El Papa Francisco en su mensaje para la jornada mundial del abuelo y de las personas mayores, que se celebra hoy domingo 28 de julio, dice: Dios nunca abandona a sus hijos. Ni siquiera cuando la edad avanza y las fuerzas flaquean, cuando aparecen las canas y el estatus social decae, cuando la vida se vuelve menos productiva y corre el peligro de parecernos inútil. Él no se fija en las apariencias (cf. 1 S 16,7) y no desdeña elegir a aquellos que para muchos resultan irrelevantes. No descarta ninguna piedra, al contrario, las más “viejas” son la base segura sobre las que se pueden apoyar las piedras “nuevas” para construir todas juntas el edificio espiritual (cf. 1 P 2,5).
Su descendencia permanece por siempre, y su gloria no se borrará. Sus cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre vive por generaciones. Los pueblos hablarán de su sabiduría, y la asamblea proclamará su alabanza (Ecc 44, 1).
Podríamos remitirnos también a aquellos abuelos en la fe, nuestros descendientes que han construido el edificio espiritual, la Iglesia, alcanzado la santidad y nos han heredado la sabiduría como San Cristóbal, portador y anunciador de Cristo.
La multitud quedó impresionada por el milagro de la multiplicación de los panes ( Jn 6;1); ¡este es, verdaderamente el profeta que debe venir al mundo! Pero el don que Jesús, nos ofrece, no son solamente migajas de panes o pescados, él nos ofrece la plenitud de la vida generada en sus promesas y palabras. Tuve hambre y me diste de comer. El quiere nutrirse de la plenitud de tu vida. El nos nutre, no sólo del hambre material sino de la carestía del sentido de la vida, del perenne hambre de la plenitud de vida. De ese pan de Vida se nutrió San Cristóbal.
Dios es capaz de multiplicar nuestros pequeños gestos de solidaridad y hacernos partícipes de su don.
El gigantón San Cristóbal, Asía (250), luchó como un campeón, sacó fuerzas de flaqueza, escuchó su corazón y consiguió alcanzar su meta. Sin saberlo, había ayudado al Mesías a llevar el peso de los pecados de los demás ya que el pequeño que portaba en el hombro no era otro que Cristo. El con su conversión ha puesto su corazón, corazón grande como su estatura.
Tras aquella mística experiencia, recibió el santo bautismo así como el significativo nombre de Cristóbal, “el portador de Cristo”, dejó las riberas del río donde había encontrado la fe, y se convirtió en el mensajero de Dios. San Cristóbal ha hecho propia la palabra de San Pablo “despójense del modo de actuar del viejo yo y revístanse del nuevo yo, el que se va renovando conforme va adquiriendo el conocimiento de Dios, que lo creó a su propia imagen.” El vivir a imagen, y confianza de lo mundano, es arraigarse sobre la tierra movediza del existir. San Cristóbal arraigó su vida sobre Cristo, firmeza y fundamento de nuestra fe.
Francisco Quevedo, en poesía escribió (1580): Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado de continuo anda amarillo. Que pues doblón o sencillo hace todo cuanto quiero, poderoso caballero es don Dinero.
¿Puede el poderoso don Dinero comprar cuanto quiere? El dinero no puede comprar la felicidad, porque la felicidad no es oferta material que está en venta. La felicidad proviene de la pobreza de espíritu, en donde radica la verdadera riqueza que es la vida, que es Cristo. Cuántas personas distanciadas, cuántas familias desunidas por la avaricia, por las ansias de riqueza, cuando se trata de herencias y luchas de poderes y teneres. El orgullo, la insensatez de un corazón falto de rectitud de intención, lleva a cometer los actos más despiadados y terribles contra sus propios hermanos, y por ganar una riqueza efímera, se sumergen en una vida de oscuridad, y a otros con sus bienes insaciables, se corrompen y corrompen. Los que comercian a costa de la vida y dignidad de las personas, con trata de personas, comprando y vendiendo dignidades, amasando el pan de la corrupción, de las mentiras y estafas para dar de comer de ese pan contaminado y dañado de hipocresías a sus propios hijos.
Los padres, más bien deben proveer del pan limpio, amasado en la la honradez, en la vida devota y religiosa y el respeto de la dignidad de las personas. La familia el lugar de la prevención y defensa contra abusos de los pequeños, garantía y ayuda contención de afectos y el desarrollo integral y sustentable de sus hijos. Pero muchas familias han perdido fuerza y su norte en muchos casos. Notamos las graves consecuencias de esta ruptura en familias destrozadas, hijos desarraigados, ancianos abandonados, niños huérfanos de padres vivos, adolescentes y jóvenes desorientados en su propia identidad , sin reglas ni limites. El rol y misión de la familia de ser educadora de la fe y los valores cristianos y humanos es insustituible en muchos casos.
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Utilizar los bienes materiales para poner en obras la fe, construyendo el Reino de Dios en la tierra a través de la caridad al prójimo, es encontrar la verdadera riqueza. Como han hecho los santos, como San Cristóbal, han cargado la cruz del Señor señor sobre sus espaldas, como buenos pastores.
Portadores de Cristo, alimentados con el pan de vida, invitados a pasar de las riveras cenagosas del pecado de la muerte, hacia la tierra firme vida de la redención y resurrección. Y ser portadores también del sufrimiento ajeno. Portadores del agua viva para que los que tienen sed, como muchos de nuestros hermanos indígenas, en el Chaco en estos días, que están padeciendo, sed y hambre por la sequías. La bonanza de esta lluvia, sea inspiración del agua Viva bajada del cielo, que nos inspire ser anunciadores ser tierra fecunda para crecer los frutos del espíritu Santo, que el Señor nos provee constantemente. De la Eucaristía nos alimentamos, del gran amor, que es capaz de dar la vida por los amigos. No hay amor más grande que la vida ofrecida en sacrificio por los demás. No acercamos para celebrar el Día del Amigo, el día 30 de julio. El Señor nos recuerda. No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo esclavos, porque el amo no confía sus asuntos a los esclavos. Ustedes ahora son mis amigos, porque les he contado todo lo que el Padre me dijo. Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre. Este es mi mandato: ámense unos a otros (Juan 15:13-17).
Card. Adalberto Martinez Flores
Arzobispo de Asuncion
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