15 de agosto del 2021
Homilía en la Festividad de Nuestra Señora de la Asunción
Queridos Hermanos y Hermanas
¡Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo! ¡Nuestra Señora de la Asunción, ruega por nosotros!
El 1º de noviembre de 1950, el venerable Papa Pío XII proclamó como dogma que la Virgen María «terminado el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial». En 1951, el mismo Sumo Pontífice declara “Principal Patrona celestial ante Dios de toda la República del Paraguay y de las Fuerzas Armadas de la Nación”. Con esta declaración añade todos los privilegios litúrgicos e indulgencias que pertenecen a los Santos Patronos principales. Ese mismo año de 1951, el Presidente de la República, Federico Chávez, confiere el grado militar de Mariscala a la Santísima Virgen de la Asunción, otorgándole todos los honores que merece dicho grado.
La Virgen de la Asunción es venerada y amada en el Paraguay desde aquel 15 de agosto de 1537, día en que se funda la casa fuerte Nuestra Señora Santa María de la Asunción, para refugio y amparo de todos. Felicidades Asunción por la fiesta patronal.
La imagen de Nuestra Señora de la Asunción
Recordamos hoy los 484 años de la fundación del “Fuerte de Asunción” cuando Juan de Zalazar construye una capilla con la única imagen Nuestra Señora de la Concepción, llamada la “Conquistadora” que los españoles traían en uno de los bergantines. Más tarde, en el siglo XVIII el canónico de la Catedral encargó a un taller de Nápoles una imagen de la que habría de ser entronizada solemnemente como Patrona en reemplazo de la “Conquistadora”. La nueva imagen llegó al Paraguay en 1742. Desde entonces, la festividad del 15 de agosto, alcanzó mayor brillo y se festejaba además de Asunción en todos los pueblos. Los festejos duraban tres días con varias expansiones públicas. Durante la guerra de la triple alianza, la imagen fue llevada a Caacupé. Terminada la guerra se la dio por perdida. Cuando su recuperación era ya imposible, “una mañana, al limpiarse los altares de la Catedral, se vio sobre uno de ellos, un bulto envuelto en un paño negro. Abierto, resultó contener el busto de la Virgen, algo estropeado, pero fácilmente recuperable. Se restauró el busto y las manos. Desde 1939 la imagen ocupa su morada oficial y permanente en el Oratorio de la Virgen de la Asunción, desde donde acompaña el vaivén de nuestra historia patria.
Recordamos que hace 3 meses esta Catedral tuvo inicio de incendio. Gracias a la rápida intervención del cuerpo de Bomberos se pudo controlar. Desde entonces quedó la tarea a las autoridades de la Secretaría de Cultura y del MOPC, de intervenir, mediante protocolos, en la conservación de la Catedral, en especial hace falta la reparación del techo, del sistema eléctrico, de los retablos, del sistema de seguridad contra incendios, de la pintura interna y externa de este patrimonio histórico. Rogamos a la Virgen María que cuanto antes se realicen los trabajos prometidos.
Durante el novenario la imagen de Nuestra Señora de la Asunción se ha vestido de blanco. Esa Mujer Madre del cielo es doctora, médica, enfermera, pues ella es la “salud de los enfermos”. Ella ha acompañado con su maternal bendición, en esta pandemia a los héroes, personal de blanco, a quienes agradecemos su labor y su resiliencia. En su mano izquierda vemos un paño de luto, llorando con los familiares que ni han podido despedir con los ritos fúnebres a sus seres queridos. En su mano derecha, el cetro de Mariscala, pues Ella es la Reina del cielo, la que con el poder de Madre intercede por nosotros. La bellísima imagen nos abre el camino de la esperanza y de la vida eterna. Así como ella, llegaremos un día a las moradas eternas de Dios.
Invocamos la protección de María para nuestro tiempo
En el año dedicado a la Eucaristía, en este tiempo difícil de la pandemia y de la vida democrática de nuestro país, venimos a invocarla nuevamente. Que, por su intercesión, Dios nuestro Padre, escuche las plegarias de su pueblo. ¿Qué le venimos a pedir, para nuestra población, para los niños y jóvenes, para los ancianos y desamparados, para los indígenas y para cuantos buscan, a través de sus marchas de reclamos, los beneficios para sí y para el país? Pedimos por su intercesión, a las Autoridades: justicia, respuestas adecuadas, protección de la vida, igualdad y libertad. En una palabra, paz verdadera.
