Evangelio de hoy

Miércoles de la 24ª Semana del Tiempo Durante el Año

Evangelio según San Lucas 7, 31-35

“¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación?”

Dijo el Señor: ¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: ¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron! Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: “¡Tiene un demonio!”. Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!”. Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos. Palabra del Señor.

Meditación

Juan Bautista representa la piedad del desierto, con el rigor de la austeridad y la dureza de vida. Actitud con el supuesto de la cercanía del juicio, porque las personas estaban pervertidas en sus costumbres y no se podía iniciar una renovación que pueda atraer la piedad de Dios. Por eso la única salida es escaparse, refugiarse en el desierto para suplicar la piedad a Dios con la penitencia. Muchos ascetas tuvieron este modelo para llevarlo a la práctica. Pero también se criticaba y condenaba este estilo de vida de muchos modos.

Sin embargo, Jesús, “come y bebe”, porque presentaba a Dios cerca de los hombres que le aman de tal manera, tan fuerte y transformante, que no puede la persona permanecer indiferente ante ese encuentro. Ese amor es tan fuerte, que con su presencia se debía agradecer con fiesta, se vivía con alegría y esperanza ese encuentro. Es la fiesta donde se perdonan los pecados, donde los hombres se descubren hijos de Dios, hermanos entre sí, donde se les recibe a los viejos pecadores arrepentidos, es la fiesta del banquete que los une y reúne para celebrar tanta alegría. Es la religiosidad de la gracia, del perdón y de la alegría, que los judíos veían poco serio, porque no era costumbre juntarse con los marginados, convivir con ellos, compartir la comida gozando de la compañía del Dios encarnado que es uno más entre todos, es saborear al máximo el misterio.

Ambas experiencias son valederas: invitación a la ascesis, desierto y penitencia, para luego llegar al camino de la Gracia, que nos ofrece Jesús y su proyecto que se manifiesta en el signo de la fiesta del amor que recibimos de Dios y la compartimos con los demás. La fiesta de las fiestas es la Eucaristía: Ojalá lleguemos a celebrarla desde una experiencia sana, humilde, austera, penitente, pero generosa y llena de alegría para el encuentro con Jesús vivo y llevarlo a los hermanos que necesitan de ese amor misericordioso de Dios que sana todo lo que encuentra en la persona humana.

Perdón Señor porque muchas veces nos encaprichamos en nuestras ideas y gustos, sin abrirnos a tu voluntad. Ayúdanos a aceptarte a Ti, único Dios verdadero, y a escuchar tu Palabra llevándola a la práctica con amor misericordioso. Gracias por hacernos notar que Tú estás preocupado porque somos autorreferenciales y no nos dejamos inundar por tu Gracia. Amén.