A tan solo cuatro días de su elección, el Papa León XIV recibió esta mañana en audiencia a profesionales de los medios de comunicación en el Aula Pablo VI del Vaticano. El encuentro contó con la presencia de periodistas de diversas partes del mundo que cubrieron el fallecimiento del Papa Francisco, el desarrollo del cónclave y el inicio del nuevo pontificado.
En su discurso, el Santo Padre agradeció el trabajo de los comunicadores durante las intensas semanas vividas recientemente en la Iglesia y los instó a fomentar una comunicación orientada a la paz. “Debemos decir ‘no’ a la guerra de palabras e imágenes; debemos rechazar el paradigma de la guerra”, expresó.
Pidió a los medios promover una forma diferente de comunicar, que no se base en la competencia o la agresividad, y que una la búsqueda de la verdad con el amor y la humildad. También manifestó su solidaridad con los periodistas encarcelados por informar la verdad y abogó por su liberación.
El Papa León XIV destacó que “la comunicación no es solo la transmisión de información, sino también la creación de cultura y espacios de diálogo”. En ese sentido, advirtió sobre los riesgos de una comunicación ideologizada y fragmentada, que puede contribuir a una nueva “Torre de Babel”.
Otro de los temas abordados fue la inteligencia artificial, a la que calificó como una herramienta de gran potencial que debe ser utilizada con responsabilidad y discernimiento, para beneficio de toda la humanidad.
Concluyó su intervención recordando las palabras del Papa Francisco para la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Desarmemos la comunicación de todo prejuicio y resentimiento, fanatismo e incluso odio. Desarmemos las palabras y ayudaremos a desarmar al mundo”.
A continuación, el discurso completo del Papa León XIV en español:
DISCURSO DEL SANTO PADRE
¡Buenos días! ¡Good morning, y gracias por esta maravillosa acogida!
Dicen que cuando aplauden al principio no significa mucho… Si al final siguen despiertos y todavía tienen ganas de aplaudir… ¡Muchas gracias!
¡Hermanos y hermanas!
Doy la bienvenida a ustedes, representantes de los medios de comunicación de todo el mundo. Les agradezco el trabajo que han hecho y que siguen haciendo en este tiempo, que para la Iglesia es, esencialmente, un tiempo de gracia.
En el “Sermón del monte”, Jesús proclamó: «Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). Es una bienaventuranza que nos desafía a todos y que los interpela de cerca, llamando a cada uno al compromiso de promover una comunicación diferente, que no busque el consenso a cualquier precio, que no se revista de palabras agresivas, que no adopte el modelo de la competencia, que nunca separe la búsqueda de la verdad del amor con el que humildemente debemos buscarla.
La paz comienza por cada uno de nosotros: por la forma en que miramos a los demás, los escuchamos, hablamos de ellos; y, en ese sentido, el modo en que comunicamos es de fundamental importancia: debemos decir “no” a la guerra de las palabras y de las imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra.
Permítanme, entonces, reiterar hoy la solidaridad de la Iglesia con los periodistas encarcelados por haber intentado contar la verdad, y con estas palabras pedir también su liberación. La Iglesia reconoce en estos testigos —pienso en quienes narran la guerra incluso a costa de sus vidas— el coraje de quienes defienden la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque solo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres.
El sufrimiento de estos periodistas encarcelados interpela la conciencia de las naciones y de la comunidad internacional, recordándonos a todos la necesidad de proteger el valioso bien de la libertad de expresión y de prensa.
Gracias, queridos amigos, por su servicio a la verdad. Han estado en Roma estas semanas para contar la vida de la Iglesia, su diversidad y, al mismo tiempo, su unidad. Han acompañado los ritos de la Semana Santa; luego narraron el dolor por la muerte del Papa Francisco, ocurrida, sin embargo, en la luz de la Pascua. Esa misma fe pascual nos introdujo en el espíritu del Cónclave, que los vio particularmente comprometidos en jornadas intensas; y, también en esta ocasión, lograron relatar la belleza del amor de Cristo que nos une a todos y nos hace ser un solo pueblo, guiado por el Buen Pastor.
Vivimos tiempos difíciles de recorrer y de narrar, que representan un desafío para todos nosotros y que no debemos eludir. Al contrario, exigen de cada uno, en nuestros diversos roles y servicios, que no cedamos nunca a la mediocridad. La Iglesia debe aceptar el desafío de este tiempo y, de igual manera, no pueden existir una comunicación ni un periodismo fuera del tiempo y de la historia. Como nos recuerda san Agustín, que decía: «Vivamos bien y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos» (Sermón 311).
Gracias, por tanto, por lo que han hecho para ir más allá de los estereotipos y clichés con los que a menudo se interpreta la vida cristiana y la misma vida de la Iglesia. Gracias, porque han logrado captar lo esencial de lo que somos y transmitirlo con todos los medios al mundo entero.
Hoy, uno de los desafíos más importantes es promover una comunicación capaz de sacarnos de la “torre de Babel” en la que a veces nos encontramos, de la confusión de lenguajes sin amor, a menudo ideológicos o parciales. Por eso, su servicio, con las palabras que utilizan y el estilo que adoptan, es importante. La comunicación, de hecho, no es solo transmisión de información, sino creación de cultura, de ambientes humanos y digitales que se conviertan en espacios de diálogo y encuentro. Y mirando a la evolución tecnológica, esta misión se vuelve aún más necesaria. Pienso, en particular, en la inteligencia artificial con su inmenso potencial, que requiere, sin embargo, responsabilidad y discernimiento para orientar las herramientas hacia el bien de todos, de modo que puedan generar beneficios para la humanidad. Y esta responsabilidad nos incumbe a todos, en proporción a nuestra edad y roles sociales.
Queridos amigos, aprenderemos con el tiempo a conocernos mejor. Hemos vivido —podemos decirlo juntos— días verdaderamente especiales. Los hemos compartido, los han compartido, por todos los medios: la televisión, la radio, la web, las redes sociales. Me gustaría que cada uno de nosotros pudiera decir que estos días nos revelaron algo del misterio de nuestra humanidad, y que nos dejaron un deseo de amor y de paz.
Por eso, hoy repito ante ustedes la invitación que hizo el Papa Francisco en su último mensaje para la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: desarmemos la comunicación de todo prejuicio, rencor, fanatismo y odio; purifiquémosla de la agresividad. No hace falta una comunicación ruidosa o impositiva, sino una comunicación capaz de escuchar, de recoger la voz de los débiles que no tienen voz. Desarmemos las palabras y contribuiremos a desarmar la Tierra. Una comunicación desarmada y desarmante nos permite compartir una mirada distinta sobre el mundo y actuar coherentemente con nuestra dignidad humana.
Ustedes están en primera línea narrando los conflictos y las esperanzas de paz, las situaciones de injusticia y pobreza, y el trabajo silencioso de tantos por un mundo mejor. Por eso les pido que elijan con conciencia y valentía el camino de una comunicación de paz.
Gracias a todos ustedes. ¡Que Dios los bendiga!
Fuente: Vatican news
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