Evangelio de hoy

Jueves de la 26ª Semana del Tiempo Durante el Año

Evangelio según San Juan 1, 47-51

“Maestro, tú eres el Hijo de Dios”

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: “Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”. “¿De dónde me conoces?”, le preguntó Natanael. Jesús le respondió: “Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”. Natanael respondió: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús continuó: “Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees. Verás cosas más grandes todavía”. Y agregó: “Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”. Palabra del Señor.

Meditación

    Por varios motivos podríamos contemplar el Rostro de Dios. Para comenzar, el encuentro entre Natanael y Jesús, es ejemplar para encontrar a Dios. Luego nos interesa “ver cosas más grandes todavía”. En tiempos de Moisés nadie habría podido ver el rostro de Dios y, desde los tiempos de Jesús, se puede contemplar el Rostro misericordioso de Dios.

    San Alberto Magno (s. XIII) nos recuerda las razones por las que contemplan a Dios los ángeles. La 1ª porque ellos ofrecen y presentan a Dios las buenas obras de los hombres, según las palabras de Rafael que dice a Tobías, “He presentado tu oración al Señor” (ver Tb 12,12). También “otro ángel vino y se colocó junto al altar con un incensario de oro, gran cantidad de perfumes, junto con las oraciones de todos los santos, para ofrecerlos sobre el altar de oro que está delante del trono” (ver Ap 8,3). Esto es, el altar simboliza el corazón del hombre fiel a Dios; su incensario, los sentimientos de alegría con los que recogen los pensamientos, las oraciones, las palabras y las acciones de los hombres, ofrecidos en el fuego de la caridad. La ofrenda sube hasta el Hijo que está en el seno del Padre. Tengamos pues, algún don para depositar en el incensario de los ángeles”.

    En todo caso, con mucho amor ofrendamos al Señor nuestras vidas, por la del prójimo y la de todo el pueblo de Dios. Somos un pueblo sacerdotal, real y profético en presencia del Señor con palabras, pensamientos y acciones.

Delante de los Ángeles tañeré para ti, Señor!

Te doy gracias, Señor de todo corazón,

porque escuchaste las palabras de mi boca;

delante de los ángeles tañeré para Ti;

me postraré hacia tu santuario.