Catedral Metropolitana –  24 de diciembre de 2018

Queridos Hermanos y Hermanas:

En primer lugar recordemos en esta Catedral, a todos los obispos enfermos, Mons. Pastor Cuquejo, Mons. Cándido Cárdenas, Mons. Zacarías Ortiz. Hace unos días Mons. Jorge Livieres estuvo muy enfermo y llegó a la meta esperada. Hemos celebrado sus exequias la semana pasada.

En nuestra eucaristía de Noche Buena, tengamos nuestra oración por enfermos, sacerdotes, religiosos, religiosas, parientes. Un recuerdo también para todos los que están trabajando en los hospitales, en las cárceles, y en los diversos servicios nocturnos, que sepan que rezamos por ellos. Y recemos por nuestros familiares difuntos que ya están en brazos de Dios misericordioso en el cielo.

La Palabra de Dios nos acerca a comprender el misterio del Niño que se hace uno de nosotros, y es el Hijo de Dios, quien vino para hacernos partícipes de la vida divina.

El evangelio de Lucas nos cuenta que “Salió un decreto del emperador Augusto”. ¿De qué se trata? Pues, cuando Jesús nació, probablemente dos años antes de la muerte de Herodes el Grande, Palestina ya estaba en la órbita del imperio romano. Su reino era entonces como la provincia frontera del imperio al oriente. Después del fracaso de su hijo Arquelao, su sucesor (Mt 2,22), Palestina iba a ser entregada a un gobernador romano, Quirino. Este iba a hacer otro censo que ocasionaría disturbios graves (Hec 5,37).
Jesús nació, con toda probabilidad, el año 6 antes de nuestra era. Tres siglos más tarde la Iglesia fijó la celebración del nacimiento de Jesús en los primeros días que siguen el solsticio de invierno, para nosotros de verano.
Seguramente José, descendiente de David, tenía parientes en Belén, pueblo de David y de su familia. Jesús nace probablemente en casa de uno de esos parientes.

La colina calcárea sobre la que se asentaba la aldea de Belén, estaba llena de cuevas naturales, o hechas por el hombre para extraer piedras para construir las casas en que habitaban las familias modestas. La cueva en que nació Jesús constaba de dos salas, separadas por un estrechamiento de la misma cueva. La sala del fondo servía seguramente de bodega y establo.

María da a luz a “un primogénito”. El término “primogénito” recordaba los privilegios del hijo mayor que, como tal, pertenecía a Dios (Éx 13,1; ver también Rom 8,29, Col 1,15). Y se trata de un hijo único.

Cuál es entonces, el mensaje que nos deja esta Navidad, a la luz de la Palabra de Dios? Los iré presentando. Lo más unificador es vivir con alegría la vida cristiana, ser portadores del amor de Dios a todos.

Porque este hijo único, primogénito, es el motivo de nuestra fiesta de la Navidad. El pesebre, nuestros pesebres paraguayos son tan hermosos y significativos. Nos recuerdan el nacimiento del Salvador, cuyo nombre Jesús significa “Dios salva”. Y nos salva desde su nacimiento, haciéndose pobre. En la ciudad de Belén, “a María le llegó el momento del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa” (Lc 2,6). Ese es el acontecimiento lleno de sencillez, de pobreza, pero de mucho amor, que estamos conmemorando esta noche santa y nuestros pesebres lo visualizan con fe.

En la noche buena, nuestras familias, se reúnen delante del pesebre, para rezar al Niño Dios, agradecidos por ser discípulos cristianos y por vivir en familia la vida cristiana. La luz del pesebre es la luz de Cristo, que nos ilumina, pues él sale a nuestro encuentro para hacernos protagonistas de la vida que nos rodea, y nos mueve a reconocerlo presente en todas las situaciones de nuestra historia. ¡Qué bueno es recordar la fecha del nacimiento de Jesús, su navidad y celebrarla! Algunos se contentan con decir “felices fiestas”, y se olvidan qué celebran. Nosotros, expresamos algo más: ¡feliz navidad! ¡Feliz nacimiento del Señor de la historia, quien con su nacimiento, y luego con su predicación, con sus milagros, con su muerte y resurrección nos salva.

