Evangelio de hoy
VIERNES DE LA SEMANA 9° DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
Evangelio según San Marcos 12, 35-37
“La multitud escuchaba a Jesús con agrado”
Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: “¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David ha dicho, movido por el Espíritu Santo: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies’. Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿cómo puede ser hijo suyo?”. La multitud escuchaba a Jesús con agrado. Palabra del Señor.
Meditación
Marcos observa que mucha gente lo escuchaba a gusto, contraponiendo de vuelta entre el pueblo y sus jefes religiosos-políticos. En Mc 10,47s., había puesto en boca del ciego de Jericó la invocación “hijo de David”, dirigida a Jesús, invocación que repite la gente que lo aclamaba a su entrada en Jerusalén (cf. Mc 11,10). Al decir “hijo de David”, denominaba al Mesías entre los escritos rabínicos. Es una forma de confesar su real humanidad. Jesús es verdaderamente Hijo de Dios, pero también verdaderamente Hijo del Hombre, es decir, verdadero y perfecto hombre, en todo igual a nosotros, menos en el pecado (cf. Hb 4,15).
Como hombre, Jesús tenía una atracción irresistible: pues era respetado (cf. Lc 2,52); la gente al oírlo quedaba asombrada de la extraordinaria gracia que emanaba de sus palabras (cf. Lc 4,22); los policías, enviados por los fariseos para tomar preso a Jesús, volvían cautivados por Uno que hablaba, como jamás nadie habló (cf. Jn 7,32); las mujeres y los niños se acercaban confiadamente a Él, rompiendo las barreras de los ojos severos y palabras de amenaza de discípulos y quienes estaban cerca (cf. Mc 10,13-15).
Cristo era un hombre perfecto: de vida interior y de profunda oración, como también su celo y acción; de rigurosa autoridad para consigo mismo y de gran misericordia con los demás; humilde y grande en su mensaje; maduro y sabio, juvenil, conocedor a fondo del alma humana; tan bondadoso, sobrepasando cualquier límite imaginativo alguno, con los miserables, pobres, amigos, con los que lo traicionan, es impresionante esta parte.
Si somos discípulos de Cristo, seguidor de Cristo, apóstol de Cristo, él debe ser nuestro Jefe, nuestro Líder, el verdadero Maestro (y no cualquier persona que venga con ideas renovadoras y fascinantes para la sensibilidad de la piel), a quien debemos escuchar para aprender de cuanto tanga que enseñarnos. Es decir, escucharlo con agrado, no forzado, sino con gusto y voluntariamente. San Efrén, ruega por nosotros.
Perdón Señor porque muchas veces nuestro encuentro contigo no es profundo y transformante, sea para nosotros cuanto para las personas con quienes entramos en contacto. Ayúdanos a tenerte como nuestro Maestro, que nos enseñas lo fundamental para la vida, no sólo en medio de nuestras circunstancias de cada día, sino para la vida eterna. Gracias por mostrarnos que eres verdadero Dios y verdadero hombre, siendo ejemplo y modelo para cualquier situación que se nos presentare en la historia. Amén.
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