Mensaje en honor a la fiesta de María Auxiliadora

Asunción, 24 de mayo de 2022

Mis saludos y felicitaciones a todos los salesianos y salesianas de Don Bosco, hijas de María Auxiliadora, asociaciones, cooperadores, alumnos, a toda la gran familia salesiana en Paraguay y del mundo por este día feliz de la celebración de María Auxiliadora con el lema “María Madre y Maestra de la Iglesia Sinodal”. Muchas felicidades en este día de gozo en que todos nos sentimos alegres como fieles devotos, admiradores e imitadores de la santidad de la madre santa. Hoy llegamos ante tus pies benditos para implorar sobre mi vida entera la bendición que ampare mi alegría. Auxiliadora madre mía. Tuya será mi juventud inquieta frágil barquilla en borrascosos mares donde serás su brújula y su guía. Ruego que ayudes con materna mano al pecador que solo en ti confía.

Hemos llegado para coronarte con las primaverales flores de mayo, para hacer coronas de corazones, que también te ruegan para que podamos crecer en la fe, esperanza y caridad. Para que nuestra ofrenda a ti en este día y todos los días, nuestra ofrenda a Dios Padre, le sean agradable, pura y de bendiciones. “La prueba de que somos hijos es que Dios el Señor ha enviado nuestro corazón, es el espíritu de su Hijo que clama: Abba, padre. Ya no somos esclavos, sino hijos, herederos por voluntad de Dios.

Ella nuestra madre, camina con nosotros como con Jesús, para ser testigos en el primer milagro de las bodas de Caná. Donde el Señor bendice a esta nueva familia que comienza en Caná de Galilea, transformando el agua en vino, para alegrar más profundamente la fiesta. El señor quiere transformar nuestra vida aguada y superficial en el vino bueno de su espíritu. Dios bendice la familia, y por lo tanto la familia deberíamos cuidarla, amarla como el gran patrimonio de nuestra fe cristiana. Familia doméstica, templo espiritual que se construye día a día en el amor, la humildad, obediencia, la oración, la fidelidad, el respeto, la confianza, el perdón, la reconciliación, en la corrección fraterna, en la verdad. Y en nuestra familia a María Auxiliadora le tenemos como brújula y guía, imitación e inspiración, para que este templo espiritual que es la familia, nicho de Dios, se levante, como cuando invitamos a levantar el corazón. Nuestra madre María Auxiliadora quien también se preocupa por cada uno de sus hijos e hijas y quiere ser guía en medio de las peripecias de la vida.

Familias unidas que con la madre y maestra caminan juntas, también con otras familias, es familia, es anunciadora y misionera. Transmisora de valores y los valores evangélicos, a los hijos, cuna de vocaciones y promotora del bien social. Padres y madres que amamantan a los hijos con la leche buena de la Palabra. Si descuidaran esta misión y rol los hijos crecen desnutridos espirituales. Cuántas familias en este tiempo de crisis y de grandes aflicciones por la pandemia han incluso demostrado que no hay amor más grande que el que da la vida por los suyos. Y muchas familias que han abierto las puertas de par en par para ayudas solidarias a personas necesitadas de alimentos, de medicamentos y otras asistencias. Familias que han sabido ser de auxilio para los hermanos necesitados. Auxilio inspirado en el auxilio que recibimos de Ella. Familias que han entendido que la única deuda que tenemos unos con otros es la de practicar el amor recíproco.

Familias que han sido grandemente probadas y sin embargo con la ayuda de lo alto han podido superar las grandes aflicciones. Y hoy con mucha fe quieren ofrecer la ofrenda de sus sufrimientos, quebrantos y alegrías. La ofrenda de la propia vida y de los propios sacrificios hechos por amor, son siempre ofrendas agradables a Dios. Como Chiquitunga, gran devota de María Auxiliadora, era alumna de Ma. Auxiliadora en Villarrica, decía “todo te fresco, Señor”.

La santísima Virgen se le había aparecido a Don Bosco en sueños mandándole que adquiriera “ciencia y paciencia”, porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.

Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en solo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El santo solía repetir: “Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”. Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que esta devoción ha llegado a ser una de las más populares.

San Juan Bosco decía: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros” y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”. Él decía que los que dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del cielo.

San Juan Bosco nombre de Dios, ha construido este templo en honor a María Auxiliadora y ladrillo por ladrillo ha sido obra de la providencia y de aquellos que en cadena han contribuido para su construcción. Nos recuerda lo que decía San Pedro; que ustedes son las piedras vivas en la construcción del templo espiritual. Cuyo fundamento es el Señor Jesús Salvador. San Juan Bosco ha sido un hombre totalmente entregado al plan de Dios, se ha puesto en sus manos para hacer instrumento, brújula y guía para tantas generaciones de jóvenes y familias. Su santidad ha llevado a muchos a la vida santa, la semilla sembrada con su carisma ha adornado y fortalecido a la iglesia con frondosos árboles con frutos de grandes Santos y Santos. Su carisma y su alegría han llevado a muchos jóvenes a encontrarse por el seguimiento a Jesús, con su pedagogíaa evangélica alegre y amorosa ha cautivado muchos corazones para el Señor. Dejen que los niños vengan a mí.  Que los adolescentes, los jóvenes, vengan al Señor.

Su carisma fue cuidar muy especialmente a la primavera de la iglesia. La primavera de la iglesia como decía San Juan Pablo II, son los hijos, son los jóvenes, y en ellos florece la esperanza. A ellos siempre confiamos también la antorcha encendida de la fe para que puedan pasar de generaciones en generaciones, como han hecho muchos de los santos que con sus vidas han iluminado el camino de la iglesia. Santos de altares y tantos santos anónimos que se han jugado por el evangelio.

En este tiempo de emergencia educativa, con la necesidad de seguir construyendo la comunidad educativa, que sea casa y escuela de comunión, es sumamente importante instalar la seguridad en nuestras aulas y en las familias, en el respeto irrestricto de la dignidad de las personas, de los niños, adolescentes y jóvenes. En este tiempo han aumentado los casos de acosos y abusos de menores y adultos vulnerables tanto en el entorno familiar como en algunos centros educativos.

El Apostolado de la Prevención debe ser prioritaria en la Iglesia y adquiere un carácter urgente e importante por todos los menores, para que nadie, nadie, abuse de ellos, nadie les impida llegar a Jesús”, como subraya el Papa Francisco, aludiendo a las palabras del Señor: “Dejen que vengan a mí”. Francisco indica que “cualquier persona, religioso, religiosa, laico, laica,  docente, catequista, obispo, cualquier persona, que impida llegar a Jesús a un chico, tiene que ser detenido en sus actitudes, corregido si estamos a tiempo, o castigado si hay delito de por medio”. (Mensaje a estudiantes de México).

Para prevenir es esencial entender, asumir y corregir el pecado grave, el crimen de los abusos sexuales y de los abusos de todo tipo cometidos contra menores y personas vulnerables en la Iglesia.

La sanación, prevención y protección de la dignidad de las personas, sobre todo de los niños y adolescentes, así como del prójimo más vulnerable, exigen una auténtica conversión pastoral y personal de los clérigos, religiosos, agentes pastorales, padres, educadores y colaboradores de la Iglesia. Debemos volver a las fuentes del Evangelio, seguir las actitudes del Maestro y vivir el espíritu de las bienaventuranzas.

María dice: «Proclama mi alma la grandeza del Señor», hoy la Iglesia también canta esto y lo canta en todo el mundo. Este cántico es especialmente intenso allí donde el Cuerpo de Cristo sufre hoy la Pasión, las muertes, guerras, asesinatos, tráficos de personas, y de otros ilícitos. Donde está la cruz, para nosotros los cristianos hay esperanza, siempre. Creemos que Cristo ha vencido al mal y a la muerte. Si no hay esperanza, no somos cristianos. María Santísima también bajo la cruz ofrece al propio hijo con fe y esperanza en su Resurrección. Que no les roben la esperanza, porque esta fuerza es una gracia, un don de Dios que nos hace avanzar mirando al cielo. Y María está siempre allí, cercana a esas comunidades, a esos hermanos nuestros, camina con ellos, sufre con ellos, y canta con ellos el Magnificat de la esperanza.

+ Mons. Adalberto Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de la Santísima Asunción