SANTA MISA
Domingo 21 de septiembre de 2025
HOMILÍA
Memoria de los Mártires Coreanos – Fiesta de San Mateo, Apóstol
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy celebramos con gozo y gratitud la memoria de los santos mártires de Corea. Aquellos hombres y mujeres que, al igual que la semilla del Evangelio caída en tierra fértil, regaron con su sangre los surcos de esa nación para que germinara y creciera la buena semilla de la fe. La Iglesia Católica de Corea conmemora a todos sus mártires durante el mes de septiembre, destacando a los 103 santos canonizados en 1984 y a los 124 beatos canonizados en 2014.
Presencia coreana en Paraguay
También en Paraguay, con la migración, los hermanos y hermanas coreanos, junto con sus familias, han traído la semilla de la fe en estas tierras para fecundarlas con la buena nueva del Evangelio. Su presencia, su trabajo y su testimonio cristiano han sido y siguen siendo una bendición para nuestra Iglesia.
Nuestra Iglesia se enriquece con el aporte de tantas culturas y pueblos que confiesan la misma fe en Jesucristo.
Y así como en Corea esa semilla fue fecundada con la sangre de los mártires, también en Paraguay hemos recibido la semilla del Evangelio, traída hace ya muchos años por misioneros y testigos de la fe.
Mártires paraguayos: frutos de santidad
Esa semilla fue creciendo en esta tierra y ha dado frutos abundantes. Entre esos frutos recordamos con gratitud a San Roque González de Santa Cruz y sus compañeros mártires. Con su vida y entrega fecundaron la misión en nuestras tierras.
Ellos son parte de la misma siembra de santidad que nos hermana con los mártires de Corea y con tantos otros hermanos y hermanas que en el día de hoy siguen sufriendo persecuciones e incluso la muerte por causa de su fe.
Fortaleza en la persecución
Los mártires comprendieron, como bien enseñaba san Andrés Kim Taegon, que Jesús al venir a este mundo soportó innumerables sufrimientos. Y que con su pasión fundó la Iglesia, haciéndola crecer también con los padecimientos de sus hijos fieles.
Esta convicción los sostuvo en medio de las persecuciones: la certeza de que, aunque los poderes de este mundo intenten oprimir y atacar a la Iglesia, nunca podrán derrotarla.
Porque su fuerza no está en las riquezas ni en el poder humano, sino en la cruz gloriosa de Cristo. Este pensamiento no es sólo un recuerdo histórico. Es un ejemplo concreto de santidad de vida.
Nos muestra que la fe auténtica se vive con fidelidad y esperanza, aun en medio de sufrimientos y amenazas.
El salmo 112 nos recuerda que es Dios quien transforma nuestra pequeñez en dignidad: “Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo”.
La llamada de San Mateo
Eso mismo hizo con San Mateo, cuya fiesta también celebramos hoy. Él, que era recaudador de impuestos y despreciado por muchos, fue alcanzado por la mirada de Jesús.
Esa mirada lo levantó del banco de los tributos para convertirlo en discípulo, apóstol y evangelista.
Conquistado por esa mirada que compró su corazón, Mateo se volvió fiel administrador de los bienes recibidos de Jesús. Ya no recaudó impuestos para sí mismo, sino que puso al servicio de la Iglesia el tesoro de la Palabra, escribiendo el Evangelio que hasta hoy alimenta nuestra fe.
El evangelio de este domingo, sin embargo, nos presenta la parábola del administrador infiel. Un hombre acusado de mala administración, incapaz de responder con justicia y transparencia, recurre a la astucia para asegurar su futuro.
Jesús no elogia la corrupción, sino la sagacidad de este hombre.
Y nos invita a ser astutos, no para la injusticia, sino para el bien. Inteligentes en el amor, creativos en la justicia, hábiles para sembrar la equidad en nuestra convivencia.
“El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Ningún siervo puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y al dinero”.
Estas palabras son un llamado directo a nuestra vida cotidiana. La fidelidad no se mide sólo en los grandes gestos heroicos, como los de los mártires, sino también en lo pequeño de cada día.
La honradez en el trabajo, la palabra cumplida, la ayuda silenciosa al que sufre, la administración justa de lo que Dios nos confía.
Ser fieles en lo poco significa no despreciar lo sencillo: la oración diaria, el cuidado de los vínculos familiares, la solidaridad con quien necesita.
Y ser fieles en lo mucho es mantenernos firmes cuando la vida nos coloca ante decisiones grandes y exigentes.
La primavera: signo de esperanza
Hoy, además, celebramos el día de la primavera. La primavera nos habla de la vida que renace, de esperanzas que florecen y de la posibilidad de un mundo más fraterno.
Un mundo libre de persecuciones, libre de corrupciones, libre de discriminaciones. Es también un signo de la eterna juventud a la que todos somos llamados en Cristo. Decimos con razón que los jóvenes son la primavera de la Iglesia.
En el Paraguay, ellos representan esa frescura que renueva, esa fuerza que construye y esa alegría que contagia. Hoy queremos mostrar nuestra cercanía especialmente con aquellos jóvenes que han perdido la esperanza, los que viven sin afectos ni horizontes.
Que no se sientan solos, porque otros jóvenes y sus familias pueden ser luz para sus vidas, así como lo fueron los mártires jóvenes coreanos, testigos de fe y esperanza.
Llamado a la valentía y a la fidelidad
Los mártires de ayer y de hoy nos muestran que el Evangelio es siempre fecundo. Ellos son testigos de que no hay poder humano capaz de sofocar la voz de quienes dan la vida por Cristo.
Su ejemplo nos invita a ser valientes en nuestra fe, a no avergonzarnos de dar testimonio en público, y a permanecer firmes en el amor de Dios. Esa misma convicción debe animarnos: permanezcamos fieles, no tengamos miedo. Somos piedras vivas de una Iglesia que resiste y crece en medio de las dificultades. Cristo ha vencido, y con Él, nosotros también venceremos.
Oh María, Nuestra Señora, Inmaculada Concepción, Santa, patrona de Corea del Sur, a ti elevamos hoy nuestra plegaria confiada.
Mira con bondad a la Iglesia extendida en el mundo entero y acompaña a todos tus hijos que sufren persecución por la fe.
Protege a las familias, guía a los jóvenes, consuela a los pobres y fortalece a los débiles.
Enséñanos a ser humildes servidores del Evangelio, fieles en lo pequeño y en lo grande, testigos alegres de tu Hijo Jesucristo.
Que bajo tu amparo maternal, seamos instrumentos de paz, constructores de fraternidad y sembradores incansables de esperanza.
Amén.
Adalberto Card. Martínez
Arzobispo de Asunción
21 de septiembre de 2025
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