Evangelio de hoy

Santa Teresa del Niño Jesús, Virgen y Doctora de la Iglesia

Sábado de la 26ª Semana del Tiempo Durante el Año

Evangelio según San Lucas 10, 17-24

“¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!”

Al volver los setenta y dos de su misión, dijeron a Jesús llenos de gozo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre”. Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”. En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, por­que así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!”. Palabra del Señor.

Meditación

Santa Teresita del Niño Jesús. San Juan Pablo II nos legó una carta, Dominum et Vivicantem (Señor y dador de vida) donde se refiere al relato evangélico de este día.

“Jesús exulta de gozo por la paternidad divina; exulta de gozo porque puede revelar esta paternidad; exulta, en fin, porque en los «más pequeños» se revela un esplendor particular de la paternidad divina. Y el evangelista Lucas califica todo ello de «gozo desbordante en el Espíritu Santo»…” (20-21).

Desde tiempos de nuestra Santa Teresita, ella nos diría: “ruego a todos mis hermanos, predicadores, orantes, trabajadores tanto clérigos como laicos, que procuren la humildad, no gloriarse, ni exaltarse de palabras y de obras; más aún de ningún bien que Dios haga o diga en nosotros o por nosotros, como lo dice el Señor: “Pero no se alegren de que los Espíritus les estén sometidos”.

Estamos muy lejos del “nada te turbe, nada te espante, solo Dios basta”, ya que hemos fallado en tantas cosas y solo Él nos mantiene en su misericordia. Recurramos a Dios Padre, confiando en su cercanía, encomendémonos al Espíritu Santo que nos vivifica, y trabajando juntos en la obra evangelizadora y el discernimiento. Que la Virgen María, reina de los apóstoles y señora de todos los santos, nos ampare siempre.

¡Haz brillar, Señor, tu rostro sobre nosotros!

Enséñame la bondad, la prudencia y el conocimiento, porque me fío de tus mandatos.

Me estuvo bien el sufrir, así aprendí tus decretos.