Evangelio de hoy

San Juan Pablo II, Papa

Sábado de la 29ª Semana del Tiempo Durante el Año

Evangelio según San Lucas 13, 1-9

“¿Para qué malgastar la tierra?”

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”. Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Entonces córtala, ¿para qué malgastar la tierra?’. Pero él respondió: ‘Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”. Palabra del Señor.

Meditación

Vamos alegres a la casa del Señor. Es una oración de confianza que se expresa durante la peregrinación. Ésta, aunque cuesta arriba requiere la conversión, la distención, el desarme.

    San Juan Pablo II, en aquélla década del 80 dijo: “Convertirse y cambiar de conducta, como escuchamos en el salmo Yahvéh “hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos” (Sal 103,6). Por eso el cristiano sabe que todos los pecadores pueden ser rescatados; qué rico despreocupado, injusto, complacido en la egoísta posesión de sus bienes puede y debe cambiar de actitud; que quien acude al terrorismo, puede y debe cambiar; que quien rumia rencores y odios, puede y debe librarse de esta esclavitud; que los conflictos tienen modos de superación; que donde impera el lenguaje de las armas en pugna, puede y debe reinar el amor, factor irremplazable de paz” (ver viaje apostólico a El Salvador, 1983).

    El Papa Francisco sigue preocupado por las guerras, y con otras palabras nos exhorta a la oración y a los beligerantes que hagan treguas y negocien la paz: “No abogo por una paz artificiosa que ocultan los problemas, ignora los mecanismos desgastados, que es preciso componer” (idem).

Qué alegría cuando me dijeron:

vamos a la casa del Señor.

Ya están pisando nuestros pies,

tus umbrales Jerusalén.