SANTA MISA

Domingo 31 de agosto de 2025

HOMILÍA

Humildad y servicio: camino hacia la verdadera grandeza

Queridos hermanos:
La liturgia de este domingo nos presenta un mensaje profundamente humano y divino: la humildad y el servicio. El libro del Eclesiástico nos aconseja: “Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor” (Si 3,19). Jesús mismo, en el Evangelio, nos recuerda: “El que se engrandece a sí mismo, será humillado, y el que se humilla, será engrandecido” (Lc 14,11).

El Señor nos enseña que el verdadero camino hacia la grandeza no es la soberbia ni la búsqueda de honores, sino la sencillez y la entrega. En el banquete del Reino, los primeros lugares están reservados para los que saben servir a los demás con amor y desinterés.

El Evangelio de hoy nos invita a vivir el servicio de una manera concreta: no buscando recompensas ni reconocimientos, sino sirviendo especialmente a quienes no pueden devolvernos nada. Jesús nos dice: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos” (Lc 14,13).

Esto significa que nuestro servicio cristiano debe ser gratuito, humilde y solidario. Servir sin esperar nada a cambio es imitar el corazón mismo de Cristo, que lavó los pies de sus discípulos y dio la vida en la cruz.

San Ramón Nonato: ejemplo de entrega y misión

Hoy celebramos la memoria de San Ramón Nonato, nacido en Portell, Lérida (España), en 1204. Llamado “Nonato” porque nació por cesárea tras la muerte de su madre. Ingresó en la Orden de la Merced, fundada para redimir cautivos. Ramón se dedicó con pasión al servicio de los más necesitados.

Su vida fue un ejemplo de discípulo misionero que se entrega hasta el extremo: se ofreció a sí mismo como rescate humano, quedando prisionero en lugar de otros, con tal de darles libertad. Sufrió cadenas y torturas, pero nunca dejó de anunciar a Cristo. Murió joven, en 1240, en Cardona, España.

Su vida nos enseña que la humildad cristiana se traduce en un servicio concreto a los demás, especialmente a los que sufren, a los cautivos, a los oprimidos.

Oración por los desaparecidos

El ejemplo de San Ramón nos interpela hoy, porque ayer, 30 de agosto, se recordó el Día Internacional de los Detenidos Desaparecidos. En nuestro país y en el mundo hay todavía demasiadas personas privadas de libertad, secuestradas o desaparecidas.

Oramos de manera especial por Edelio Morínigo, Félix Urbieta, Óscar Denis y tantos otros hombres y mujeres que siguen desaparecidos. Rogamos también por sus familias, que sufren la ausencia, la incertidumbre y el dolor, y pedimos a las autoridades no descansar en la búsqueda de la verdad y la justicia.

La trata de personas, los secuestros, las desapariciones forzadas y los crímenes contra la vida son heridas abiertas que claman al cielo. Ante esta realidad, San Ramón Nonato nos recuerda que el cristiano no puede ser indiferente: estamos llamados a defender la vida, la libertad y la dignidad de cada ser humano.

El Dios que se inclina hacia los pobres

Y aquí resuena con fuerza la voz del Salmo 67, que hemos proclamado hoy:
“Ante el Señor, su Dios, gocen los justos, salten de alegría.
Porque el Señor, desde su templo santo, a huérfanos y viudas da su auxilio;
él fue quien dio a los desvalidos casa, libertad y riqueza a los cautivos” (Sal 67, 4-6).

Este salmo es un canto de confianza: nos recuerda que Dios no abandona a los más frágiles, que su amor se inclina siempre hacia los pobres y oprimidos, y que su justicia abre caminos de libertad y esperanza para los cautivos.

La Eucaristía: banquete de humildad y servicio

El pasaje del Evangelio que hoy proclamamos (Lc 14,1.7-14) nos recuerda que el Señor nos invita a un banquete de amor.

Y ese banquete no es otro que la Eucaristía, donde Cristo mismo se queda entre nosotros en las especies del pan y del vino. Allí nos da su Cuerpo y su Sangre, para que aprendamos a vivir en humildad y servicio.

Jesús nos enseña que “el que se exalta será humillado y el que se humilla será engrandecido”. En cada Eucaristía, al recibirlo con fe, reconocemos que Él es el que nos eleva y nos engrandece. Y en la vida de San Ramón Nonato, que se entregó como alimento de esperanza para los cautivos, vemos reflejado este misterio de amor.

Por eso hoy nos encomendamos a su intercesión, para que sepamos vivir la fe como servicio humilde y gratuito a los demás.

Llamado a la humildad y al servicio generoso

Queridos hermanos, que este domingo sea un llamado a la humildad y al servicio generoso. Que aprendamos de San Ramón Nonato a dar la vida por los demás, a ser voz de los que no tienen voz, y a trabajar por un Paraguay más justo y humano.

Que la Virgen de la Merced, Madre de los cautivos, y la Virgen de los Dolores, que padeció viendo a su Hijo arrestado, torturado y crucificado, nos acompañen en este camino de fe y servicio.

Oración

Oh Virgen Santa, Virgen de los Dolores,
tú que conociste el sufrimiento al ver a tu Hijo
privado de su libertad, torturado y muerto en la cruz,
acógenos hoy bajo tu manto maternal.

Tú que esperaste con fe la aurora del tercer día,
enséñanos a confiar en la victoria de la resurrección,
donde el amor vence al odio, la vida vence a la muerte,
y Cristo nos abre la esperanza de una vida nueva.

Intercede, Madre Dolorosa,
por los desaparecidos y por sus familias,
por las víctimas de la violencia y de la trata,
consuela a los que lloran, fortalece a los débiles,
y haznos servidores humildes y constructores
de un Paraguay más humano, justo y solidario.

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Adalberto Card. Martínez Flores