EL SANTO ROSARIO, ORACIÓN QUE FORTALECE EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA CRISTIANA
Hermanas y hermanos en Cristo:
En este día del Señor y en vísperas de una gran fiesta de su madre y nuestra madre, la Virgen del Rosario, elevamos nuestra oración de acción de gracias por la eterna alianza de amor de Dios con su pueblo y de Cristo con la Iglesia, su esposa.
El evangelio, nos narra con claridad que el sacramento del matrimonio fue querido por Dios desde la creación del mundo. La unión entre el hombre y la mujer, para formar una sola carne, una familia, como expresión y reflejo del amor divino por nosotros.
Esta es la imagen de Dios: el amor, la alianza de Dios con nosotros está representada en esa alianza entre el hombre y la mujer. Somos creados para amar, como reflejo de Dios y de su amor. Y en la unión conyugal, el hombre y la mujer realizan esta vocación en el signo y expresión de la reciprocidad y de la comunión de vida plena y definitiva.
La historia de la salvación nos muestra que Dios ha sido fiel y mantuvo su alianza con el pueblo de Israel a pesar de las múltiples muestras de debilidad de su pueblo que, no pocas veces, se ha apartado de Él, habiendo caído en tentaciones, rebeldías y deserciones de la fe.
Lo mismo podemos decir de la historia de la Iglesia edificada por Cristo sobre San Pedro, la Piedra, a quien le entregó las llaves del Reino de los Cielos. Cristo estableció la Nueva Alianza con su propia sangre. Amó hasta el extremo que dio su propia vida por los suyos, a pesar de tantos escándalos de infidelidad a ese amor por parte de los seguidores del Camino, desviados del mismo, se han apartado de las enseñanzas y de la misión que el Esposo le ha encomendado.
De esa forma podemos ver que el amor, la misericordia y el perdón son más fuertes que aquellas situaciones difíciles que las familias afrontan cada día de su vida y en su compromiso matrimonial. La clave es el amor, porque problemas siempre hubo y habrá en cualquier relación humana.
Cada uno de nosotros podemos reconocer en nuestro propio entorno familiar que el hombre y la mujer, con amor, han logrado construir una hermosa relación que ha durado toda una vida: hasta que la muerte los separe, porque ha habido diálogo, respeto al otro, cuidado mutuo, así como la capacidad de pedir y ofrecer perdón. Matrimonios que son verdadera escuelas de perdón y reconciliación.
Pero también conoceremos experiencias cercanas en las que muchos, por diversos motivos, no logran sostener el vínculo matrimonial. Esta es una realidad que plantea a la Iglesia desafíos que necesita abordar con mucha sabiduría pastoral, con fidelidad al evangelio.
La Iglesia sostiene, defiende y alienta la indisolubilidad del matrimonio. Declarados marido y mujer, hasta que la muerte los separe. Jesús lo afirma de forma contundente en el evangelio de Marcos que hemos escuchado hoy.
Necesitamos poner todo nuestros esfuerzos para que nuestra pastoral familiar, de juventud, la catequesis en todas sus etapas y hasta la Pastoral del Desarrollo Humano Integral, contribuyan a fortalecer la vocación, preparación y perseverancia del hombre y la mujer que deciden unirse en el sagrado vínculo del matrimonio.
Para ello, la familia es fundamental. Es la cuna de todas las vocaciones y fuente de toda educación. Protectora y defensora de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Los valores que se viven, inculcan y se aprecian en el hogar marcan profundamente el futuro de los hijos. Lo que vivan los padres: sus gestos, palabras, actitudes y su ejemplo de amor, reflejado en el respeto y cuidado mutuo, comprensión, misericordia, afabilidad, rectitud, entre papá y mamá y con los hijos, será la fuente de la que se nutrirán sus miembros y que los preparará para asumir hábitos y conductas virtuosas en la vocación que abracen y en la realización de su proyecto de vida. Dejen que los niños crezcan en cunas de ternura y perdón, no les nieguen en pan de la honestidad y el buen trato, ni le nieguen la vida misma, que es santa, atentándola con intenciones y acciones de abortos procurados.
Debemos reconocer, por otra parte que hay familias heridas en las que no ha sido posible mantener el vínculo matrimonial. La Iglesia, nosotros, no podemos simplemente condenarlas, ignorarlas y excluirlas de la comunidad eclesial y en su vida de fe.
Como Iglesia, necesitamos cuestionarnos si no somos parte del fracaso y revisarnos en nuestro grado de responsabilidad pastoral, con el propósito de cumplir mejor nuestra misión educadora y evangelizadora.
Hay situaciones de fracaso, de dolor, de sufrimiento, divorcios y separaciones. Son múltiples las causas, pero vivimos en una sociedad que no favorece, por acción o por omisión, la cohesión familiar y la estabilidad y perseverancia en el matrimonio. Prevalece la cultura de lo efímero, del descarte. Estamos ante corrientes culturales que debilitan la capacidad de resiliencia y de lealtad a los compromiso asumidos. Mas las causas sociales, familias sin tierra, trabajo, techo, salud. La migración causante de separaciones. Son realidades que necesitan ser entendidas para dar respuestas consistentes y creativas desde el evangelio y el Magisterio de la Iglesia. Situaciones que también nos llevar a orar insistentemente por la unidad. Hacer nuestras la oración de Jesús en el huerto Jn. 17,20.
La tradición atribuye a Santo Domingo de Guzmán la fundación del santo rosario. La Reina de los cielos se sirvió de él para enseñar a la Iglesia, Esposa de su Hijo, la devoción del Santísimo Rosario: es decir, esa forma de ruego que ayuda a suscitar y mantener en el pueblo el fervor de la piedad y la práctica de todas las virtudes.
A ejemplo de santo Domingo de Guzmán, que nos ha legado esta bella manera de entrar en comunión con Cristo a través de la Virgen María, hagamos de la oración del santo rosario un instrumento para alimentar nuestra fe, para practicar las virtudes y contribuir al fortalecimiento de la base de la familia cristiana que es el sacramento del matrimonio.
Invoquemos la bendición y protección de nuestra Madre, la Virgen del Rosario.
Dios te salve María…
Luque, 6 de octubre de 2024.
+ Adalberto Card. Martínez Flores
Arzobispo Metropolitano de Asunción
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