Evangelio de hoy
MIÉRCOLES DE LA SEMANA 15ª DEL TIEMPO ORDINARIO
Evangelio según San Mateo 11, 25-27
“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra”
Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Palabra del Señor.
Meditación
La alegría del Señor por los pequeños. La alegría de Jesús cuando agradece a Dios, Padre, va acompañada por los pequeños que lo siguen y ante quienes Él se manifiesta como el camino que lleva al cielo, estado de felicidad y paz. Una y otra vez recurren, en este año de la Esperanza, los pequeños: niños y adolescentes, los que no tienen fuerza, capacidades y medios. Éstos son los últimos: desheredados, empobrecidos, descartados. Vulnerables
Para nuestra tierra bendita no es difícil reconocer los valores culturales, morales y espirituales durante las fiestas patronales de S. Buenaventura (nos remonta a las bienaventuranzas), y de La Virgen del Carmen (nos acerca a la Virgen de la Asunción). En un Año Jubilar somos desafiados a mantener viva la llama de la Esperanza, gracias al Espíritu Santo: la que se derrama en la vida de “todos los que se hacen disponibles a dejarse misericordiar y a compadecerse del prójimo”. Sabemos que nuestro País sufre a causa de cierta indiferencia e indolencia que enluta y aflige a las familias y a los jóvenes, vulnerables. Entonces, ¿dónde está nuestra sabiduría y prudencia?
Jesús se conmueve, nos misericordia y envía a hacernos prójimo de los demás: el prójimo es uno mismo que se compadece, como el buen samaritano. Prójimo es todo aquél cercano o lejano que encontramos en el camino, por causalidad, en ocasiones especiales o cada día. Todos los hijos prudentes de la Virgen María escuchamos, “hagan lo que Él les diga”, y peregrinamos con sabiduría y Esperanza.
¡El Señor es compasivo y misericordioso!
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura
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