Evangelio de hoy
SÁBADO DE LA III SEMANA DE PASCUA
Evangelio según San Juan 6, 60-69
“Tú tienes palabras de Vida eterna”
Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”. Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”. Palabra del Señor.
Meditación
En esta cita se encuentra la médula del significado y del valor de la Eucaristía. Jesús dice: “el que no coma y beba no tendrá vida”, por ello, lo primero que surge es que este alimento espiritual no es “optativo”, es algo que se exige si verdaderamente se quiere tener la “Vida” y aspirar a la resurrección Eterna. El efecto de este pan de vida, es la unión y permanencia con Jesús. De manera que el pan se convierte en la savia que da vida a nuestra vida injertada en Cristo.
Juan 15 nos dice Jesús que de la misma manera que el sarmiento lo hace con la vid, nosotros debemos permanecer unidos a él. Es decir, no se trata de estar a ratitos (ser cristiano de momentos), sino de una permanencia. Aclara, para que no haya dudas, que el pedazo de pan que se consagra en la Eucaristía es verdaderamente su cuerpo. Es decir, no es una presencia “simbólica”, como dicen algunos o meramente espiritual, sino que es real y substancialmente su cuerpo y su sangre.
Finalmente, y como consecuencia de esto, se trata de comer, de masticar (el verbo griego que usa San Juan es “trogon” significa morder, masticar; de darnos cuenta que estamos “comiendo” a Jesús y que esto es precisamente lo que nos da la vida. Te invito a que este domingo, en la celebración eucarística tengas la experiencia de “comer”, de “masticar” a Jesús. Que te hagas consciente de lo que comes y que te unas íntimamente, como el sarmiento a la vid, a Jesús.
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