SANTA MISA
HOMILÍA PARA LA CONFIRMACIÓN
PARROQUIA SAN FELIPE Y SANTIAGO
Año Jubilar 2025 – “Peregrinos de la Esperanza”
Asunción – Bañado Sur
- Queridos jóvenes, queridos padrinos, familias y comunidad: Hoy es un día de fiesta grande en nuestra parroquia de San Felipe y Santiago. Este templo, que este año es Templo Jubilar, ha recibido a muchos peregrinos que vienen a rezar, a agradecer y a pedir fuerza. Y hoy, ustedes, jóvenes del Bañado Sur, se suman a esa gran peregrinación de la fe.
- Han llegado al día de su Confirmación, y eso significa que el Espíritu Santo viene a sellar en ustedes su amor, su fuerza y su compañía para siempre, “porque Dios nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor; y nos predestinó para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad.” (Efesios 1, 4-5)
- Desde siempre, Dios pensó en ustedes. Los eligió con amor y los puso en este tiempo y en este lugar con un propósito: que su vida sea luz, que su fe ilumine y acompañe a los demás. Dios no nos deja solos: Él camina con nosotros, es nuestro apoyo, nuestro sostén y el ancla firme en medio de las aguas bravas de la vida. Esa ancla es Jesús, el ancla de salvación que nos sostiene en medio de las tormentas y nos mantiene firmes en el único centro que da sentido a todo: Él, el Señor.
- Y como recuerda san Pedro en los Hechos de los Apóstoles: “Jesús pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él.” (Hch 10, 38)
- Jesús vino para hacer el bien y liberarnos del mal, de todo lo que destruye la vida y divide los corazones. El mal no siempre se ve con rostro oscuro: a veces se disfraza de mentira, de egoísmo, de abuso, de violencia o de indiferencia. El mal rompe los lazos que nos unen, divide las familias, maltrata y humilla a las personas, abusa del poder y, de manera dolorosa, a veces abusa sexualmente de los más frágiles —de los niños, adolescentes o adultos vulnerables—, las ovejas más pequeñas e indefensas del rebaño.Jesús vino a romper esas cadenas, a sanar esas heridas y a liberar a las víctimas del peso de la injusticia. Él quiere comunidades donde nadie tenga miedo, donde todos puedan vivir en respeto, en confianza y en paz. Por eso también nos llama a cada uno a ser buenos pastores los unos de los otros: a cuidar, proteger, escuchar, acompañar y también denunciar con valentía todo lo que daña la vida o la dignidad de las personas.
Ser buenos pastores significa no pasar de largo ante el mal. Cuando veamos abusos, maltratos o situaciones que destruyen la dignidad humana, especialmente dentro de las familias o comunidades, no debemos callar. Jesús nos enseña que el silencio cómplice también hace daño. Por eso debemos denunciar el mal, defender al inocente y buscar siempre la verdad y la justicia. El respeto y el cuidado son formas concretas de vivir el Evangelio.
Dios mismo lo prometió por medio del profeta Ezequiel: “Yo mismo buscaré a mis ovejas, las cuidaré, sanaré a las heridas y fortaleceré a las débiles.” (Ez 34, 11-16)
6. La vida —y la fe— son como una carrera de obstáculos, como esas que vimos en los Juegos Panamericanos. Hay momentos en que uno corre con alegría y el viento a favor, pero también momentos en que nos tropezamos, nos caemos o sentimos que no tenemos fuerzas. También Jesús nos entiende en eso. Él mismo cayó tres veces camino al Calvario, pero se volvió a levantar. Y así es el camino del creyente: caerse, levantarse, seguir confiando y no rendirse.
- Muchos de ustedes ya han vivido momentos duros y difíciles: crecidas del río, mudanzas, pérdidas de sus pertenencias, cansancio. Pero no han perdido la fe. Esa fe fue el ancla que los sostuvo en medio de las aguas bravas. Y en medio del sufrimiento común de todos, han sabido remar juntos, siendo solidarios, compartiendo lo poco que tenían y ayudándose mutuamente en medio de las tormentas. Dios se alegra mucho cuando ve esa fe sencilla y firme, esa fe que no se rinde y que sigue adelante.
