Evangelio de hoy
MIÉRCOLES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
Evangelio según San Marcos 1, 29-39
«Jesús sanó a muchos enfermos»
Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”. Y fue por toda la Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y expulsando demonios. Palabra del Señor.
Meditación
Que cada uno se haga prójimo del enfermo y signo de esperanza. Los sumos pontífices nos enseñan a manifestar la cercanía de Dios misericordioso a los enfermos, como dice la Escritura “Estuve enfermo y me visitaron” (Mt 25,40). “Sepan Uds que no están solos, en el mundo del dolor y sufrimiento, porque Cristo mismo es solidario con los que sufren (Job significa el que sufre). Él revela a quienes padecen el lugar que tienen en el corazón de Dios y de la sociedad. No sólo quienes están sanos, sino también todas las familias…
Corresponde a Uds, médicos e investigadores, llevar a cabo todo lo que sea legítimo para aliviar el dolor; les compete, en primer lugar, proteger la vida humana, ser defensores de la vida desde su concepción hasta su término natural. Para toda persona, el respeto de la vida es un derecho y, al mismo tiempo, un deber, porque cada vida es un don de Dios. Deseo dar gracias al Señor con Uds. por todos los que, de una u otra manera, trabajan al servicio de las personas que sufren. Animo a los sacerdotes y a quienes visitan a los enfermos a comprometerse de forma activa y amable en la pastoral sanitaria en los hospitales o en asegurar una presencia eclesial a domicilio, para consuelo y apoyo espiritual de los enfermos. Según su promesa, Dios les pagará el salario justo y recompensará en el cielo” (Benedicto XVI, sobre el sufrimiento, 2009).
¡El Señor se acuerda de su alianza eternamente!
Den gracias al Señor, invoquen su nombre,
den aconocer sus hazañas a los pueblos.
Cántenle al son de instrumentos,
hablen de sus maravillas. R/.
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