Por su intercesión, ya que Ella es la Patrona de nuestro País, son muchas las cuestiones pendientes que necesitan adecuada respuesta: promover la dignidad de la persona y construir el bien común, la República. Nos preguntamos ¿hacia dónde va nuestro país? ¿Hacia el Populismo o una verdadera democracia? ¿Trabajo formal o informal? ¿Impuestos o evasiones de impuesto? ¿Salud pública o salud privada? ¿Educación escolar y universitaria con valores humanos, cristianos de calidad para todos y no solo para las elites?
Además, sobre el tema de familia y vida, desde la Constitución Nacional, las autoridades públicas ¿las defienden, las promueven o se dejan imponer por ideologías condicionadas por ayuda económica internacional? ¿Evitan el doble discurso sobre políticas públicas en relación a ideologías de género, aborto, eutanasia? ¿Las instituciones nacionales funcionan adecuadamente para promover familia, vida, educación de la niñez y de la adolescencia según la cultura paraguaya y una sabia antropología?
Por su parte, la Conferencia Episcopal lanzó su carta pastoral “Itaipú, una oportunidad de diálogo y de concertación social para el bien común”. La voz de los Obispos y de muchas otras voces de la ciudadanía que claman por el diálogo y la concertación ¿es escuchada o es ignorada?
Ante la creciente corrupción, fruto de la falta de justicia y de honestidad de parte de varias instituciones públicas ¿existe el interés de mejorarlas, de modernizarlas, de hacerlas más eficientes y menos burocráticas? La propuesta de la reforma del Estado, al inicio de la pandemia ¿se llevará a término o no interesó a algunos políticos del Congreso? Las variadas y repetidas manifestaciones de campesinos, indígenas, ahora de docentes y de camioneros ¿son escuchadas a tiempo? ¿Reciben respuestas rápidas, dialogadas y razonables sobre criterios de justicia y de bien común? Es bueno saber que los intereses particulares son importantes, pero los intereses nacionales no deben obstaculizarse. De ahí la necesidad del diálogo y del discernimiento, en la construcción del bien particular y del bien común.
Hay muchas preguntas más sobre el funcionamiento de la justicia, que debería ser independiente de poderes fácticos; sobre el impacto del narcotráfico en la política y la economía, la seguridad ciudadana, la violencia armada; sobre los secuestros y el posible apoyo de ciudadanos fuera de ley; la degradación del medio ambiente, el cambio climático; sobre las cárceles; sobre la producción agro-ganadera; sobre las desigualdades sociales… Todos temas concatenados con la única realidad del país que busca tiempos mejores y un futuro post-covid lleno de alegría y de paz.
Recurrimos a la Patrona del Paraguay en todas nuestras necesidades como nación, ya que estamos bajo su amparo y auxilio.
El dogma de la Asunción de María al cielo
La tradición, afirmada por los Padres de la Iglesia, mantuvo esta verdad, aspecto relevante del culto a la Madre de Cristo. Ese culto fue el que motivó la formulación de este dogma, que es un acto de alabanza y de exaltación a la Virgen Santa María. El dogma es proclamado «para honor del Hijo, para glorificación de la Madre y para alegría de toda la Iglesia».
La Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, en su último capítulo nos da bellísimas expresiones sobre María Santísima. Así afirma: «La Virgen Inmaculada, preservada, libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo» (n. 59). Y después, hacia el final, esta otra: «La Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo» (n. 68).
Las lecturas bíblicas
Las lecturas bíblicas proclamadas en esta solemnidad nos ayudan a comprender la “gran señal” del libro del Apocalipsis. Contemplamos a María, entronizada en la gloria junto a su divino Hijo. Tomemos conciencia del futuro que también hoy el Señor resucitado nos ofrece. Los paraguayos celebramos esta fiesta a la luz de nuestra historia reconociendo la amorosa intercesión de María desde los inicios de la nación paraguaya.
