Queridos sacerdotes, diáconos, queridas familias, hermanos y hermanas.

Hace 4 dias por la puerta del Domingo de Ramos, hemos entrado en la Semana Santa; la más Santa de todas las semanas del año. Hoy Jueves Santo, subimos a la planta alta en el comedor, para adentrarnos en realidaden la profundidad del santuario del Sagrado de Jesus cuando El, el Señor y Maestro, instituye, el Sacerdocio, la Eucaristía, el amor recíproco
“Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Estas palabras de san Juan comprende, toda la verdad sobre la Eucaristia, el corazón de la verdad sobre la Iglesia. (Jn 6,51) Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que Yo también daré por la vida del mundo es Mi carne. Desde este Jueves Santo, de ese comedor Divino, la Iglesia nace cotidianamente de la Eucaristía celebrada en muchos lugares de nuestro país, en toda la de la tierra, en condiciones tan variadas, entre culturas tan diversas, el misterio eucarístico nos renueva nos transforma en nuevas criaturas o nueva creación. (2 Cor. 5,17) Quién vive en Cristo es una nueva creación, las cosas viejas han pasado, he aquí que han nacido de nuevo.
San Juan Pablo Il, 13 de marzo de marzo del 2005, ha querido dejar a los sacerdotes su postrer testamento para el Jueves Santo. El decía, les envío mi mensaje desde el hospital, donde estoy algún tiempo con tratamiento médico y ejercicios de rehabilitación, enfermo entre los enfermos, uniendo en la Eucaristia mi sufrimiento al de Cristo.
Lo haré dejándome guiar por las palabras de la institución de la Eucaristia las que pronunciamos cada día in persona Christi, para hacer presente sobre nuestros altares el sacrificio realizado de una vez por todas en el Calvario. De ellas surgen indicaciones iluminadoras para la espiritualidad sacerdotal: puesto que toda la Iglesia vive de la Eucaristía, la existencia sacerdotal ha de tener, por un título especial, “forma eucarística”. Conformarse a la Eucaristía. Las palabras de la institución de la Eucaristia no deben ser para nosotros únicamente una fórmula consagratoria, sino también una “fórmula de vida”. Fórmula esencial para celebrar en EI, Amor. No fórmulas rutinarias repetidas por acostumbramiento. Formulas que se hacen vida, para ser con El, abnegación y sacrificio, pan partido para la vida del mundo, pan partido y sangre derramada por la vida de los hermanos que viven en las periferias de nuestros horizontes eclesiales.
Por otro lado, tomamos conciencia cada vez de la voluntad de Cristo de ofrecer a todos la salvación obliga a reavivar en nuestro ánimo el ardor misionero. San Pablo en su carta pastoral al joven Timoteo (2 Tim 1,6) le exhorta: reaviva el don que has recibido mediante la imposición de mis manos. Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza.
EI ministerio sacerdotal es un gran regalo del Señor. El que te ha elegido para consagrarte a su servicio. EI te ha Ilamado y confiado la misión que te encomienda.
EI Papa San Juan Pablo II decía: quisiera subrayar también que Jesús ha Dicho: “Haced esto en memoria mía “. La Eucaristia no recuerda un simple hecho; irecuerda a Él! Para el sacerdote, repetir cada día, in persona Christi, Las palabras del “memorial ” es una invitación a progresar y desarrollar una “espiritualidad de la memoria “. En un tiempo en que los rápidos cambios culturales y sociales oscurecen el sentido de la tradición y exponen especialmente a las nuevas generaciones, al riesgo de perder la relación con las propias raíces, el sacerdote está llamado a ser, en la comunidad que se le ha confiado, el hombre del recuerdo fiel de Cristo, su memoria y todo su Misterio: su prefiguración en el Antiguo Testamento, su realización en el Nuevo y su progresiva profundización, bajo la guía del Espíritu Santo, en virtud de aquella promesa explíicita: “ÉI será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho” (Jn 14, 26). Sobre el altar está presente “verdadera, real, sustancialmente” Cristo muerto y resucitado en toda su humanidad y divinidad. Por este motivo la Iglesia trata este Misterio con suma reverencia, y vigila atentamente para que se observen las normas litúrgicas, establecidas para tutelar la santidad de un Sacramento tan grande.
Nosotros, sacerdotes, somos los celebrantes, pero también los custodios de Este sacrosanto Misterio. De nuestra relación con la Eucaristía se desprende también, en su sentido más exigente, la condición “sagrada ” de nuestra Vida. Una condición que se ha de reflejar en todo nuestro modo de ser, pero ante todo en el modo mismo de celebrar. Acudamos para ello a la escuela de los Santos!
En su ministerio sacerdotal, el Siervo de Dios, Julio César Duarte Ortellado estaba favorecido por la gracia divina con un temperamento profundamente místico, amor y devoción a la eucaristía y profunda veneración a la Santísima Virgen María. Decía a su amada madre: “De nada me servirá ser sabio y predicar bien y ser aplaudido por la gente, si no soy santo. El sacerdote Madre mía, es y debe ser otro Cristo”.
Jesucristo, el verdadero sumo Sacerdote quiso ser y hacerse el servidor de todos. En el gesto del lavatorio de los pies quiso representar el verdadero significado del sumo sacerdocio. Con el gesto del amor hasta el extremo lava nuestros pies sucios; con la humildad de su servicio nos purifica de la enfermedad de nuestra soberbia. Y no solamente nos lava los pies con el agua, sino con su propia sangre nos limpia el espíritu, el corazón. ÉI se abajó, (Filipenses) se hizo siervo para elevarnos, para subir con él y hacia él. Su elevación en la cruz es el abajamiento más profundo, el gran amor llevado hasta el extremo, es a la vez el culmen de la elevación, nuestra verdadera elevación. A este abajamiento nos llama para servir. Competir por el último lugar, por ponernos el delantal del servicio para servir, antes que aelantarnos en actitud más bien de ser servidos.
Le encomendamos a María , “Mujer eucarística”. Nadie como ella puede enseñarnos con qué fervor se han de celebrar los santos Misterios y cómo hemos dw estar en compañía de su Hijo escondido bajo las especies Eucarísticas. Así pues, le encomendamos a todos ustedes. En esta Pascua del Año de la Oración le pedimos que se haga su Voluntad, así en la tierra como en el cielo. Su Voluntad de ser humildes y obedientes discípulos de Señor.

+ Adalberto Card. Martínez Flores
Arzobispo Metropolitano de Asunción
28 de marzo del 2024