Pascua, 20 de abril de 2025, en el balcón central de la Basílica de San Pedro para la bendición “Urbi et Orbi” (de la ciudad de Roma al mundo entero) tras la santa misa presidida por el Cardenal Ángelo Comastri, por decisión del Pontífice.

Su mensaje pascual fue leído por el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. Antes, el Papa Francisco recorrió la Plaza de San Pedro, saludando con la mirada a los numerosos peregrinos presentes, felices de verle.

Este gesto, lleno de esperanza y de fe, marcó no solo la celebración de la Resurrección de Cristo, sino también un testimonio de su fortaleza y dedicación pastoral, a pesar de las adversidades físicas que ha enfrentado en las últimas semanas. A pesar de la debilidad de su voz, el gesto de su presencia que se nos adelanta, en su primacía y su bendición han proclamado a voz en cuello que Cristo ha resucitado..!

(Jn. 20,1-9)
Juan nos narra el acontecimiento aquel día de la Nueva Creación, de la Pascua, Pascua eternizada en el tiempo. Cuando de madrugada, todavía estaba oscuro. Cuando las sombras del luto cubría todavía la tristísima crucifixión y muerte del Señor Jesús, dejó a oscuras la esperanza, han matado a la esperanza. María Magdalena fue al sepulcro, y vio que la piedra había sido corrida. Y ella también corre para llevar la noticia, a Pedro y Juan, que se han llevado al Señor sin saber donde lo han llevado.

Los dos, también luego se pusieron a correr hacia la sepultura, corrían juntos, pero Juan corría más que Pedro y se adelantó y llegó primero al sepulcro; con gesto de respeto, dejó pasar primero a Pedro para que éste se adelantara a entrar. Gesto que indica la primacía de Pedro, sobre sus hermanos. Pedro, de quien Jesús ha dicho, sobre esta piedra será edificada mi iglesia (Mt 16,18). Se encontraron con las vendas y el sudario: vieron y creyeron, aunque no comprendieron del todo lo sucedido. Que Jesús habría de resucitar de entre los muertos.

El Papa Francisco está mañana en su mensaje decía: que “desde el sepulcro vacío de Jerusalén llega hasta nosotros el sorprendente anuncio: Jesús, el Crucificado, «no está aquí, ha resucitado» (Lc 24,6). No está en la tumba, ¡es el viviente!”. Asimismo, resaltó que “el amor venció al odio. La luz venció a las tinieblas. La verdad venció a la mentira. El perdón venció a la venganza. El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre quien se abre a la gracia de este día”.

“En la pasión y muerte de Jesús, Dios ha cargado sobre sí todo el mal del mundo y con su infinita misericordia lo ha vencido; ha eliminado el orgullo diabólico que envenena el corazón del hombre y siembra por doquier violencia y corrupción. ¡El Cordero de Dios ha vencido! Por eso hoy exclamamos: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!» (Secuencia pascual).”

Quedan vendas y sudarios de sufrimientos, que siguen atrapados en los sepulcros de muerte. Caminar de contramano a Jesús, Camino, Verdad y Vida, cerrando los ojos a la luz y el corazón a la vida nueva a la que el Señor nos llama es caminar por senderos de destrucción y muerte. Los que hoy todavía con sus palabras, acciones y omisiones son causas de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, de los que crucifican la verdad y la inocencia.

Entre ellos: los intolerantes ¨religiosos¨ que persiguen a Cristo en los cristianos y los asesinan, por ser cristianos. Los que atropellan, niegan y destruyen la vida humana dentro y fuera del vientre materno, los operadores de violencia, no compasivos con la vida y la dignidad de las personas, los abusadores de los bienes de la tierra, el agua, de medio ambiente que lo contaminan y explotan por 30 o mas monedas, sin respeto a sus vecinos. Persiguen a Cristo los hipócritas y sepulcros blanqueados de corruptos, que dan de comer a sus hijos el pan sucio de sus corrupciones, de robos, violencias y apropiaciones indiscriminadas e indebidas de bienes ajenos. Persiguen a Cristo, los inescrupulosos mercaderes de drogas y substancias que embotan y matan a nuestros jóvenes y niños, son fautores de sociedades zombies. Los que fomentan y defienden las inequidades sociales en defensa de sus propios interesases y en detrimento de los pobres e indefensos.

Sudarios y vendas. Jesús vino para vendar corazones heridos, sanar y restaurar. Liberarnos de nuestros cautiverios. Remover las piedras de corazones para transformarlos en corazones de carne, compasivos y empáticos. Libéranos de nuestros encierros y enfermos egoísmos. La resurrección es restauración total, para llamarnos a ser hijos e hijas de la resurrección. Del triunfo del bien sobre el mal, del amor sobre el egoísmo, de la vida sobre la muerte. Retornar corriendo al camino, reseteando, el corazón para comenzar de nuevo en El. Cor.2, 5-17: el que vive en Cristo es una mueva creación, porque las cosas viejas ya pasaron. He aquí que ha nacido de nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.

+ Adalberto Cardenal Martínez Flores
Arzobispo Metropolitano de Asunción