Santa María Goretti queria recibir la Eucaristía desde pequeña y cuando le dijo ese deseo a su mamá, ella le dijo: “¿Cómo vas a tomarla, si no te sabes el catecismo? Además, no sabes leer, no tenemos dinero para comprarte el vestido, los zapatos y el velo y no tenemos ni un momento libre”. La niña le respondió: “¡Pues nunca podré tomar la Comunión, mamá! ¡Y yo no puedo estar sin Jesús!”. Sus vecinos la ayudaron en su preparación para el sacramento e incluso consiguieron las prendas que necesitaba para ese gran día.

Así, María hizo su Primera Comunión el 29 de mayo de 1902 a los once años de edad, un año antes de lo que se acostumbraba en la época. La víspera de su muerte, el 5 de julio de 1902, María pide llorando a su madre que no la deje sola, pero, al no recibir más explicaciones, ella piensa que es solo un capricho y no le da ninguna importancia a aquella reiterada súplica. Alessandro le había amenazado de muerte a María si contaba algo.

El 5 de julio, Alessandro tomó violentamente del brazo a María y la arrastró hasta la cocina, trancando la puerta. Al no conseguir que la víctima se someta, la acuchilló.

María recibió catorce heridas graves y quedó inconsciente. Los vecinos llamaron al médico y a los guardias, que llegan a tiempo para impedir que los vecinos, enfurecidos, den muerte a Alessandro enseguida.

Al llegar al hospital, los médicos se sorprendieron de que la niña todavía no haya sucumbido a sus heridas. Al diagnosticar que no tiene cura, llamaron al capellán. María se confiesa, no deja de rezar y ofrece sus sufrimientos a la Santísima Virgen, Madre de los Dolores.

En el momento de darle la Sagrada Comunión, el sacerdote le preguntó si perdonaba de todo corazón a su asesino. Ella respondió, “sí, lo perdono por el amor de Jesús, y quiero que él también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado. Que Dios lo perdone, porque yo ya lo he perdonado”.

Finalmente, María entró en la gloria inmensa de la Comunión con Dios Amor. Es el día 6 de julio de 1902, a las tres de la tarde. Tenía 11 años. 11 años, la niña herida de muerte por 14 puñaladas, madura en su fe, mártir por defender su fe y su dignidad de persona.

De donde tanta sabiduría, ella, una campesinita de Corinaldo, Italia. Como decían de Jesús. De donde tanta sabiduría saca un carpintero de Nazaret como era él. Nos enseña que la sabiduría y el amor de Dios residen en aquellos que tienen un corazón humilde. Servidora, como María Goretti.

Para calmar la angustia de su mamá Assunta, María le decía: “Ánimo, mamá, no tengas miedo, que ya nos hacemos mayores. Basta con que el Señor nos conceda salud. La Providencia nos ayudará. ¡Lucharemos y seguiremos luchando!”.

Ella nos enseña, a seguir luchando como San Pablo nos enseña hoy: muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Cor 12). En la propia debilidad entregada humildemente al señor encontramos su fortaleza.

María Goretti vivía en comunión con Dios Amor. En comunión con Jesús, quien desde el púlpito de la cruz supo perdonarnos cuando le hemos coronado con más de 14 espinas de su corona y puñaladas con las espadas de nuestros propios pecados.

Y cuántas puñaladas más filosas que las dagas y el cuchillo, cuando se agreden a los niños con abusos aprovechándose de su inocencia y de su dignidad de personas. El grito clama al cielo para decir, basta. Es obligación que el papá la mamá, sean los primeros responsables de la custodia, resguardo y protección de la integridad de sus hijos e hijas, en defensa ante la epidemia de los maltratos y abusos infantiles. Sabiendo resguardarles, siendo celosos vigilantes por su bienestar y crecimiento integral y digno. Las heridas de los abusos, lastiman para siempre. Hay corazones profundamente llagados por estas lacras sociales. La misma iglesia debe ser un espacio seguro para sus hijos, en el cotidiano ejercicio, del buen trato, que debe hacerse cultura y el modo de relacionarnos. Valorando a cada ser humano en su justa dimensión. Todos estamos llamados a ser vigilantes por nuestros niños, denunciar estos ilícitos y prevenir que menores y personas en situación de vulnerabilidad sigan siendo víctimas de las espinas de la violencia brutal, de los acosos y malvadas insinuaciones.

