Tierra, trabajo y condiciones para una vida plena
Mensaje a los fieles católicos y a las personas de buena voluntad:
Las marchas de los campesinos a la capital por reivindicaciones ya son parte de nuestra realidad. Duele constatar que llevamos décadas sin proponer soluciones profundas y duraderas a sus demandas por una vida digna y plena.
Hace 34 años, los Obispos del Paraguay ya advertían sobre la problemática “del campesino paraguayo y la tierra”. El debate sobre la deuda campesina, y sobre las diversas propuestas de leyes para afrontarla, reflejan la vigencia del conflicto y la falta de soluciones estructurales a un problema social crónico que es la necesidad de un apoyo integral a la agricultura familiar campesina.
Sin embargo, es urgente solucionar la emergencia campesina creada hoy, y enfrentar con coraje las causas de la inequidad estructural que vuelve frágil e indigna la convivencia social entre todos los paraguayos. “Mientras no se reviertan la exclusión y la inequidad (…) no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad.” (EG, 59).
El bien común de la tierra, el derecho a la propiedad, al trabajo y al sustento digno, el cuidado de un desarrollo sustentable y sostenible del mayor bien que poseemos, que son nuestros campos y nuestra gente, merecen y requieren una atención prioritaria y planificada de los poderes públicos, con la solidaridad y participación activa de todos los sectores de la sociedad paraguaya, aportando generosidad para enfrentar “la globalización de la indiferencia” (Cfr. EG,54).
La dignidad de cada persona y el bien común no son apéndices o efectos colaterales del crecimiento económico. Esa dignidad y “el cuidado de la casa común” deben inspirar la unión de esfuerzos y el trabajo en proyectos que de verdad promuevan, no solamente el alivio pasajero de los problemas de pobreza y exclusión, sino que alimenten la esperanza de un pueblo, de cada persona, en una vida sana, en un trabajo digno, en una remuneración justa, en la igualdad de oportunidades, en la promoción del esfuerzo justo.
Si bien constatamos que hay varios modelos de producción apoyamos el modelo de producción de la agricultura familiar campesina, sin confrontación con otros modelos; aunque sí se debe establecer una clara planificación territorial que permita la convivencia armónica agrícola, y sobre todo entre los diversos sectores de la producción y el medio ambiente.
Pero sí debemos afirmar, desde la enseñanza social de la Iglesia, que se debe cuidar e impulsar el desarrollo de los más débiles, de los más desfavorecidos, que por generaciones han encontrado en la agricultura familiar la oportunidad de ofrecer trabajo a sus miembros y de producir alimento sano, que necesita crecer para ofrecer respuestas a las nuevas generaciones en sus demandas de educaciónn, salud, recreación e infraestructura, para el arraigo en la propia tierra, porque allí encuentran la oportunidad para una vida plena y feliz.
Como Pastores, exhortamos a las Autoridades Nacionales, y en particular a las fuerzas públicas evitar amedrentamientos, al contrario, los debemos tratar como hermanos que buscan una vida mejor. “Donde hay muros, hay corazones cerrados; hacen falta puentes y no muros” – decía el Papa Francisco.
No nos corresponde decir cuál es la medida económica y política exacta a seguir. Pero sí exhortamos vivamente a bajar los niveles de confrontación e incluir a todos los sectores sociales, especialmente los cristianos comprometidos, para situar el diálogo en la búsqueda de soluciones ahora, a la inmediata ayuda de la emergencia campesina, y plantearse soluciones de fondo que traigan esperanza a nuestra gente.
Creemos que un apoyo integral a la agricultura familiar, con políticas públicas explícitas de corto, mediano y largo plazo, traerá beneficios, no sólo para los pequeños productores, sino para toda la sociedad paraguaya. También nos parece importante reconocer que los tiempos actuales exigen la implementación de recursos modernos, con la tecnología amigable con el medio ambiente y los nuevos aportes de una producción ecológica y sustentable para mejorar mediante la producción la calidad de vida de los campesinos.
Alentamos a todos los sectores y distintas organizaciones campesinas a promover una cultura laboral con espíritu solidario y cooperativo que revalorice en el verdadero sentido del amor cristiano y de la misericordia, piensa y actúa para unir voluntades y recursos en un proyecto que prevalezca la dignidad de cada habitante del suelo patrio para que tengan vida plena, y la tengan en abundancia (Cfr. Jn 10,10).
Que Dios Padre Misericordioso bendiga a nuestro pueblo y a nuestra Patria y que la Virgen de la Asunción, Patrona del Paraguay, nos proteja.
Los obispos del Paraguay
Asunción, 11 de agosto de 2017
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