No hagamos consistir pues la Navidad en una fiesta pagana, mundana… para quienes la comida, la bebida, los regalos, el papá Noel, los arbolitos, etc… son lo más importantes.

El centro de la navidad, es Cristo Jesús, celebramos su cumpleaños. ¡Qué bueno que a las 24 horas/ 00:00 horas, y al comienzo del día del nacimiento de Jesús, todos podamos unir las manos, rezar el Padre Nuestro y un Dios te salve María, u otra oración, y luego entonar un villancico navideño! Ese gesto familiar sencillo será ante el pesebre la ofrenda de nuestro cariño al
cumpleañero, nos unirá más en familia, entre sus miembros agradecidos también por la fe y la colaboración de María Santísima, al regalarnos a su hijo Jesús, el Hijo de Dios. Y luego, en el día 25, participemos nueva y festivamente de la Eucaristía en familia, celebrando el misterio del amor de Dios manifestado en el Niño Jesús.

Comparto con ustedes otros mensajes al término del segundo año del trienio de la juventud. Valoremos a nuestros jóvenes, escuchándolos y acompañándolos en su crecimiento humano y cristiano.
El Sínodo de los Obispos, con la participación de algunos jóvenes representantes, celebrado en Roma, el pasado octubre se ha centrado sobre el tema: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” y sus conclusiones nos animan a seguir bregando por ellos y con ellos.

Precisamente algo de eso hicimos con ellos en este año. Les acompañamos en el pre-congreso a nivel de las parroquias, y luego el congreso arquidiocesano juvenil celebrado el pasado 29 y 30 de setiembre. Ha sido un encuentro sumamente hermoso y que ha marcado la participación de los jóvenes en su formación espiritual y pastoral. El congreso juvenil causó gran impacto en los participantes.

Rescatemos otro acontecimiento vivido. La beatificación de María Felicia de Jesús Sacramentado, la Chiquitunga, el 23 de junio en el estadio del club Cerro Porteño. Desde que la Congregación de la Causa de los Santos aprobó el milagro realizado en un hospital departamental, en San Pedro, y cuyo reconocimiento ya causó un gran impacto en la vida del Pueblo paraguayo, hemos comenzado a preparar la celebración de la beatificación.
Ese día del 23 de junio pasó a la historia. Marcó un encuentro multitudinario de unos cincuenta mil fieles congregados y el mundo entero, a través de los medios de comunicación, fueron testigos de la solemne celebración, vivida en un clima de fe y de alegría.

Impresionante la belleza de la celebración litúrgica en medio de la música sacra por parte de la Schola Cantorum, de los cantos y oraciones de la asamblea cristiana, y de la belleza del retablo del artista Koki Ruiz. El retablo del rostro de la Chiquitunga, continuará siendo admirado, y espera ser puesto en la futura Capilla monumento en la Costanera. Aprendimos a valorar la santidad que testimonió la joven guaireña, la Chiquitunga quien se consagró a Dios en el Orden del Carmelo. Aprendimos a unir todas las energías sociales, artísticas, culturales y religiosas para el lucimiento del día de la beatificación.

Queremos ser agradecidos con quienes colaboraron con generosidad para esa gran celebración de la beatificación.

Destaquemos el servicio de Iglesia Católica en la toma de posesión del nuevo Presidente de la República el pasado 15 de agosto en la Catedral. Una vez más, la Iglesia, servidora del Pueblo de Dios, está dispuesta a la colaboración con el Estado en vista al bien común, a la dignificación de la persona humana, al servicio de desarrollo integral. Una idéntica preocupación manifestada por el nuevo Presidente de la República y la Iglesia: pongamos fin a la corrupción y a la impunidad, iniciemos una era de justicia y del buen funcionamiento de las Instituciones Públicas, de acuerdo a la Constitución Nacional.

