Evangelio de hoy
LUNES DE LA SEMANA 13° DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
Evangelio según San Juan 20, 24-29
“¡Bienaventurados los que creen sin haber visto!”
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Bienaventurados los que creen sin haber visto!”. Palabra del Señor.
Meditación
El encuentro entre Tomás y Jesús. Tomás fue uno de los llamados al apostolado por Jesús, y hoy día no sabemos si era o no casado, como Pedro y Pablo, por ejemplos. San Lucas Evangelista nos relata aquel memorable encuentro con Jesús: “Por aquellos días, se fue Él al monte a orar y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió 12 de entre ellos, a los que llamó también apóstoles”. Por tanto, pastores y laicos, somos llamados al discipulado (aprendizaje o formación permanente) y al apostolado (misión). La buena noticia relatada es conocida por todos.
En estos tiempos difíciles, por el mismo cambio de época, desconocido, recordamos lo dicho por s. Gregorio Niseno: “Todos estamos sujetos al devenir y no permanecemos idénticos siempre, sino que pasamos de un estado a otro, mediante un cambio que se traduce en bien o en mal… “Nacemos” por una intervención ajena… y “por el resultado de una decisión libre”. En cierto modo, nosotros mismos somos “nuestros progenitores, criándonos como queremos”. Nos damos la forma que queremos” (Sobre la vida de Moisés, II 2-3) Es decir, “por decisiones deliberadas, nos auto-calificamos moralmente como buenos o malos, y auto-determinamos nuestra profunda fisonomía espiritual (ver, S. Juan Pablo II, Veritatis Splendor, 71 sobre el acto moral).
Cuánto bien al prójimo, a su familia, la sociedad y a nosotros mismos podríamos realizar, al “tocar las llagas y meter la mano en el costado de Cristo”.
¡Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio!
Alaben al Señor todas las naciones,
aclámenlo todos los pueblos.
Firme su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
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