Catedral Metropolitana – 18 de diciembre de 2018
Queridos Hermanos y hermanas
Esta liturgia, es una liturgia que nos habla, del triunfo de Cristo Jesús sobre la muerte, y más aún, es un momento de abrir el horizonte al proyecto de Dios, sobre la humanidad.
Que bueno es que un hermano nuestro, un obispo, y aquí; saludo a los hermanos Obispos presentes y saludo también a todos ustedes los familiares y amigos de Mons. Jorge Livieres Banks.
Que bueno entonces, que un hermano nuestro, Obispo, llegue a la meta; pueda decir aquello de Jesús: Señor te entrego todo para repetir lo que nuestros santos y antepasados dicen con toda valentía ante la muerte. Es un paso hacia la vida nueva, hacia la resurrección.
Cristo Jesús ha dicho: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Este nuestro hermano ha vivido así ese momento.
Y lo puedo testimoniar, por que hace mas o menos 3 meses cuando él estaba aún enfermo, lo había visitado en su casa, luego cuando el Padre Silvio me dijo: ya está internado en el Hospital de la Costa, lo fuimos a visitar otra vez.
Cuando vi que estaba tan mal le di la unción de los enfermos y esa unción de los enfermos produce una fuerza impensable, porque prácticamente estaba ya dejándonos.
Dos días después comenzó a recuperar la salud, inclusive volvió otra vez a su casa y luego retornó al hospital, y el domingo pasado cuando fuimos con el Padre Oscar a darle la unción de los enfermos, fue muy simpático por que al principio estaba viéndome y parece que escuchaba la voz del enfermero, y en cierto momento, a su estilo dijo una frase tan fuerte que nos reímos todos y entonces ahí le di la comunión en un ambiente tan hermoso de cercanía no de mi persona, sino de todos los obispos y de todos ustedes, sus familiares.
Así que nos encontramos hoy en una liturgia de adviento, estamos esperando la venida del Señor, al fin de la historia, pero esa venida del Señor es para el encuentro con cada uno de nosotros, cuando termina nuestra peregrinación terrestre y comienza la peregrinación celeste.
En la fe, comprendemos, que esto que Jesús ha vivido, cada uno de nosotros, por el sacramento del bautismo y por la del espíritu de Dios que habita en nosotros también comparte ese futuro de ser abrazado por la misericordia de Dios en el cielo.
El adviento también nos prepara para la fiesta de la navidad, para el nacimiento de Jesús; que bueno, nuestro hermano ya nace a una vida nueva, en una vida diferente, en una vida de plenitud, porque esa es la vocación final de nosotros los bautizados y más, la de un Obispo.
La primera lectura que hemos escuchado, nos habla de cómo actúa Dios, nos comenta cuál es su proyecto, que es un proyecto siempre de misericordia con el pueblo de Israel, seria importante que cada uno de nosotros también pudiera revisar su propia vida delante del proyecto de Dios, porque el proyecto de Dios es siempre el proyecto de salvación, proyecto de felicidad, proyecto de plenitud y a veces nosotros con nuestra vida cristiana caminamos a tientas, en ocasiones a oscuras y muchas veces, ni siquiera los mandamientos de Dios cumplimos de ese proyecto.
Entonces fácilmente nos dejamos envolver por los criterios del mundo como dice el Papa Francisco, mientras que la vida cristiana, la vida del hijo de Dios es una vida de confianza, es una vida que camina siempre en la verdad en la justicia y que promueve el bien, la solidaridad con los demás, es interesante revisar entonces nuestra vida, si sabemos dar a la vida no solamente lo que le corresponde a cada uno, sino más allá; imitando con ello a Dios quien en lugar de darnos lo que merecemos por nuestras faltas nos ama, nos perdona, nos reconcilia, nos renueva, nos da esperanza.
Con la llegada de Cristo se inauguró la vida en el amor y en la justicia, cooperemos entonces a esa gracia para que esta realidad sea creciente en nuestra familia, en nuestra comunidad y del evangelio.
A mí me llama mucho la atención por qué hablamos poco de San José, se trató principalmente de la figura de José, que como dice el evangelista estaba embarazada del Espíritu Santo, un gran misterio y José es el hombre justo que procura realizar la voluntad de Dios. Siendo justo, confía que el proyecto de Dios se va a realizar y se está realizando a través de María, de una forma tan misteriosa, difícil de entender humanamente.
Por eso José es el hombre que ama a Dios y que busca por sobre todas las cosas, no su interés sino hacer la voluntad de Dios por encima de todo, es un hombre reflexivo no es impulsivo, es un hombre de una sabiduría de vida y se pone a colaborar ante ese gran regalo del proyecto de Dios en el seno de María, en la biblia, el justo es el que ama a Dios, por lo tanto, nosotros podemos decir de nuestro hermano Jorge (Livieres), que ha sabido amar a Dios, se ha consagrado por siempre a Dios, con aquella capacidad de comunicación sencilla transmitiendo la buena nueva, pero también es un hombre que ha sabido en su capacidad reflexiva proyectar en si el misterio de Dios.
Jesucristo ante el misterio del mal
El que supo afrontar el misterio del mal es Jesucristo y es el ejemplo de como nuestro hermano Obispo ha sabido afrontar eso porque era un hombre justo, un hombre que amaba a Dios. Con estas palabras de la sagrada escritura José es el modelo de todos nosotros, simplemente pensemos, que clase de hombre tenia Dios escogido para esposo de María y que clase de hombre tenia Dios preparado para nosotros, como obispo de la Iglesia Católica, ojalá todos los hombres podamos comprender mejor, la figura de San José y comprender la voluntad de Dios que pasa muchas veces por situaciones inexplicables.
