Hoy 22 de febrero, celebramos la fiesta de la Cátedra de San Pedro. En una tradición muy antigua, donde recordamos la profesión de fe de San Pedro, ante la pregunta de Jesús, «Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió diciendo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque lo que dijiste no te ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, las puertas del reino de la muerte, no la derrotarán.

Está fue misión encomendada al apóstol san Pedro, para que la edificación de la Iglesia continúe, con Pedro y a sus sucesores. En la fiesta de la Cátedra de San Pedro, agradecemos al Señor, por la vida y presencia del Papa Francisco, sucesor de Pedro. Aunque internado por su enfermedad y dolencias, la cátedra de Pedro, no está vacía. Y oramos hoy muy especialmente, a Dios Padre, sabiendo que él nos concederá todo lo que pedimos con fe, sosteniendo su cátedra, su silla, con las palancas de nuestras oraciones, por la salud y pronta recuperación del Papa Francisco.

San Jerónimo, 340, estudió en Roma, donde fue bautizado, y luego ordenado sacerdote. Fue en esta época cuando empezó su traducción latina de la Biblia. Trabajó mucho por el bien de la Iglesia. Escribió gran cantidad de obras, principalmente comentarios de la sagrada Escritura.

Murió en Belén el año 420. En una de sus muchas cartas también escribió al Obispo de Roma diciéndole: «He decidido consultar la cátedra de Pedro, donde se encuentra la fe que la boca de un Apóstol exaltó; vengo ahora a pedir un alimento para mi alma donde un tiempo fui revestido de Cristo. Yo no sigo un primado diferente del de Cristo; por eso, me pongo en comunión con tu beatitud, es decir, con la cátedra de Pedro. Sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia» (Cartas I, 15, 1-2). Para él una auténtica interpretación de la Biblia tenía que estar siempre en armonía con la fe de la Iglesia católica.

Ayer viernes 21 de febrero en la misa conclusiva del Retiro Espiritual del Clero de la Arquidiócesis, celebrada en la capilla de Emaús, en una ceremonia sencilla, pero muy profunda de significado, los diáconos, Francisco y Richard, han pronunciado su profesión de fe y el juramento de que conocen plenamente las obligaciones que la sagrada ordenación conlleva con el compromiso de dedicarse plenamente, perpetuamente al ejercicio del ministerio sacerdotal.

Han pedido la ayuda la ayuda de Dios y de los Santos Evangelios que han tocado con sus manos. Está declaración fue luego estampada con sus firmas y de los testigos que hemos participado de este rito necesario antes de la ordenación. Estampada también con el compromiso y la ayuda del presbiterio y de todos los fieles cristianos para ofrecer en oración y obras, en la realización del designio que Dios tiene sobre ellos, abrazando el sagrado ministerio sacerdotal en el seguimiento a Cristo como discípulos misioneros. Que sus vidas vividas conforme a la Palabra, sea el testimonio más elocuente de su profesión de fe.

La profesión de fe, es un signo de reconocimiento de todos los bautizados; en ella se expresa el contenido central de la fe y se recogen resumidamente las principales verdades que un creyente acepta y de las que da testimonio en el día de su bautismo y comparte con toda la comunidad cristiana para el resto de su vida.

La profesión de fe, en síntesis, es expresar con los labios y creer con el corazón en Aquel, Buen Pastor, cuyo Pastoreo está sobre todo pastoreo, que nos guía por sendas de justicia, por la gracia de su Nombre y creer que aunque caminemos por valles oscuros, en los valles de cruces y crucifixiones, nada temeremos porque él está junto a nosotros.

El mismo Pedro, que profesa su fe inspirado por el Espíritu Santo, luego aspirado por el miedo, niega por tres veces conocer al maestro. Pero luego después, ante el Señor Resucitado, de nuevo inspirado por el Amor, por tres veces pronuncia su profesión de amor al Señor, para reparar y superar su negación.

Jesús le pregunta, «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Pedro le dijo: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»: «Apacienta mis corderos.» Y por tres veces el Señor le pregunta y Pedro tres veces profesa su amor en el Mesías. Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas” y luego añadió: “Sígueme”.

El Señor Jesús nos pide a nosotros también profesar nuestra fe con la profesión de amor al Amor mismo, a quien lo reconocemos, lo descubrimos en los rostros especialmente de los más necesitados del redil, profesamos la fe y amor al Señor, cuidando amorosamente y de corazón al rebaño que nos ha sido confiado. Con estas dos profesiones nos invita a seguirlo.

1 Pe. 5,1-14: pastoreen el rebaño de Dios que El les encargó, miren por él, no forzados, obligados, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambiciones de ganancias, sino con entrega generosa, de corazón; no tiranizando a quienes les ha tocado en suerte, sino convirtiéndosé en modelos del rebaño. Y, cuando aparezca el Pastor supremo, recibirán la corona inmarcesible de la gloría.

Qué gran regalo en el Jubileo 2025, peregrinos de Esperanza que celebramos este año. El regalo del sacerdocio de Richard y Francisco. Se nos abre la puerta del Reino para entrar en la esperanza que no defrauda. Aunque caminemos por cañadas oscuras. Nada temas.

Con el Salmo 22, les decimos: nada teman, porque el Buen Pastor camina con ustedes: su Palabra y Espíritu les fortalecerá. El les prepara una mesa delante de ustedes, la mesa de la Palabra y la Eucaristía, aún a pesar de las tentaciones, desánimos y conflictos, les unge la cabeza y las manos con el perfume del óleo crismal, el óleo del Espíritu Santo, para que sus corazones rebocen de la alegría de los elegidos. Sacerdotes del Señor.

El sacerdote ungido para celebrar la Eucaristía, se pone al servicio del pueblo de Dios, está cerca de la gente , se hace puerta abierta con la Puerta, abre puertas de sinodalidad en las comunidades, siempre consultando la catedra de Pedro, sintonizando con esa cátedra, el magisterio de la iglesia, unido al presbiterio y, como Jesús en la cruz, se hace cargo de todos. Fijémonos en esta cátedra de la Cruz. Desde allí, el Maestro nos enseña, que El, amándonos hasta el extremo (cf. Jn 13,1), hizo nacer un pueblo nuevo. También nosotros, cuando nos ponemos al servicio de los demás, cuando, cargando nuestras cruces de cada día, y Cireneos, como San Simón de Cirene, cargando y ayudando a cargar las cruces de los demás, generamos la vida y sin perder la alegría del Evangelio, mirando siempre arriba: Carlos Acutis decía: la tristeza es la mirada hacia uno mismo, la alegría es la mirada hacia Dios. María Ssma Madre de los Sacerdotes sea Vs perenne alegría.

+Adalberto Martínez Flores

22 de febrero 2025