Evangelio de hoy

 SÁBADO DE LA SEMANA 34ª DEL TIEMPO ORDINARIO

Fiesta de San Andrés, apóstol

Evangelio según San Mateo 4, 18-22

«Síganme, y yo los haré pescadores de hombres»

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Palabra del Señor.

Meditación

Jesús anuncia el reinado de Dios y empieza a llamar a sus discípulos, porque son los primeros destinatarios de su mensaje y continuarán llevando su predicación más allá del pueblo de Israel. Los primeros a quienes llama son los que responden inmediatamente porque están disponibles a dicho llamado. Los haré pescadores de hombres, refiere a misioneros que llevarán su Palabra al mundo entero, formando una comunidad y a los últimos tiempos, a esa pesca final, la separación futura entre los que obran el bien y los que obran el mal. “Pescadores de hombres” es una frase exclusivamente cristiana, no se encuentra en el ambiente judío, es la misión de servicio a la Palabra de Dios, que Jesús encomienda a sus discípulos. Pero no cualquier palabra, sino palabra absoluta y vinculante de Jesús confiando plenamente a quienes llama.

Yahvéh en el Antiguo Testamento es quien llama a los profetas para este servicio de la Palabra de Dios. Es irresistible, obligatoria llevar la Palabra, aunque haya resistencia y repugnancia por llevar esa palabra, ya que tendrá consecuencias no tan agradables. Así le tenemos a Jeremías (cf. Jer 20,7ss.) a Pablo (cf. 1 Cor 9,16), y para toda persona que es seducida por el amor de Dios para llevar esa Palabra. Toda persona que lleva la Palabra de Dios al mundo, no recibirá rosas precisamente, sino seguramente rechazo y persecuciones de todo tipo.

Nosotros también somos llamados en nuestro aquí y ahora, que debe ser pronta y decidida para pertenecer a la comunidad de Jesús, su Iglesia, y convertirnos en evangelizadores. Llevar su Palabra (y no la nuestra) y transmitirla fielmente (y no manipularla a nuestro antojo), enseñar que es urgente la conversión profunda que conlleva, insistir en las consecuencias que su rechazo implica, anunciar el reino de Dios.

Perdón Señor porque muchas veces estamos tan preocupados y ocupados en nuestras cosas particulares que nos cuesta responder con nuestro sí al llamado que nos haces todos los días a vivir nuestra vida con mayor radicalidad. Ayúdanos a estar disponibles y responderte con prontitud asumiendo las consecuencias de ser tus discípulos misioneros en cualquier ambiente que nos toque servir, diciendo como san Pablo “¡Ay de mí!, si no llevo la Buena Noticia” (1 Cor 9,16). Gracias por fijarte en nosotros, personas de carne y hueso, con fragilidades, debilidades y limitaciones, pero con todas las potencialidades con el auxilio de tu Gracia. Amén.