En la segunda lectura hemos escuchado a san Pablo diciéndonos que Cristo es el nuevo Adán, cuya obediencia a la voluntad del Padre ha destruido el reino del pecado, de la esclavitud y ha inaugurado el reino de la vida y de la libertad (cf. 1 Co 15,24-25). La verdadera libertad se encuentra en la acogida amorosa de la voluntad del Padre. De María, llena de gracia, aprendemos que la libertad cristiana es algo más que la simple liberación del pecado. Es la libertad que nos permite ver las realidades terrenas con una nueva luz espiritual, la libertad para amar a Dios y a los hermanos con un corazón puro y vivir en la gozosa esperanza de la venida del Reino de Cristo. Esa libertad es la que estamos pidiendo hoy.
En el Evangelio, María pronuncia su cántico profético. María se había dicho a sí misma y había dicho al niño que llevaba en su seno, cuál sería su nombre y cómo lo merecería. Y lo había expresado tejiendo una serie de citaciones bíblicas. No esperó haber llegado a casa de Zacarías para improvisar su cántico de alabanza, el Magníficat. Es tan lindo que Ella haya cantado: «Desde ahora me felicitarán todas las generaciones» (Lc 1, 48). Feliz María en tu día de fiesta, fiesta de tu pueblo que te ama y aclama. Tus palabras son una profecía para toda la historia de la Iglesia en Paraguay. Tu alabanza, Virgen Santa, Madre de Dios, está íntimamente unida a Cristo tu Hijo. Hoy volvemos a hacer resonar en nuestros corazones: desde ahora todas las generaciones te llamarán feliz.
Ella proclama primero la acción de gracias, que será como la característica de los tiempos del Evangelio y consecuentemente, el alma de las “eucaristías”. María se ve en el centro de la obra divina, y también se ve como un ejemplo de la manera divina de conducir el mundo. Anuncia una revolución ya empezada con la venida del Salvador, la que continuará a lo largo de la historia. Ella es la mujer Eucarística.
El canto de María ya expresa las bienaventuranzas proclamadas por Jesús a las muchedumbres (Lc 6,20). Al hacer mención de la expectación del pueblo de Israel, asumía el clamor de los pobres; esta esperanza será hasta el fin del mundo una de las líneas directrices del esfuerzo humano. Pero también afirma que, desde ya, lo más característico de las intervenciones de Dios es que mira al que no tiene nada y que no es nada. Él escoge, él regala, y siempre lo hace sin mérito nuestro. En el mundo donde creció Jesús, María Santísima experimentó la ayuda entre pobres y la confianza en Dios.
Normalmente, en todas las culturas, en especial en Israel de entonces, los ricos son globalmente unos cínicos o negociantes que han renegado de la esperanza de las promesas mesiánicas. Los ricos, los orgullosos, los que están hartos constituyen de hecho una clase social frente al pueblo pobre que vive de la confianza en la Providencia. Y la palabra pobres, por su parte, significa tanto una situación económica y social como una actitud humilde ante Dios. La Iglesia de los pobres y para los pobres volverá a entonar el Magnificat, cada día recordándola a María quien profetizará estos días de nuestra fiesta: todas las generaciones me llamarán feliz…
Conclusión
Desde sus orígenes, esta tierra paraguaya sintió la presencia y la bendición maternal de María. Porque la amamos, la invocamos con plegaria filial, pues ella es la Madre de Cristo y Madre nuestra.
Hoy, como sus hijos, hemos venido clamando por su intercesión por la realidad nacional, por todos sus ajetreos, conflictos y soluciones. La mirada hacia la Madre nos debe dar confianza para caminar seguros, corrigiendo cuanto debemos corregir, sea en la Iglesia como en la vida democrática, inspirados por el mandamiento del amor que nos dejó Jesucristo.
Ella, pues, imitando en su corazón de Madre, al corazón de su Hijo Jesús, acompaña con su bendición a las familias, a cada uno de los habitantes del país. Bajo su amparo queremos construir un Paraguay más fraterno, más solidario, más abierto al Reino de Dios, que es justicia, verdad, amor y paz.
Con gozo la aclamamos: ¡Salve Señora de la Asunción, gloriosa fundadora de nuestra Nación, al Paraguay bendiga tu casto corazón!
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