Santa María Goretti también nos enseña el perdón. Recibir al Señor como Pan de Vida, cuando no se perdona, se endurece el corazón y se rechaza a las personas clasificándolas de enemigos acérrimos e irredimibles es recibir el pan de la propia condenación. No se comulga con Dios Amor, cuando se clasifica y condena como enemigos a los de enfrente y se los discrimina y recrimina por ser diferentes, a los que no se alinean con los caprichos personales o grupales. Se comulga con el Maligno cuando se atropellan con violencia los derechos humanos, a los los que se atreven a interponerse pacíficamente a sus torceduras reclamando justicia y compasión. Comulgar con la muerte es hacerse de enemigos y denigrarlos, porque éstos con su vida honesta denuncian a aquellos que caminan errados impregnados de corrupción y perdición. Los que comulgan con el odio dicen, para los enemigos la defunción y para los amigos sicarios el galardón. Pero, Jesús dijo: “Ustedes han oído que se dijo ama a tu prójimo y odia a tu enemigo, pero yo les digo, amen a sus enemigos y oren por sus perseguidores para que sean hijos del Padre que está en los cielos” (Mt. 5,44).

 

Palabras que parecieran ir de contra mano a la natural reacción del ojo por ojo y diente por diente. Ser verdaderamente hijos del Único Padre es reconocernos y tratarnos como hermanos y no como contrarios o adversarios que aplastar y derrotar. Los vicios y pecados personales y sociales abren baches, agujeros, trampas en las autopistas de la fraternidad social, para escandalizar, difamar, perderse y perder a otros.

 

La Palabra y la Eucaristía nos animan a crecer y fortalecer la amistad social, aun en medio de itinerarios de aflicciones, y desiertos de indigencias. La amistad social se construye con el pan de la solidaridad comprometida y compartida, con los necesitados, faltos de tierra, techo, pan, educación, salud, justicia. La solidaridad en la protección y lucha por los derechos de los niños, niñas, adolescentes víctimas de abusos y explotación de toda índole.

 

Lucháremos y seguiremos luchando decía Santa Maria Goretti. La lucha contra todo tipo de abusos y violencias en entornos familiares, contra alarmantes feminicidios y suicidios. Ser manos que lavan otras manos y éstas enjugan rostros a veces desfigurados por las injusticias y la inequidad social. Manos solidarias y firmes que trabajen sin transigir diseñando y ejecutando políticas de Estado, que atiendan el Desarrolo Humano Integral Sustentable y Solidario de nuestra población paraguaya, para que el Estado pueda favorecer y reconocer el derecho a la libre asociación, agremiarse con fines lícitos para trabajar y cooperar por el bien común, ( según reza nuestra Constitucion Nacional) para erradicar las desigualdades y las grietas sociales que causa la pobreza.

 

Santa Maria Goretti ha reconocido el rostro de Cristo se ha puesto el delantal del servicio para lavar los pies de los demás . El delantal del servicio, del amor, del perdón. Como Jesús el Señor, en su sacrificio de Amor, es el pan partido por nosotros y repartido con nosotros. El nos necesita en esta tarea para ser discípulos creíbles, discípulos del maestro, alimentados del único Pan de Vida, puestos el delantal del servicio a Dios y a los hermanos.

 

Que la Virgen María, Mujer Eucarística, nos ayude a cumplir con alegría la misión de testimoniar al mundo, sediento de amor, que el sentido de la vida es precisamente el amor infinito, el amor concreto del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

 

+Adalberto Card. Martínez Flores