Amigas y amigos,
Hermanos todos:

Gracias por la invitación para compartir unas breves reflexiones como aporte a la temática que reúne a esta consulta sobre el diálogo interreligioso y su aporte al cambio social y de comportamiento. En este caso, se trata del diálogo como contribución a la cultura del cuidado de la niñez.

La pregunta que se nos plantea es desafiante, pero muy oportuna: ¿cómo el modelo de diálogo interreligioso puede favorecer el modo de dialogar entre diversas perspectiva e intereses para el cambio social y de comportamiento? Se toma el modelo de diálogo interreligioso como un esfuerzo para superar los malentendidos y disipar los estereotipos.

Como punto de partida, veamos algunas características que se enuncian en el magisterio del Papa Francisco:

– Se requiere una actitud de apertura en la verdad y en el amor. Esto ayudará a enfrentar las dificultades que plantea el fundamentalismo y las posturas intransigentes. Es una condición necesaria para la paz social.
– Es una conversación sobre la vida humana. Estar abiertos a los otros, compartiendo sus alegrías y sus penas.
– Aprender a aceptar a los otros en el modo diferente de ser, de pensar y de expresarse.
– El criterio básico es el intercambio respetuoso para asumir juntos el deber de servir a la justicia y a la paz.
– El diálogo en el que se busque la paz social y la justicia, más allá del pragmatismo, es un compromiso ético que crea nuevas condiciones sociales.
– Hacer esfuerzos sobre un tema específico, en este caso la niñez, puede convertirse en un proceso en el que, a través de la escucha del otro, ambas partes encuentren purificación y enriquecimiento. Estos esfuerzos pueden tener el significado del amor a la verdad.
– Se dialoga desde la propia identidad, desde las convicciones más profundas, pero abiertos a comprender las del otro, sabiendo que el diálogo puede enriquecer a cada uno.

A partir de estas características enunciadas, la pregunta es: ¿cómo abrirse al otro y procurar comprenderlo, para evitar malentendidos y desmontar los prejuicios y estereotipos que impiden pensar y trabajar juntos por el cambio de comportamiento y para la transformación social que sirva para promover la dignidad humana?

En el proceso sinodal que vive la Iglesia Católica, que implica caminar juntos, con gran capacidad de escucha, se ha recurrido al método de la conversación espiritual.

La conversación espiritual se centra en la calidad de la capacidad de escucha, así como en la calidad de las palabras pronunciadas. Esto significa prestar atención a los movimientos espirituales en uno mismo y en la otra persona durante la conversación, lo que requiere estar atento a algo más que a las palabras expresadas. Esta cualidad de la atención es un acto de respeto, acogida y hospitalidad hacia los demás tal y como son. Es un enfoque que toma en serio lo que ocurre en el corazón de los que conversan. Hay dos actitudes que son fundamentales en este proceso: escuchar activamente y hablar desde el corazón.

El objetivo de la conversación espiritual es crear una atmósfera de confianza y acogida, para que las personas puedan expresarse con mayor libertad. Esto les ayuda a tomar en serio lo que ocurre en su interior al escuchar a los demás y al hablar. En última instancia, esta atención interior nos hace más conscientes de la presencia y la participación del Espíritu Santo en el proceso de compartir y discernir.

La conversación espiritual se centra en la persona a la que escuchamos, en nosotros mismos y en lo que experimentamos a nivel espiritual. La pregunta fundamental es: ¿qué está pasando en la otra persona y en mí y cómo está actuando el Señor al respecto?

Escucha activa:
Mediante la escucha activa, el objetivo es intentar comprender a los demás tal y como son; no sólo escuchamos lo que la otra persona dice, sino también lo que quiere decir y lo que puede estar experimentando a un nivel más profundo. Esto significa escuchar con un corazón abierto y receptivo.

Esta forma de escuchar es activa porque implica prestar atención a más de un nivel de expresión del otro. Para ello hay que participar activamente en el proceso de escucha.

Escuchamos al otro mientras habla y no nos centramos en lo que vamos a decir después.
Acogemos, sin juzgar, lo que dice la otra persona, independientemente de lo que pensemos de ella o de lo que haya dicho. Cada persona es experta en su propia vida. Debemos escuchar de manera que estemos más dispuestos a dar una buena interpretación a lo que el otro dice que a condenarlo como falso.

Debemos creer que el Espíritu de Dios nos habla a través de la otra persona.

Acoger sin prejuicios es una forma profunda de acoger al otro en su radical singularidad.
Escuchar activamente es dejarse influir por el otro y aprender de él.

La escucha activa es exigente porque requiere humildad, apertura, paciencia e implicación, pero es una forma eficaz de tomar en serio a los demás.

Hablar desde el corazón:
Esto significa expresar con sinceridad la propia experiencia, los sentimientos y los pensamientos.
Implica hablar de la propia experiencia y de lo que uno piensa y siente de verdad.

Nos responsabilizamos no sólo de lo que decimos, sino también de lo que sentimos. No culpamos a los demás de lo que sentimos.

Compartimos la verdad tal y como la vemos y la vivimos, pero no la imponemos.

Hablar desde el corazón es ofrecer un regalo generoso al otro, a cambio de ser escuchado activamente.

Este proceso se enriquece enormemente con una práctica personal regular de autoexamen, en oración. Sin un hábito de discernimiento y conocimiento de uno mismo y de cómo Dios está presente en la propia vida, no se puede escuchar ni hablar activamente desde el corazón.

En su carta encíclica Fratelli Tutti (hermanos todos) el papa Francisco nos dice que el sentarse a escuchar a otros, característico de un encuentro humano, es un paradigma de actitud receptiva de quien supera el narcisismo y recibe al otro, le presta atención, lo acoge en el propio círculo.

Para avanzar en la construcción de una sociedad en paz, justicia y fraternidad, el Papa Francisco propone cuatro principios que orientan específicamente el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común.

El primer principio para el diálogo social es tener en cuenta que el tiempo es superior al espacio. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos.

El segundo principio es que la unidad prevalece sobre el conflicto. El conflicto no puede ser ocultado, debe ser asumido. Este principio nos ayuda a desarrollar una comunión en las diferencias.
El tercer principio es que la realidad es más importante que la idea. La idea desconectada de la realidad no convoca; lo que se convoca es la realidad iluminada por el razonamiento.

Finalmente, tenemos el principio de que el todo es superior a la parte. El todo es más que la parte y también es más que la mera suma de ellas, entonces, no hay que obsesionarse demasiado por cuestiones limitadas y particulares; siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos.

Para la Iglesia Católica, la evangelización también implica un camino particular de diálogo social, para poder cumplir un servicio a favor del pleno desarrollo del ser humano y procurar el bien común.

 

San Pablo, 28 de mayo de 2024.

+ Adalberto Cardenal Martínez Flores
Arzobispo Metropolitano de Asunción