- En esta carrera de la fe, también podemos mirar a quienes llegaron a la meta con el corazón encendido. Así como María Felicia de Jesús Sacramentado, nuestra Chiquitunga, que corrió su carrera ofreciendo toda su vida como una ofrenda agradable al Señor, con alegría, generosidad y entrega total. Y como Carlo Acutis, un joven de nuestro tiempo que, aunque vivió poco, aprendió a caminar por la autopista hacia el cielo, usando la tecnología y sus talentos para anunciar el Evangelio.
- Ambos —Chiquitunga y Carlo— fueron alimentados por la Eucaristía, y en ella encontraron la fuerza diaria para vivir y servir. Amaban profundamente a Jesús presente en la Hostia Santa. De Él recibían la energía interior para amar, perdonar y hacer el bien. Nos muestran que la santidad no depende del tiempo vivido, sino del amor con que se vive. Ellos nos recuerdan que cada día es una oportunidad para correr con esperanza, alimentados por la Eucaristía, y ofrecerle a Dios lo mejor de nosotros.
- Hoy escuchamos en la primera lectura que “la oración del humilde atraviesa las nubes”. Eso significa que cuando rezamos con el corazón sincero, aunque no tengamos muchas palabras, Dios nos escucha. Y no sólo escucha: responde con amor. A veces no como nosotros queremos, pero siempre como más lo necesitamos.
- El Evangelio de hoy nos habla también de una fe perseverante y sincera: la fe del que no se da por vencido, del que insiste, del que confía, del que golpea el pecho y dice: “Señor, ten compasión de mí, que soy pecador.” Esa oración fue escuchada porque salió del corazón. Dios no escucha los discursos vacíos, sino las oraciones sinceras, las que nacen del alma.
- Queridos jóvenes, el Espíritu Santo que hoy reciben es la fuerza de Dios en ustedes. Es quien les da valor cuando tienen miedo, alegría cuando hay tristeza, sabiduría cuando no saben qué camino tomar. El Espíritu trae siete dones preciosos: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Con ellos podrán hacer el bien, defender al que sufre, ser honestos y cuidar la amistad y la familia.
- Jesús nos enseña que la familia es ese lugar donde aprendemos a amar, a pedir perdón y a escuchar. En casa se aprende a caer y a volver a levantarse. Por eso decimos que la familia es una escuela de mil perdones. Y cuando hay diálogo, respeto y oración, Dios está presente. El Señor quiere que nuestras casas sean nichos de esperanza y reconciliación, donde nadie tenga miedo y todos se sientan acogidos. Y también nos pide que, si vemos algo que hace daño —maltratos, injusticias, abusos—, no miremos hacia otro lado, sino que ayudemos a que haya verdad, justicia y paz.
14.Los patronos de esta parroquia, San Felipe y Santiago, fueron jóvenes que también escucharon a Jesús decir: “Sígueme”. Felipe le pidió: “Señor, muéstranos al Padre”, y Jesús le respondió: “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. Santiago fue testigo del amor hasta el final. Ellos nos enseñan que seguir a Jesús es una aventura hermosa, que vale la pena correr hasta la meta, aunque el camino tenga caídas, obstáculos o cansancio. Porque en esa carrera, Jesús siempre corre a nuestro lado.
- Queridos jóvenes, hoy el Señor los unge con su Espíritu. Sean como esas flores que se abren al sol, no dejen marchitar los sueños ni apagar los dones que Dios sembró en ustedes. No tengan miedo de equivocarse; tengan miedo de no intentarlo. Y cuando caigan, recuerden que la fe no se rinde: se levanta, se sacude el polvo y vuelve a empezar. Ustedes están plantados en esta comunidad hermosa del Bañado Sur. Florezcan aquí, con alegría, con esperanza y con el Espíritu Santo en el corazón.Que María, Madre de la Esperanza, los acompañe siempre y los cubra bajo su manto. Y que el Espíritu Santo que hoy reciben los haga peregrinos de la esperanza, portadores de la luz de Cristo para este pueblo creyente, fuerte y valiente del Bañado Sur. Amén.
+Adalberto Card. Martínez Flores
Arzobispo Metropolitano de Asunción
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