Nos unimos en la misma defensa de la vida y de la familia, por su fundamento científico que reconoce en la biología el inicio de la vida en el seno de la mujer, vida que debe ser defendida hasta su muerte natural. Igualmente, según la Constitución Nacional, la familia es la base de nuestra sociedad. Qué bueno es que todos los organismos nacionales y eclesiales estemos embarcados en la misma nave que navega hoy en medio de tempestades culturales que vemos en los países vecinos y en el primer mundo. Proclamemos, defendamos y enseñemos el valor de la vida y de la familia. Ese es el mensaje del Paraguay a las Naciones Unidas.

Nos duele la situación de las familias del Bañado Norte y Sur, situación dolorosa y por décadas llena de sufrimiento. Fuimos motivados a trabajar conjuntamente, a unir las diversas organizaciones en una misma organización. La Arquidiócesis apoyó y colaboró, a través de la Pastoral Social, para que se dé solución definitiva al serio problema social, habitacional y cultural de casi 20.000 familias. Se ha abierto una esperanza de vida mejor para esos habitantes con el proyecto de la Franja Costera. Sigamos bregando por ese objetivo de desarrollo integral de esa porción poblacional de nuestra ciudad.

Vale la pena destacar los grandes pasos académicos realizados por nuestra Universidad Católica, con más 36 acreditaciones por el ANEAES, colocándola en un puesto clave y ejemplar como universidad en el país.

Además de este esfuerzo académico, felicitamos a los Directivos, Docentes, personal administrativo y alumnos por la recuperación progresiva de la identidad católica de nuestra Universidad. ¡A seguir con ese proceso académico y pastoral!

Nuestras instituciones educativas en más de 105 escuelas y colegios, continúan colaborando con el Estado para la formación ciudadana y cristiana de unos 50.000 alumnos en la arquidiócesis. Un esfuerzo hecho a pulmón sobre todo en las escuelas parroquiales con mayor pobreza y limitación de recursos financieros, en gran parte sostenidos por los mismos padres de alumnos. El testimonio de sus educadores católicos es conmovedor, por su vocación de maestros de vida y promotores de valores humanos y cristianos.

Igualmente, vale la pena destacar el servicio que realizan las parroquias y cuasi parroquias, que son casi un centenar. Promueven el conocimiento de la Palabra de Dios, inician en la vida cristiana, celebran los sacramentos especialmente la eucaristía dominical, reúne a la comunidad en la fe, esperanza y caridad, y se comprometen a la transformación del propio ambiente mediante el mandamiento del amor cristiano.

Las parroquias ofrecen una variedad de horarios de misas dominicales en acogida de los fieles que celebran festivamente su fe y se enriquecen con el amor de Dios para ser portadores de ese amor a sus hogares o a sus lugares de trabajo.

Cabe destacar la presencia de los laicos cristianos en sus movimientos laicales. Contamos con casi 40 movimientos laicales, unos con gran número de adherentes, otros menos. En total podemos decir que todos ellos, mediante su propio movimiento de espiritualidad, aseguran la formación cristiana, su participación en las parroquias y su trabajo misionero hacia las diversas realidades sociales y culturales. Nos falta aún que los laicos cristianos comprendan que su testimonio principal es en la familia, en la sociedad, en especial en las esferas de la política.

Para concluir, el mensaje es de innovar siempre la pastoral de la Iglesia. Por eso, el año 2019 será un compromiso intenso de retomar, desde nuestro proyecto pastoral, cinco temas claves para nuestra conversión pastoral: los jóvenes, la familia y la vida, la Iniciación a la vida cristiana, la “Iglesia en salida” y finalmente, la pastoral social y la ecología. Estos temas podrán encontrar en la carta pastoral que les escribo, bajo la mirada de María Santísima, para que este esfuerzo pastoral produzca muchos frutos en la vida de la Iglesia y de la sociedad.

Que esta Navidad en el inicio del tercer año del trienio de la juventud, nos impulse a comunicar la Buena Noticia del Evangelio: Dios nos ama inmensamente y nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas; Él es la misericordia y Él es nuestra paz. Esa es la alegría que estamos celebrando e invitamos a compartir, a anunciar, para que nuestro Pueblo paraguayo, dé mucho fruto.

Mons. Edmundo Valenzuela Mellid, Arzobispo de la Santísima Asunción