SANTA MISA

Asunción, 3 de octubre de 2025 – Parroquia San Francisco de Asís 

HOMILÍA

spera de la Fiesta de San Francisco

El libro de Baruc nos hace confesar: “Hemos pecado contra el Señor, le hemos sido infieles.” También nosotros, como comunidad, reconocemos nuestras caídas y nos arrepentimos, pero al mismo tiempo nos abrimos a la misericordia del Señor, que nunca nos abandona y siempre nos ofrece perdón y esperanza.

También nosotros, como comunidad, reconocemos nuestras caídas y nos arrepentimos, pero al mismo tiempo nos abrimos a la misericordia del Señor, que nunca nos abandona y siempre nos ofrece perdón y esperanza.

Aquí resuena con fuerza la sabiduría de los Proverbios. En palabras sencillas, como solemos decir en nuestra tierra:

“Es mejor compartir el pan duro en un rancho pobre, pero en concordia, que grandes banquetes en un palacio, pero en discordia.”

Este proverbio nos recuerda que lo esencial no es la abundancia de lo material, sino vivir como un solo corazón. La concordia es la base para construir el edificio de la Iglesia. Santa Teresita decía: “En el amor se abarca todo, y ahí encuentro mi vocación.”

La discordia, en cambio, destruye: la casa se derrumba, los corazones se parten, las personas se distancian. De la discordia nacen odios, venganzas y asesinatos. También nacen abusos de todo tipo, que hieren a los más vulnerables, especialmente a los niños y niñas, cuyo dolor parte el corazón de toda la comunidad. Lo hemos visto también en nuestra propia comunidad, con la pérdida dolorosa de una vida, y ayer mismo un militar fue asesinado, su vida segada de manera injusta y cruel.

Por eso, como Iglesia, ofrecemos nuestras condolencias más sinceras a sus familias y pedimos a Dios que les conceda consuelo en medio de tanto dolor. Rezamos por el descanso de los difuntos, para que el Señor de la vida los corone de gloria eterna.

Pero al mismo tiempo, pedimos también por la justicia, porque estos crímenes horrorosos hieren a todo el pueblo y quiebran la convivencia fraterna. Sin justicia no puede haber verdadera paz.

En esta vigilia de san Francisco, oramos con fuerza por la paz y la concordia. Solo así podremos superar este viacrucis de violencia que atraviesan nuestros pueblos. Cada vez que atentamos contra la dignidad y la vida humana, volvemos a crucificar el rostro de Jesús, el Señor. Y como Iglesia queremos honrar, cuidar, proteger y sanar esa vida que es sagrada.

Hoy, en la vigilia de san Francisco de Asís, recordamos a este hombre que supo sintonizar con el Creador, con la naturaleza y con sus hermanos. Francisco veía en el agua, en el aire, en el sol, en la luna y en las estrellas un reflejo del amor de Dios. Fue un hombre de paz, y a él le pedimos especialmente hoy por la paz en el mundo.

Además, concluimos el Tiempo de la Creación, iniciado el 1 de septiembre. En este tiempo la Iglesia nos invita a contemplar el mundo como don de Dios y a comprometernos a cuidarlo. San Francisco, patrono de la ecología, es ejemplo luminoso de quien vivió en armonía con el Creador y con todo lo creado.

En su Cántico de las Criaturas, san Francisco ha dicho: “Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente por el hermano sol que nos da la luz del día. Alabado seas por la hermana luna y las estrellas, claras y bellas en el cielo. Alabado seas por la hermana agua, humilde y preciosa, y por el hermano fuego, alegre y fuerte. Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana madre tierra, que nos sustenta y produce frutos.”

También nosotros, como comunidad reunida en esta vigilia, nos unimos a san Francisco y alabamos al Señor, porque en medio de nuestras luchas y dolores, Él nos regala la vida, nos sostiene con su creación y nos reúne en la fraternidad de su Iglesia.

El Evangelio de hoy nos recuerda que escuchar o rechazar la voz de Cristo tiene consecuencias: “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; y el que me rechaza a ustedes, me rechaza a Aquel que me envió” (Lc 10,16). La Palabra de Dios es el primer banquete al que somos invitados: escuchándola, acogemos al mismo Cristo.

San Pablo recordaba a Timoteo: “Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena” (2 Tim 3,16-17). La Palabra es alimento que nos corrige, nos ilumina y nos prepara para toda obra buena.

Francisco tuvo una experiencia muy fuerte de la Palabra: un día, en la misa, escuchó el Evangelio donde Jesús enviaba a los discípulos sin oro ni plata, confiando solo en Dios. Al oírlo exclamó: “¡Esto es lo que quiero, esto es lo que busco, esto es lo que deseo poner en práctica!”. Para él, la Palabra fue una caricia de Dios, que le mostró con ternura el camino de su vocación.

También tuvo una experiencia hondísima de la Eucaristía. Francisco decía: “El hombre debe temblar, el mundo debe vibrar, cuando sobre el altar, en manos del sacerdote, aparece el Hijo de Dios.” Allí veía la humildad de Dios que se entrega totalmente. Cada comunión era para él una caricia del Señor, que lo abrazaba y lo enviaba con fuerza.

Por eso la Iglesia enseña que la Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida cristiana: en ella se concentran nuestra fe, nuestra oración y nuestra esperanza.

San Francisco descubrió que el verdadero banquete no estaba en la abundancia material, sino en la fraternidad, en la paz y en la comunión con Dios y con toda la creación. Que en esta vigilia de su fiesta, nosotros también experimentemos la caricia de la Palabra y la caricia de la Eucaristía, que nos alimentan y nos envían. Que seamos una comunidad que viva en concordia, que cuide la creación, que busque la paz y que sepa compartir el pan sencillo de cada día en fraternidad. Que nuestra vida, como la de san Francisco, sea también una alabanza a Dios, capaz de sintonizar profundamente con lo creado y de dar gracias al Señor que “vio todo lo que había hecho, y era muy bueno” (Gén 1,31). Que cada uno de nosotros, en la sencillez de la vida cotidiana, con nuestras palabras y nuestras obras, podamos ser un canto de gratitud y de paz para la gloria de Dios y para el bien de nuestros hermanos.

Oración Final

Oh san Francisco de Asís, hombre de paz y hermano de toda criatura, enséñanos a vivir en sencillez, en humildad y en alegría. Que tu amor a Cristo pobre y crucificado nos impulse a cuidar de los hermanos más débiles y de la creación entera como don del Padre. Intercede hoy por nuestra comunidad, para que reine la concordia y desaparezca la violencia. María Santísima, Nuestra Señora de la Asunción, Madre y protectora de nuestro pueblo, cúbrenos con tu manto, consuélanos en el dolor, y guíanos siempre hacia tu Hijo Jesús, fuente de esperanza y vida eterna.

Amén.

+ Adalberto Card. Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano