Evangelio de hoy

Viernes de la 6° Semana de Pascua

Evangelio según San Juan 16, 20-23ª

San Agustín de Cantorbery, Obispo.

“Tendréis una alegría que nadie os podrá quitar”

A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo. También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar. Aquel día no me harán más preguntas”.

Meditación

Alégrense siempre en el Señor. Estas palabras pueden orientar nuestra convivencia serena, pacífica, alegre. La 1ª. dificultad podremos superarla con las palabras de S. Agustín (ss. IV-V): “El apóstol nos manda alegrarnos, pero en el Señor, no en el mundo. Pues el que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios, del mismo modo que un hombre no puede servir a dos señores”. 2ª. traba de convivencia: “¿Por estar en el mundo, no estamos en el Señor? Recordamos las palabras del Apóstol a los atenienses, sobre Dios, Señor y creador nuestro: en el vivimos, nos movemos y existimos, y el Señor está cerca; nada los preocupe”.

Nuestro santo de hoy (fines del s. VI), fue enviado por el Papa San Gregorio Magno, y aunque advertido en Francia de no proseguir por la crueldad de los anglosajones y las dificultades de la lengua, prosiguió el viaje. Al llegar, con el permiso del rey de Kent casado con una católica, se dedicaron a la evangelización, cantando la liturgia monástica y presentando la síntesis de fe. Con las orientaciones del Papa, fue adaptada la liturgia a las costumbres y tradiciones del pueblo inglés, y se mantuvo la única fe católica por unos diez siglos, hasta el Cisma del rey Enrique VIII. Animémonos a caminar juntos.

¡Dios es el rey del mundo!
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo;

porque el Señor altísimo es terrible, soberano de toda la tierra.