MISA DEL DÍA DE NAVIDAD
Nuestro Salvador, queridos hermanos y hermanas, nos ha amanecido un día sagrado; vengan naciones, adoren al Señor porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra; cantemos al Señor un cántico nuevo, canto que nace de un corazón agradecido, deslumbrado. No puede haber lugar para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a disipar y destruir nuestros miedos y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa.
Cuando en el pesebre contemplamos la imagen del Niño Dios arropado en la cuna, lo vemos siempre con los brazos y manos abiertas. El gesto de sus manitas abiertas para abrazarnos y acunarnos en su cuna. Es la expresión de las manos del Dios hecho hombre, la Palabra que se hizo carne para estrecharnos en su divino y tierno abrazo. La carta a los Hebreos 1,1-6 nos dice que Él es el resplandor de su gloria y la impronta (imagen) de su ser. Con esas manos, nos sostiene, sostiene el universo entero, el que es heredero de todas las cosas y por quien Dios hizo el mundo. Todas las cosas fueron hechas por el, y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En la Palabra estaba la vida y la vida era la luz de los hombres. Tanto amo Dios al mundo que lo abrazo y envió a su Único Hijo, la Palabra hecha carne, nacido de la Virgen María, para que él sobre la tierra nos abrace con su manos humanas. Vino a los suyos y no lo recibieron, rechazaron a la Luz, rechazaron su abrazo, pero a todos los que le recibieron, como María la Virgen Madre abrazó el designio de Dios y se dejó abrazar, a los que creen en su nombre, les dio el poder de ser Hijos de Dios. Por dejarnos abrazar por el en la fe nos generó a participar de su gracia y su verdad. De su plenitud todos hemos participado, nos dice el evangelista San Juan, y hemos recibido gracias sobre gracia.
Con sus manos abiertas, Jesus abraza la humanidad entera, para iluminar nuestros valles de sombras y quebradas oscuras. La vara y el callado sostenida con las manos del Buen Pastor nos ha apacentado y conducido por senderos de sosiego para acompañarnos todos los días de nuestra vida. El vino para imponernos sus manos, y curar nuestras enfermedades; el pasó haciendo siempre bien dando la mano al necesitado. (Mt. 14) Pedro en medio de la tormenta respondiendo al llamado de Jesus, que le dice: ven. Le tiende la mano, pero Pedro tuvo miedo y se empezó a hundir. Señor sálvame. Jesús de inmediato lo tomó de la mano y le dijo: hombre de poca fe. Porque dudaste. Cuando subieron a la barca la tormenta se calmó y lo adoraron. Tú si, verdaderamente eres Hijo de Dios. El que con sus manos multiplicó los panes y peces para saciar el hambre de su pueblo, en la última cena tomó con sus manos el pan y el vino y nos nutrió con su Cuerpo y Sangre; el Pan de Vida y la Copa de Salvación, el Pan verdadero que sacia nuestra sed y hambre del Dios verdadero: mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuando vendré y me presentaré delante de Dios? (Sal 42:2)
Que nadie se considere excluido de la alegría del abrazo restaurador; ha venido para abrazarnos, restaurarnos y salvarnos a todos. Alégrese, pues, el justo, porque se acerca ya la recompensa; regocíjese el pecador, porque se le brinda el perdón; anímese el no creyente, porque es llamado a la vida.
Hoy es fiesta de la alegría del corazón, cuando nace la vida no puede haber lugar para la tristeza y el temor. Nos reconocemos pecadores e indignos para acercarnos a la pureza que nace en la cuna, el nacimiento del Hijo de Dios de vientre santísimo de la Virgen Maria, la Palabra hecha carne, pero su amor nos cubre, limpia, abraza y rescata. No tengas miedo. (San León Magno, papa (Siglo V – Sermón 1 En la Natividad del Señor, 1.3: PL 54, 190-193)
«Resuena muchas veces en el Evangelio no teman: Belén es el remedio al miedo, porque a pesar del ‘no’ del hombre, allí Dios dice siempre ‘sí’: será para siempre Dios con nosotros. Y para que su presencia no inspire miedo, se hace un niño tierno. No temas: le dice a los pastores, campesinos, gente sencilla. El Hijo de David nace entre pastores para decirnos que nadie estará jamás solo ni excluido. Tenemos un Pastor que vence nuestros miedos y nos ama a todos, sin excepción».
Cantamos y contamos esta alegría con los ángeles, aunque por momentos la garganta enmudece, tiembla y desespera por tantas sombras y tinieblas que en el hoy de la existencia humana oscurecen el horizonte de la vida humana. Tantas manos humanas también, manos oscuras, que traman, maquinan, fabrican armas para destruir. Guerras y enfrentamientos, manos que se convierten en puños para golpear y piedras para juzgar y condenar. Tantos abrazos engañosos que abrazan traicioneros codiciando otros intereses, para sí o terceros. Abrazos fríos y calculadores. Hay manos que hieren como Herodes que busca eliminar vidas inocentes, manos sicarias que se alquilan y venden para gatillar muertes, manos asalariadas para engendrar la desaparición en las tratas de personas y extinción de la vida humana en el vientre materno, con o sin leyes que lo avalen para usurpar la vida humana con abortos procurados y otras prácticas antinatalistas. Manos asesinas que comandan y manipulan tableros digitales para lanzar misiles, metrallas y proyectiles de muertes y dinamitar vidas humanas. Manos escondidas como garras y garfios destructores para herir y rasgar con sus ambiciones corruptas arrebatando y usurpando la dignidad de las personas, robando sus esperanzas y bienes. Manos que siembran discordias. Manos que rechazan y se contraponen a La Luz. La Luz que brilla en las tinieblas es rechazada por las tinieblas. ¿Pueden las tinieblas del pecado bloquear la intensa luz de la Gracia?
El Papa Francisco pronunció su mensaje navideño esta mañana desde la Basílica de San Pedro e impartió la Bendición Urbi et Orbi. Hizo una invitación al mundo dividido por las guerras: “En esta Navidad, inicio del Año jubilar, invito a todas las personas, a todos los pueblos y naciones a armarse de valor para cruzar la Puerta, a hacerse peregrinos de esperanza, a silenciar las armas y superar las divisiones”.
En el pesebre de nuestro corazón quisiéramos recibir y abrazar hoy al Niño Dios, la vida nueva que nos transforma y comprometernos a trabajar para reformar nuestras vidas y ser con Él artesanos de la Civilización del Amor, del respeto y del buen trato, de la Esperanza que no defrauda, para contrarrestar las obras del Mal. El único antídoto al veneno del odio es el Amor. Que el Señor nos ayude a crecer en la fe, a transformar y sacudirnos continuamente de nuestras comodidades y adormecimientos.
A San José y María Santísima le rogamos delante del pesebre en este día, que nos ayude a ser obedientes a las Palabras de tu Hijo, fruto bendito de tu vientre, para obtener aquellas gracias, prodigios y milagros que te pedimos por su gloriosa intercesión.
Feliz Navidad.
+Adalberto Card. Martínez Flores
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