Ayer los Obispos, hemos participado a todos los fieles, nuestro profundo dolor por el fallecimiento de un hermano nuestro, Obispo Emérito de la Santísima Encarnación y hoy nos reunimos los Obispos que podemos y pedimos disculpas por que muchos no estamos por compromisos en sus diócesis, sobre todo los más lejanos, sabemos que su salud se fue deteriorando con la edad.
Iba a cumplir 90 años, últimamente ya había perdido el sentido de la vista y de la audición, cuando le visitaba, el enfermero me decía, háblale bien y fuerte al oído y el entendía y me sorprendía como él me comentaba todas las noticias de la Iglesia, el estaba al día, muchas cosas yo no sabía, pero a través de Radio Caritas, que es su radio amiga, el estaba informado, a pesar de sus dificultades, tenía el corazón abierto a las novedades de la Iglesia.
Agradecimiento del Arzobispo
Quiero agradecer en nombre de todos los obispos, en nombre de la Arquidiócesis, a la familia Livieres por tanta delicadeza que le han prestado durante tantos años, admirable cariño hacia el tío Obispo y esto es un ejemplo a transmitir a otras familias, parientes de Obispos, esa gratitud que ustedes manifestaban por su tío Obispo, la familia Livieres ha sobresalido siempre por esa estupenda atención al tío Obispo. Muchas gracias por esa atención.
Quiero señalar algunos testimonios de sacerdotes, con relación a los recuerdos hacia Monseñor Livieres. El obispo Livieres Fue formador del seminario, encaminó a los futuros sacerdotes a ser pastores, era muy paternal con los que necesitaban ayuda, su servicio fue incondicional a la Iglesia.
Y otro me dice: su preferencia pastoral era la Pastoral Juvenil, recuerdo siendo yo delegado de la Pastoral Juvenil de los Salesianos, teníamos varios encuentros de formación con nuestros líderes en un tiempo en el que vivíamos en un conflicto debido al deporte, intrigas entre los jóvenes.
Motivados por Mons. Livieres, coordinamos realizar una jornada Mariana, donde él iría a predicar a los jóvenes y les ayudamos a formar equipos por grupos y durante 3 días, ese conflicto que había entre los jóvenes, desapareció. Todo era debido a su actitud de pastor de jóvenes.
Otro sacerdote recuerda lo siguiente: me impresionó siempre su amabilidad, su buen trato. Fue un verdadero caballero. Tenía buena memoria, recordaba todos los detalles, parecía un diccionario, una enciclopedia recordando las anécdotas del pasado.
Además, fue siempre muy sencillo y afable en su trato, dedicado de lleno a su ministerio sacerdotal, no se dedicó a otras cosas.
Siguió celebrando las misas y las confirmaciones hasta fines del 2013 porque su dificultad visual le imposibilitaba celebrar.
Muy querido por todos los feligreses, aun después de pasar a ser emérito, muy querido por el clero arquidiocesano y nacional, él asistía a todos los encuentros del clero.
Era extraordinariamente generoso. Si ustedes ven, él no tenía nada, todo le fue dando a los demás, y por supuesto, ayudaba a todos.
Como Obispo Auxiliar de Asunción fomentó siempre la pastoral misionera de los seminaristas, del seminario mayor, del cual el era Rector, las eucaristías presididas por él, siempre eran de gran aliento a las comunidades y fortalecía a los seminaristas en el compromiso con la llamada vocacional, su tarea de secretario general de la CEP se destacó por ser una voz competente, conciliadora y al mismo tiempo fuerte por la época de la dictadura, épocas difíciles del país.
Este daba las palabras esperanzadoras de los obispos de la Conferencia Episcopal Paraguaya, sus homilías eran de fácil comprensión, pero al mismo tiempo de un gran sentido teológico y pastoral, donde no faltaban sus toques de humor, sus chistes sobre su querido guaraní.
Otros sacerdotes recuerdan que su figura representó a un verdadero Padre, de algunos incluso fue padrino de ordenación y ya siendo Rector del Seminario, dio todo de sí para que puedan ordenarse.
Hermanos y hermanas: el tránsito de nuestro hermano al cielo, sin duda, la vida de un obispo, es una vida hermosa y difícil, y más todavía cuando es un pastor, que en ocasiones, debe levantar la voz y debe sufrir los ataques y las persecuciones en silencio sin rencor, debido, precisamente a la verdad del evangelio.
Es admirable el gran sufrimiento que supo sobrellevar él, en silencio, sin rencor a quienes sin pruebas han echado sobre él un manto de desconfianza tanto así de maldad.
Imitador ejemplar de Jesús, sus labios nunca profirieron ninguna queja o autodefensa, al contrario, en la celebración diaria de la eucaristía supo consagrarse definitivamente al ministerio celebrando la eucaristía con fe y amor, celebrando la muerte y resurrección de Jesús, celebrando el triunfo de la verdad y la justicia.
Ahora lo lloramos porque ha sido un buen Obispo de la Iglesia Católica ha vivido siempre en paz y serenidad y ahora esa paz se convierte en camino de vida eterna.
Que así sea.
Amén.
Mons. Edmundo Valenzuela Mellid, Arzobispo de la Santísima Asunción
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