Discípulo de san Juan, el obispo Policarpo es el último testigo de la época apostólica. Murió quemado en el anfiteatro de la ciudad de Esmirna, dando gracias a Dios por haberle concedido “ser contado entre el número de los mártires, participar del cáliz de Cristo y, por el Espíritu Santo, ser destinado a la resurrección de la vida eterna”. Era el 23 de febrero de 155. Tenía 96 años.
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