Evangelio de hoy
SAN ANDRÉS DUNG-LAC, PRESBÍTERO, Y COMPAÑEROS, MÁRTIRES
Jueves de la 34ª Semana del Tiempo Durante el Año
Evangelio según San Lucas 21, 20-28
“Tengan ánimo y levanten la cabeza”
Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida: “Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad que se alejen; y los que estén en los campos que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”. Palabra del Señor.
Meditación
Se acerca nuestra liberación, porque el futuro de esperanza del cristiano no radica en lo temporal, sino en el más allá, en el Señor. Es un grito de consuelo y esperanza en medio del mundo pasajero: Cristo resucitado es el Señor de la historia y de la humanidad, en él no hay lugar al temor. Jesucristo es la roca firme y la vida plena y verdadera que Dios nos ha enviado. Cada vez que nos abrimos a la acción del Espíritu, cada vez que vencemos la mundanidad, y celebramos la Eucaristía en comunión fraterna, solidaria y escatológica, son presencia de Cristo entre nosotros.
Nos llama a una esperanza activa. Él es una realidad presente y no una promesa inalcanzable. Lo que prevalece en la historia de la salvación es la fe que obra en la caridad y esperanza activa. Conversión a Cristo, al Reino, a nuestros hermanos, debe ser la actitud constante del discípulo del Señor: “No hay otro nombre en este mundo por el cual los hombres podamos salvarnos”(Hch 4,12).
Gracias, Señor porque estás siempre con nosotros alentando nuestras vidas hacia la patria celestial.
Gracias, Señor, porque en Ti no miedo que nos acobarda en la espera gozosa de tu Reino eterno.
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