SANTA MISA
Domingo 24 de agosto de 2025
HOMILÍA
SANTA ROSA DE LIMA
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy nos reunimos en esta celebración eucarística, acción de gracias al Señor, para honrar el testimonio de vida de una santa muy querida para nosotros: Santa Rosa de Lima, primera Santa y patrona de las Américas, protectora de Lima y del Perú, patrona de las Indias orientales, de las Filipinas, Santa Patrona de la Policía Nacional del Paraguay y santa patrona de nuestra parroquia. En la noche del 24 de agosto de 1617 (hace 408 años) hacia la medianoche, Santa Rosa de Lima entregó su alma al Señor. Tras largos años de enfermedad y sufrimiento, ofrecidos con amor y paciencia en unión a la Pasión de Cristo, expiró suavemente pronunciando el nombre de Jesús: Jesús, Jesús, sea conmigo.
El salmo que hemos proclamado resuena con fuerza en nuestros corazones: “Que alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos, porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre” (Sal 116). Santa Rosa fue, ante todo, una criatura de Dios que vivió alabando y glorificando al Señor, porque llevaba su amor como un tesoro escondido en lo más profundo de su corazón. En su santidad contemplamos el resplandor de la luz divina, reflejada en sus virtudes heroicas. Pero no la miramos a ella por sí misma, sino porque en su vida se refleja el Dios único y verdadero, a quien también nosotros estamos llamados a seguir e imitar.
Santa Rosa y Chiquitunga: dos flores del mismo jardín de Dios
Dios, en su infinita bondad, también nos regaló en Paraguay una luz cercana y querida: María Felicia de Jesús Sacramentado, Chiquitunga, la “flor del Carmelo”, cuya vida sigue inspirando al pueblo paraguayo.
Las vidas de Santa Rosa de Lima y de Chiquitunga tienen sorprendentes semejanzas, aunque vivieron en tiempos y lugares distintos. Ambas fueron jóvenes sencillas y hermosas, por dentro y por fuera; ambas se desposaron místicamente con Cristo, entregando sus vidas a la oración, al sacrificio y al servicio generoso.
Su peregrinación terrenal fue breve —Santa Rosa murió a los 31 años y Chiquitunga a los 34—, pero ambas vivieron con una plenitud extraordinaria, renunciando a la vanidad y a las riquezas de este mundo, para abrazar la riqueza que no se pierde jamás: la fe en Jesucristo. Invirtieron sus talentos en lo esencial: la oración y el servicio, especialmente hacia los más pobres y necesitados.
Y aquí hay un punto luminoso que las une de manera especial: su amor ardiente a Jesús en la Eucaristía.
Santa Rosa encontraba en el Santísimo Sacramento su fuerza, su paz y su alegría. Pasaba largas horas delante del Sagrario, como una enamorada de Cristo presente en el Pan vivo bajado del cielo.
Chiquitunga, fiel a su nombre de “Jesús Sacramentado”, vivió toda su espiritualidad centrada en la Eucaristía. Allí aprendió a amar y a darse sin reservas, encontrando en la comunión con Jesús su fortaleza cotidiana.
Ambas entendieron que sin la Eucaristía no se puede vivir el Evangelio en plenitud. Por eso su vida de entrega y sacrificio tuvo su raíz y su fuente en el Santísimo Sacramento del altar, en el Divino Banquete que estamos celebrando.
El Evangelio y la puerta estrecha
La Palabra de Dios hoy nos ilumina con fuerza en el Evangelio según san Lucas (Lc 13,22-30):
“Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque muchos intentarán entrar y no lo lograrán.”
Estas palabras de Jesús son una llamada seria y urgente: la salvación no se alcanza por costumbre ni por apariencias, sino por una vida que se esfuerza, que se sacrifica y que se entrega con amor a Dios y al servicio de los hermanos.
Santa Rosa y Chiquitunga pasaron por esa “puerta estrecha”. No eligieron el camino fácil de la comodidad ni de la superficialidad; eligieron el camino exigente del Evangelio: la oración profunda, el sacrificio ofrecido con alegría y el amor generoso y servicio hacia los más pequeños, hacia los pobres y necesitados.
Y lo lograron porque su alimento fue la Eucaristía. Solo quien se deja transformar por Cristo en el Santísimo Sacramento es capaz de vivir así: con amor que se entrega, con fe que resiste y con esperanza que nunca defrauda.
Santa Rosa, patrona de la Policía Nacional
En este día también recordamos especialmente a la Policía Nacional del Paraguay y sus familias, que tienen como patrona a Santa Rosa de Lima. Ella es para nuestros uniformados un modelo de entrega, de servicio y de sacrificio.
La misión policial exige custodiar el orden y la seguridad de todos, aún en medio de dificultades, sacrificios y estrecheces —sean económicas, familiares o emocionales—. Caminar por la “puerta estrecha” del Evangelio, en este contexto, significa vivir con honestidad, con rectitud y con fidelidad al deber, buscando siempre la justicia y la paz.
Que Santa Rosa sea inspiración para nuestros policías y sus familias, para que, sostenidos por la gracia de Dios, puedan cumplir con dedicación y nobleza su vocación de servicio, encontrando en Cristo Eucaristía la fuerza para no rendirse y para caminar cada día en santidad.
Un llamado también para nosotros
Por eso, la Iglesia nos propone a Santa Rosa y a Chiquitunga como ejemplos luminosos de vida cristiana. No se trata solo de admirarlas, sino de dejarnos interpelar por su testimonio. El mismo llamado toca hoy a nuestra puerta:
Cada bautizado está llamado a “gastar su vida” en lo esencial, en buscar incansablemente la verdadera riqueza de la fe, que siempre se traduce en obras de amor.
La mejor inversión de nuestra existencia es esta: vivir la fe con obras y obrar la fe con amor, entrando por la puerta estrecha que conduce al Reino de Dios.
Que Santa Rosa de Lima y la beata María Felicia intercedan por nosotros, y de modo especial por las familias de la Policía Nacional, para que todos podamos seguir a Cristo alimentados por la fuerza de la Eucaristía, camino seguro hacia el Reino eterno.
Oración final
Santa Rosa de Lima, patrona de las Américas y protectora de la Policía Nacional, te pedimos hoy que intercedas por nosotros. Alcanza para nuestro país y para el mundo entero el don precioso de la paz:paz en las naciones, paz en las familias y paz en cada uno de nuestros corazones. Acompaña con tu bendición a los policías y a sus familias, para que vivan siempre con honestidad y generosidad su vocación de servicio. Enséñanos a entrar cada día por la puerta estrecha del Evangelio, alimentados con la fuerza de la Eucaristía, para caminar en santidad hacia el Reino eterno. Amén.
Adalberto Card. Martínez Flores
24 de agosto de 2025
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