Hermanas y hermanos en Cristo:

Buenas noches. Mi fraternal bienvenida y feliz estadía a todos. Sé que aquí están representantes provenientes de todas las diócesis del Paraguay para compartir tres días de análisis, reflexión y líneas de acción sobre un tema vital: el agua.

En la persona de mi hermano y amigo, Mons. Juan Bautista Gavilán, obispo de Coronel Oviedo y Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, expreso mis congratulaciones y deseos de éxitos a la Pastoral Social Nacional y al al Centro de Ética Social por la organización de este importante y necesario evento anual con temas de relevancia para la sociedad nacional, desde la Doctrina Social de la Iglesia. 

Respondiendo con acciones concretas al llamado urgente del papa Francisco en su Carta Encíclica, “Alabado seas mi Señor” inspirado en el Cántico de las creaturas, de San Francisco, que recuerda que la tierra, nuestra casa común, “es también como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos”. A la hermana y madre tierra debemos cuidarla y protegerla. La Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Paraguaya ha venido abordando desde el año 2022 aquellos factores más relevantes relacionados con la ecología integral que pone en el centro la dignidad humana, pero en profunda comunión con todo lo creado: la tenencia y propiedad de la tierra en el Paraguay (2022); Diálogo social, modelos de producción, cambio climático (2023) y este año (2024) la oportuna y valiosa propuesta de centrar la reflexión en la “protección del agua, el uso responsable, y el cuidado de los cauces hídricos y acuíferos en Paraguay.”

La carta encíclica Laudato Si, que el Papa publica en el 2015, la incorpora al cuerpo de la Doctrina Social de la Iglesia y plantea que la hermana tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Síntomas de esa enfermedad los advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes…olvidamos que nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura (cfr. LS,2).

En estos días estamos viviendo, sintiendo y experimentando que el sufrimiento de la tierra indefectiblemente significa el sufrimiento de las personas que la habitamos, sobre todo de los más pobres y vulnerables. Los incendios forestales en varios países y el gran incendio en el chaco paraguayo han vuelto irrespirables el aire en nuestras comunidades, pueblos y ciudades de todo el país.

Además de la experiencia directa, los medios de comunicación y las redes sociales nos han mostrado la gravedad de estos incendios para las comunidades que viven en la zona, carentes de todo servicio y apoyo, así como la destrucción de miles de hectáreas de bosques nativos, de la biodiversidad, de las aves y todo tipo de animales que los habitan. Duele ver tanto sufrimiento causado por la codicia de unos pocos y la falta de capacidad de reacción oportuna y eficaz de los organismos responsables del cuidado y protección de los recursos naturales para mitigar o evitar este tipo de desastres. 

Hoy nadie puede discutir que estamos ante una situación dramática en el tema del agua y que tiene directa relación con el cambio climático. No podemos seguir desoyendo el gemido de la hermana tierra ni adoptar una actitud negacionista de que estamos en un punto límite en que, nuestro estilo de vida, el modelo de producción y de consumo ha sido y sigue siendo la principal causa de la destrucción de nuestra casa común. “Lamentablemente la crisis climática no es precisamente un asunto que interese a los grandes poderes económicos, preocupados por el mayor rédito posible con el menor costo y en el tiempo más corto que se pueda.” (Laudate Deum, 13).

¿Qué está pasando con los grandes ríos, no sólo del Paraguay, sino de otros países de América del Sur como el otrora caudaloso río Amazonas? Hoy son hilos de agua, con niveles que no se han visto en décadas, con graves consecuencias para la propia actividad productiva y para la vida de las poblaciones más vulnerables.

Los cauces hídricos en general y otras fuentes de obtención del agua como los acuíferos o los humedales se están modificando drásticamente por la intervención directa de los sistemas productivos vigentes que requieren el uso intensivo del agua y los someten a un grave estrés, con daños irreparables.

Pero también está la necesidad del uso responsable del agua a nivel personal y familiar, sobre todo en las zonas urbanas donde hay provisión de agua potable. Los miles de litros de agua que se mal utilizan y de derrochan, son una ofensa para las comunidades pobres del chaco paraguayo donde no tienen acceso al agua y deben caminar kilómetros para conseguir un poco del líquido vital en condiciones no aptas para el consumo.

Todos podemos aportar para cambiar esta situación de daño a la casa común y en solidaridad con los más pobres. Subrayamos con el Papa: El esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios, consumir con prudencia, va creando una nueva cultura. Este solo hecho de modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios alimenta la preocupación frente a las responsabilidades incumplidas de los sectores políticos y la indignación ante el desinterés de los poderosos. Advirtamos entonces que, aun cuando esto no produce de inmediato un efecto muy notable desde el punto de vista cuantitativo, sí colabora para gestar grandes procesos de transformación que operan desde las profundidades de la sociedad. (Laudate Deum, 71).

Con esta Semana Social Paraguaya 2024, la Iglesia pone en agenda y a consideración de la sociedad y de las autoridades públicas la urgente necesidad de protección del agua, su uso responsable y el cuidado de este elemento vital para la vida.

Que estos días de encuentro sean fecundos y contribuyan a construir redes y alianzas intersectoriales e interinstitucionales para que todos juntos nos constituyamos en custodios de la casa común para la vida digna y plena de nuestro pueblo. La famosísima actriz y cantante Sarita Montiel, española cantaba “Agua que no has de beber, déjala correr”. Hoy deberíamos más bien decir, agua que nos has de beber, no la dejes correr, no la desperdicies. Que María Santísima Stella Maris, Estrella del mar nos guíe hacia Jesús, que nos dice: el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna. (Juan 4:14). Dános Señor de esa agua. Bienvenidos a la Semana Social.

 

Asunción, 17 de septiembre de 2024.

 

+ Adalberto Cardenal Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de Asunción

Presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya