San Sinforiano fue martirizado en Autun, en el siglo II o III. La ciudad de Autun era una de las más antiguas y famosas de la Galia (actualmente Francia). En la época a la que nos referimos, se practicaba intensamente en la ciudad el culto de Berecintia (Cibeles), Apolo y Diana. En determinado día del año, se transportaba en procesión la estatua de Cibeles sobre un carro, por toda la ciudad.

En una de esas procesiones, Sinforiano faltó al respeto a la imagen y fue apresado por la multitud y conducido ante Heraclio, el gobernador de la provincia. Heraclio le preguntó por qué se rehusaba a venerar la imagen de la madre de los dioses. El santo respondió que era cristiano y sólo adoraba al verdadero Dios;

El juez dijo entonces a Sinforiano: “Tal vez te portas así pensando que tu familia te protege, o tal vez ignoras las órdenes del emperador”. En seguida ordenó que se diese lectura al edicto imperial, y dijo al mártir: “¿Qué respondes a esto, Sinforiano?” El mártir volvió a manifestar su desprecio por el ídolo, y el juez le mandó apalear y encarcelar.

Heraclio le condenó a morir por la espada por haber traicionado a los dioses y a los hombres. Cuando Sinforiano se dirigía al sitio de la ejecución, recogen las “Actas” que su madre, que estaba junto a la muralla de la ciudad para verle pasar, le gritó: «Hijo, hijo, Sinforiano, poné tu pensamiento en Dios vivo. no podemos temer la muerte, que conduce sin duda a la vida. Mantén el corazón en alto, hijo, mira a aquel que reina en los cielos. Hoy no se te quita la vida, sino que se te cambia por una mejor. Hoy, hijo, migrarás, por feliz intercambio a una vida superior.»

El santo fue decapitado el 22 de agosto de 178. San Sinforiano es un glorioso perfil de santidad en el álbum  de la historia del cristianismo, cuyo testimonio resuena profundamente en la búsqueda de la verdad y la autenticidad en la fe.

Sinforiano se destacó por su inquebrantable amor al Dios verdadero, manifestado en su devoción a Jesucristo, Dios hecho hombre en el seno de María Santísima. Un joven que fue amamantado con la fe de su madre quien le nutrió con la leche buena de la Palabra. (I Pedro 2:2 Como niños recién nacidos, busquen la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcan para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno). Crecer para la salvación manteniendo la mirada en alto. Que importante e imprescindible la madre educadora, la familia que educa y nutre a los hijos de la fe verdadera. La mejor herencia, el,mejor patrimonio que dejar a los hijos, transmitir los valores evangélicos. Mantené el corazón en alto, hijo, le decía su mamá, mira a aquel que reina en los cielos. Tener ojos fijos en la Esperanza, como San Sinforiano,  en Aquel que nos ha rescatado del pecado y la muerte.(Mateo 10:22) Y serán odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. Con su vida y testimonio de perseverancia hasta el fin, San Sinforiano, también denuncia el abuso de poder.

Sinforiano ha perseverado en la fe en Jesús. Su nombre, significa “lleno de gracia,” no solo subraya su conexión espiritual con lo divino, sino que también refleja el sentido de su vida: ser un servidor de la gracia de Dios en un mundo que a menudo se pierde en la superficialidad y la corrupción. A través de su ejemplo, nos muestra que la verdadera gracia se manifiesta en acciones concretas de amor, justicia, valentía y fortaleza.

Sinforiano comprendió que la fe no puede ser solo una fachada, maquillajes que ocultan mentiras; de los poderosos que ocultan corrupciones como sepulcros blanqueados. Ser seguidor de Cristo es un compromiso sincero con la verdad y la justicia, una búsqueda genuina de la relación con Dios y los hermanos. No puede uno llamarse seguidor de Cristo y a la vez perseguidor, difamador, juez y verdugo de los cristianos.

La historia de San Sinforiano también plantea preguntas importantes para nosotros hoy. En un mundo donde las creencias y los valores a menudo son manipulados y distorsionados, su vida nos invita a examinar nuestras propias convicciones. ¿Estamos dispuestos a defender la verdad, incluso cuando es impopular o peligrosa? ¿Nos atrevemos a cuestionar las prácticas que pueden parecer piadosas a la vista, pero que carecen de sustancia y verdad?

