Jesús les preguntó: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. ( Mt. 16,13)

 

Hoy en la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, quisiera con ustedes de nuevo volver a los días de la elección del Papa Leon XIV. Era el miércoles 6 de mayo, esa mañana celebramos la solemne misa por la elección del Papa en la Basílica de San Pedro . A la tarde nos preparamos en oración silenciosa en la capilla Paolina. Luego el Cardenal que preside la celebración, dirigiéndose a los presentes, dice: Venerables hermanos: después de haber celebrado los sagrados misterios, entraremos ahora en Cónclave para elegir al Romano Pontífice. Toda la Iglesia, unida a nosotros en la oración, invoca insistentemente la gracia del Espíritu Santo, para que sea elegido por nosotros un digno Pastor de todo el rebaño de Cristo. El Señor dirija nuestros pasos por el camino de la verdad, para que, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos, hagamos siempre lo que le agrada. Luego en procesión cantando las letanías recordando a los santos de Oriente y Occidente, nos dirigimos hacia la Capilla Sixtina, entonando luego al canto Ven Espíritu Creador.

 

Reunidos en el Cónclave los días 6, 7 y 8 de mayo. En el proceso de las elecciones, los 133 cardenales electores, dispuestos en nuestras mesas, ordenados según protocolo, nos poníamos de pie por fila desde nuestras mesas, llevando nuestras tarjetas de votos dobladas con un nombre escrito de puño y letra, con las manos levantadas, haciéndola visible. Lo depositamos en un platillo de bronce y luego en la urna, diciendo antes una oración: que el Señor sea testigo quien me juzgará que mi voto le concedo a quien según Dios, sostengo que debe ser elegido. Así lo hicimos en cinco ocasiones. Finalmente, los escrutadores y auditores al llegar a contar los votos de los ⅔ necesarios (89) de los 133 electores, fueron favorables para el Cardenal Robert Prevost. De pie y con aplausos prolongados con lágrimas emocionadas fue la manifestación de nuestro gozoso homenaje al elegido Sucesor del Apóstol Pedro. Luego siguieron contando los votos.

 

Luego el Cardenal Decano, le preguntó: aceptas la elección canónica para Sumo Pontífice? La respuesta sí, y luego le pregunta: con cual nombre quieres ser llamado? La respuesta Me llamaré Leon. Luego se quemaron todas las tarjetas y todo los apuntes escritos de las mesas de los cardenales. Luego el Papa elegido, fue a la sacristía para revestirse con las vestimentas apropiadas del Sumo Pontífice. Cuando regresó el Cardenal Decano le dice: Beatisimo Padre, en esta hora solemne, en que por el arcano designio de la Divina Providencia, fuiste elegido para la Cátedra de Pedro, antes de elevar a Dios nuestras oraciones unánimes y agradecerle por tu elección, juntamente con la Beata siempre Virgen María, Madre De Dios y de todos los Santos, conviene recordar las palabras con el que el Señor Jesucristo, prometió a Pedro y a sus sucesores, el primado del ministerio apostólico y del amor. El Papa se puso de pie y el Cardenal decano proclamó el texto del evangelio de la profesión de amor de Pedro (Jn 21,15):

 

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, Jesús dijoa Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?» El le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.»

 

Luego de la lectura del Evangelio hemos rezado: Oh Dios, que en el designio de tu sabiduría has edificado tu Iglesia sobre la roca de Pedro, cabeza del colegio apostólico, mira y sostiene a nuestro Papa Leon XIV, tú que lo has elegido como sucesor de Pedro, haz que sea para tu pueblo principio y fundamento visible de la unidad en la fe y de la comunión en la caridad. Por Cristo nuestro Señor.

 

Agradecidos por su sí, por su profesión de fe y amor al Señor, quien le encomienda la tarea y misión que: apacienta mis ovejas. (Jn. 21,15) la chimenea del humo blanco anunciaba la gran noticia: Habemus papam. La noticia se dispersó urbi et orbi, con profundas emociones y conmovidas lágrimas en todo el mundo.  

 

Antes de que el Papa saliera en el balcón, se ha procedido a los saludos de rigor de felicitaciones y las promesas de obediencia de los cardenales electores y no electores, como de los colaboradores más cercanos del Cónclave. Personalmente le expresé mi obediencia y regocijo al sucesor del Apóstol Pedro, el Papa Leon XIV. Le había transmitido en ese momento nuestras alegrías y asegurado nuestras oraciones por él, por su ministerio y magisterio, y especialmente del pueblo paraguayo que ama inmensamente al Papa. Le agradecimos por su sí para asumir el encargo de la misión a quien le estaríamos acompañando en comunión, obediencia y unidad ferviente a la Cátedra de Pedro. 

 

Con humildad y apertura a las mociones del Espíritu Santo, nuestras oraciones han sido correspondidas en el perfil petrino del Papa Leon que el Señor nos regaló:   

Un hombre configurado con la misión que el Padre le confío a Jesús y que Jesús entregó como mandato a la Iglesia: vayan y evangelicen a todos los pueblos… Anunciando la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los oprimidos. Que fomente la cultura del encuentro y la unidad en la diversidad. Promotor de la fraternidad y de la amistad social. Artesano de la paz en un mundo en conflicto. 

El Papa Leon enfatizó la importancia de la paz en su primer discurso desde el balcón de la Basílica de San Pedro el 8 de mayo. Se dirigió a todos los pueblos y naciones, deseando que la paz estuviera con ellos. El Papa, quien asumió el nombre de León XIV en honor a su predecesor, el Papa León XIII, hizo un llamado a la paz global, especialmente en momentos de conflicto como la situación entre Irán e Israel. 

 

El Papa no solo habló de paz, sino que también ofreció la intervención de la Santa Sede para facilitar el diálogo entre los enemigos y ayudar a los pueblos a encontrar la paz y la dignidad. Hizo un llamado a la humanidad para que no permita que las armas ahoguen el grito por la paz y recordó que ningún conflicto es lejano cuando está en juego la dignidad humana. 

 

San Agustín: Pedro fue quien ordenó a San Esteban. Cuando el mártir Esteban fue ordenado diácono, entre otros apóstoles estaba también el apóstol Pedro. Pedro fue su ordenador, Pablo su perseguidor. Mas no nos detengamos en los primeros hechos de Pablo; deleitémonos con los últimos de quien fue el último; pues, si buscamos los primeros, ni siquiera los de Pedro nos agradarán lo suficiente. He dicho que Pablo fue el perseguidor de Esteban; veamos en Pedro al negador del Señor. Pedro lavó con sus lágrimas el haber negado al Señor; Pablo expió con la ceguera el haber perseguido a Esteban. Lloró Pedro antes del castigo; Pablo sufrió también el castigo. Ambos fueron buenos, santos, piadosísimos; todos los días se leen sus cartas a los pueblos. ¿A qué pueblos? ¿A cuántos? Escucha del salmo: Su sonido se extendió por toda la tierra, y sus palabras hasta el confín del orbe de la tierra. También nosotros somos prueba de ello. También hasta nosotros llegaron sus palabras, nos despertaron del sueño y de la locura de la incredulidad y nos hicieron pasar a la salvación de la fe.

 

+Adalberto Card. Martínez Flores