San Sinforiano nos recuerda a Mons. Juan Sinforiano Bogarín, quien nació en el pueblo de Mbuyapey, departamento de Paraguarí, el 21 de agosto de 1863, ayer fue su 161 años en el cielo. Falleció a los 85 años. Fue el primer arzobispo de Asunción.

Fortiter et suaviter era el lema de su escudo episcopal, principio que sustentó en el curso de su laboriosa carrera: fortaleza en la defensa de su magisterio y suavidad en el trato con los demás. Mons. Juan Sinforiano Bogarin, hizo suyas las palabras de San Pablo (1 Cor. 9, 16-19. 22-23). Hermanos: No tengo por qué presumir de predicar el Evangelio, puesto que ésa es mi obligación. ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por propia iniciativa, merecería recompensa; pero si no, es que se me ha confiado una misión.

Cuando llegaba al ocaso de su vida, decía el Dr. Jerónimo Irala Burgos, digno ex miembro de la Suprema Corte de Justicia del Paraguay, el balance de la vida y obra de Mons. Juan Sinforiano Bogarin era imponente, estremecedor: Había recorrido 50.000 kilómetros en sus giras pastorales. ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio!, decía San Pablo, si yo lo hiciera por propia iniciativa, merecería recompensa; pero si no, es que se me ha confiado una misión.

Mons. Juan Sinforiano, fue un discípulo, obispo misionero, Ángel de la Paz, Gloria de la Iglesia y del Pueblo, Imagen viva del Buen Pastor, Lucero del Paraguay, son calificativos que florecieron sobre su memoria ya histórica. Nosotros hemos visto en él a un verdadero Evangelizador y Reconstructor moral de la Nación, por haber restaurado, entre las ruinas de la patria vieja, una sociedad humana -Patria sufrida-, que restañaba penosamente sus heridas, una Iglesia identificada con su suerte y su destino, y la fe católica de todo un Pueblo, muy americano, el Paraguay, como una de las notas fundamentales de su ser nacional. (Dr. Jerónimo Irala Burgos)

El Señor nos llama a restaurar, con suavidad y firmeza, restaurar al enfermo, devolver la dignidad, de hijos e hijas a nuestros ciudadanos. Restaurar la comunidad herida, nuestras familias empobrecidas, disgregadas por la pobreza, sanar las corrupciones que afectan el tejido social y moral de la nación, sanar las heridas de las discordias, las heridas causadas a la casa común, al medio ambiente, a la naturaleza,  al cielo, la tierra y el agua se han contaminados, con ambiciones de acumular tierras y ganancias. El gran poeta yegreño Elvio Romero que nació en Yegros en el año 1926 y  falleció en el 2004 a los 78 años, hace 20 años, recibió el premio Nacional de Literatura en 1991, considerado el más universal de los poetas paraguayos, escribía en sus versos: Los ayoreos sueñan con sus bosques, con el panal de fuego del lucero; descifran el lenguaje y los colores de las aves que cruzan el desierto, de las serpientes en los camalotes. Mientras el blanco trama su emboscada, los ayoreos sueñan con sus bosques. También soñamos con la tierra sin mal, que está escondida más allá del palmar  y el horizonte. Ante la emboscada de los ambiciosos, todavía apostamos por alzar siempre la mirada para descifrar el horizonte de esperanza de la patria soñada.

Que la vida de Mons. Juan Sinforiano Bogarin  y de San Sinforiano de Autum, Santo Patrono de nuestra ciudad de  Yegros  sean un ejemplo que nos ayude a buscar siempre el bien común,  no perder los horizontes de esperanzas, restaurar la dignidad de las personas y sus comunidades, rehacer el tejido moral de la nación, trabajar por la cultura del buen trato (con ternura y fortaleza) y la fraternidad, alimentados con su Palabra de Vida y el Pan de la Eucaristía que nos proporciona para fortalecernos en la misión que él nos ha encomendado. Que María Santísima Madre nuestra, sea nuestra guía y amparo. Amen

 

+Adalberto Card. Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de Asunción

Yegros, 22 de agosto del 2024